Tres cosas de las que estoy segura: la comparación es el ladrón de la alegría, estar solo no siempre significa estar solitario y las habitaciones individuales son del tamaño de un paquete de Kleenex.
Cerré la puerta con prudencia y eché una ojeada por el lugar; paredes blancas con repisas y cuadros renacentistas, velas aromáticas, sábanas con estampados florales y una cama mullida entre dos paredes que se ajustaban a los costados del colchón y asentían que el fondo de la cama sea decorado por la ventana.
—Acogedor. —Apreté los labios con una expresión divertida y busqué los ojos del muchacho en la espera de su reacción.
Elevó las manos a la altura de sus hombros como un niño excusándose por una travesura. —Pequeño pero acogedor. Eso es lo que ella dijo.
Reí.
—Estuve a punto de no venir —confesé, trepando por el colchón para llegar hasta su posición. Estaba usando una camisa blanca con pantalones de dormir de cuadros, extendiendo las piernas—. Me pone nerviosa todo el asunto del romance. No el de los libros, más bien el que debo sentir y actuar para no estropearlo con mi ignorancia. Soy nueva en todo esto, Harry.
El muchacho se atrevió a soltar una risa diminuta. —¿Se te olvida que también soy un novato? La única novia que tuve fue un amor de la infancia donde lo más arriesgado que hice fue dar besos de pico.
—Pero tienes más experiencia con todo lo que acarrea una relación madura. Has estado con otras chicas en el pasado —dije—, yo solo he estado con un chico que estuvo a punto de llegar a tercera base.
—¿Le permitiste llegar a segunda base? —Me miró con la boca abierta, como una vieja cotilla que no se podía creer el cuento.
—Cambiemos de tema, por favor. —Negué con la cabeza, estremeciéndome de solo recordar el suceso con el estudiante de la lengua tétrica—. Dios.
Harry rió, aproximando su cuerpo al mío con su brazo derecho.
—¿Cómo pagaste la habitación? —Tomé el primer tema que picó mi curiosidad, sintiendo el contacto de sus dedos en mi cintura cuando lo contemplé desde el lateral.
Él hizo una mueca de remordimiento. —Prometí nunca usar el dinero de Robin de nuevo, pero quería pasar más tiempo contigo y el bastardo merecía pagar por todo el sufrimiento que nos hizo pasar durante los últimos años. No lo volveré a hacer.
—Harry, fuiste criado entre gente rica. Te va a resultar difícil despegarte de las costumbres con las que prácticamente naciste. A lo que me refiero es que —dije cuando vi que estaba a punto de refutar mis palabras—, independizarte de todo el dinero que solías usar diariamente va a ser como conducir en una colina empinada. No va a ser fácil.
—Pero no quiero usar su dinero —dijo con insistencia—. No es algo que voy a hacer con frecuencia, tomar su tarjeta y aprovecharme de todos los chanchullos que Robin hizo en su vida. Estoy por mi cuenta y quiero estar orgulloso de lo que consigo.
Sonreí, cerrando mis ojos en silencio. —Te entiendo.
—Bien. —Sentí su mano deslizándose por mi brazo y la sensación fue tan natural que me dio la impresión de que todos estos años hemos estado haciendo esto.
Alcé la barbilla de su pecho para admirar sus ojos. —Nunca supe por qué decidiste venir a Melbourne. Te veías cómodo en Florida y cuando me enteré que venías conmigo estaba segura de que querías hacerme la vida imposible.
El muchacho liberó una risa explayada cuando cubrió sus ojos con el antebrazo izquierdo, vacilando con la respuesta concreta a mi pregunta indiscreta.
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Dating Who
FanfictionAileen Parker estaba al tanto de que frases como «su toque me electrizaba» no tenía nada que ver con sentimientos apasionados, más que simple física y química. No pecaba de ignorancia sobre las mariposas que tantos adolescentes juraban sentir en sus...