Capítulo XIII: Champagne Supernova.

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Besar era una de las cosas más superficiales pero al mismo tiempo más sentimentales que podría realizar el ser humano. Si bien no era tan afectuoso como tomarse de las manos, podría significar grandes cosas si se hacía con suficiente tacto.

El problema era que, no estaba segura de cómo había sido lo de anoche. Sin contar el increíble dolor de cabeza con el que había amanecido esta mañana, o el mal olor que dejaba luego de vomitar en el baño por culpa de las palabras retadoras de Harry Styles, no tenía muy claro qué diablos había pasado anoche. Sí, sabía que el imbécil y yo nos habíamos besado pero aún así, no recordaba muy bien qué había sucedido en el proceso o cómo habíamos empezado a hacerlo.

Y me estaba molestando.

Me encontraba sentada en la sala común del edificio, comiendo una manzana mientras que estudiaba de mi libro de geometría. Tendría un examen el jueves, y debía prepararme si quería continuar con mi intachable promedio. La cosa es que aún viendo un montón de series en internet, y desperdiciando gran tiempo de mi vida en la red, conseguía tiempo para estudiar y tener el mejor promedio de mi clase. No por algo era la única que estudiaba en fin de semana, rompiéndose la cabeza con un montón de líneas y planos. Iba a empezar a vomitar de nuevo, y no se trataría precisamente de la resaca.

Pero si una cosa me había quedado claro luego de cinco horas analizando las páginas al derecho y al revés, era que Harry Styles y yo éramos como líneas paralelas que nunca podrán ser perpendiculares. Me resultaba demente pensar que podríamos estar juntos, cuando ni siquiera con pega loca conseguiríamos estar tan cerca. Éramos asíntotas: no se tocan, no se rozan. Seguía inquietándome el que nos hubiésemos besado con tanta fogosidad anoche, cuando se suponía que no podíamos soportarnos el uno al otro, y efectivamente no podía soportarlo. Mucho más cuando no estaba alrededor de mí con su molesta presencia, y seguía molestándome.

―¡Aileen! ―La voz de mi prima hizo que levantara mi vista del libro, cuando la observé correteando por toda la sala hasta donde me encontraba y soltó un suspiro cansino, cerrando los ojos en un intento por regularizar su respiración. Un año después de que me hubiesen ingresado en Melbourne mis padres llamaron diciendo que mi queridísima prima estaría entrando también, y como cosa del destino le había tocado exactamente la habitación de al lado luego de que las antiguas chicas que vivían en esa hubiesen sido expulsadas al instante en que el decano Johnson se enteró de que las tres eran causantes de la oleada de nuez de betel que se estaba desarrollando en la academia―. Necesito hablar contigo en privado acerca de algo.

―Si vas a burlarte de ayer como Maggie y Sarah es mejor que…

―¡No es acerca de eso! ―Negó con la cabeza rápidamente, cuando el remolino se capturó en sus ojos y supe que se trataba de algo importante. Asentí finalmente, cerrando mi libro de un soplo y botando la manzana en el cesto mientras que enganchaba mi brazo con el suyo. Nos dirigiríamos a la terraza.

Era nuestro pequeño lugar, después de todo. Nadie entraba en ella más que nosotras cuatro cuando necesitábamos unos minutos en soledad, y es que todos los estudiantes pensaban que estaba embrujada gracias a esa vez en la que hubo un rumor acerca de una antigua estudiante de Northside que se suicidó en ella. Era ficción, por supuesto, pero nosotras no íbamos a soltar la primicia de que todos eran unos desgraciados supersticiosos, y que así pesquen nuestro sagrado lugar para ensuciarlo con sus sandeces. Por otro lado, era interesante incentivar a los nuevos estudiantes con viejas historias y falsas leyendas.

―¿Qué necesitabas hablar conmigo? ―Me acomodé en una de las tumbonas.

La chica tomó asiento lateral a mí, y estrujó sus dedos nerviosamente engendrando una gigantesca curiosidad en mí. Aclaró su garganta, observándome, y fue cuando mordisqueó sus labios ávidos que se animó a contarme―: Niall.

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