Capítulo XL: El mundo es callado aquí.

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Caminaba plácidamente por el campus de la academia, en un rítmico movimiento de pies mientras la desesperada masa estudiantil trasladaba como abejas obreras por cada esquina de Melbourne el hecho de que las vacaciones de verano parecían estar a la vuelta de la esquina. Por otro lado, Dating Who salía de la boca de cada persona de nuevo, mucho más cuando el baile también tocaba nuestra puerta, combinándose con el deseo de aplastar a las Águilas en lo que sería el único punto de conexión entre Northside y Westside.

Tantas cosas ligadas generaban estrés, fundamentalmente cuando había exámenes por montones esperando por ser presentados. Lo cual era la principal razón de que estuviese moviéndome hasta la biblioteca a las siete un Viernes por la noche, silbando una canción que no recordaba muy bien la letra en tanto sujetaba con firmeza mi mochila.

Una semana había acontecido desde la salida al Karting, y con una semana para salir a vacaciones de verano todos los profesores consideraban estar rebanándoles los sesos a los estudiantes como una maniobra digna del sadismo.

Como era de esperarse, en la entrada había escasamente tres personas, dejando desolado los pasillos del todo junto al área de computadoras, la cual no requería por los momentos. Cabeceé al bibliotecario que rara vez se encontraba avispado detrás de su escritorio, cuando presté atención a la habitación en busca del pasillo que necesitaría. Nuestra biblioteca estaba basada en la clasificación de la Biblioteca del Congreso, por lo que debía trasladarme al pasillo de la Clase N en donde rezaba "Bellas Artes" en el primer mueble que me daría la bienvenida a un mundo de conocimiento.

―El Sentido de la Vista. ―Musité, deslizando mis dedos por los libros.

El nombre seguía acariciando mi lengua, conduciendo mis ojos azules entre las diversas impresiones en tinta. Tenía una prueba realmente importante, y necesitaba mantener mis notas impecables si requería la beca en Nueva York.

―El Sentido de la Vista...

Sonreí al conseguirlo al extremo de una fila, colocando mi mano sobre él para sacarlo de la hilera de libros, cuando una voz gruesa se escuchó en un susurro grave, captando mi atención.

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. ―El área de Bellas Artes no estaba completamente repleto, por lo que un espacio vacío del estante me permitió detallar al sujeto: espalda ancha, piernas largas, un libro entre sus huesudas y descuidadas manos, y una capucha grande para ocultar sus facciones entre lo que sería un aire ciertamente misterioso.

»Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.

Sus oídos eran cubiertos por audífonos blanquecinos, sonando una melodía a un volumen elevado que a diferencia de las palabras que estaba musitando el misterioso muchacho, me permitía reconocer en su totalidad a qué pertenecían: la banda sonora del Caballero de la Noche.

»En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.

Tomé mi libro, dejándome llevar por su extrañamente ronca voz mientras me movía con lentitud hasta el otro pasillo, apoyándome con la cadera en el estante de madera. Durante un instante movió un poco el libro, concediendo que permita leer la portada claramente.

Historia de dos ciudades, por Charles Dickens.

»En el trono de Inglaterra había un rey de mandíbula muy desarrollada y una reina de cara corriente; en el trono de Francia había un rey también de gran quijada y una reina de hermoso rostro. En ambos países era más claro que el cristal para los señores del Estado, que las cosas, en general, estaban aseguradas para siempre.

Dating WhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora