Capítulo LXXX: Definición de la realidad.

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La vista estaba borrosa, emitiendo un sonido con mi boca cuando giré en la cama y acomodé la manta sobre mi cabeza con un bostezo adormilado.

Estuve a punto de caer en brazos de Morfeo de nuevo hasta que pegué un respingo por el chillido repentino de Paz. ―¡Faltan diez minutos para la clase!

Las tres nos paramos de golpe y partimos a vestirnos con las manos aceleradas. Maggs me arrojó el cepillo y yo le pasé de mi armario ―no queríamos tocar el de Sarah― la camiseta a mi prima mientras desenredaba mi cabello.

Maggie refunfuñó como la osa que era durante las mañanas. ―¿Qué rayos le pasó a la alarma? ¿Tomó el día libre?

―No lo sé. ―Acabé de subir el cierre de mi pantalón, echándome un vistazo en el espejo para comprobar mi apariencia cuando recordé un detalle importante―. ¡No nos hemos cepillado los dientes!

―No hay tiempo. ―Paz calzó sus zapatos en un tris, atando los cordones antes de incorporarse y sacar el pelo que quedó dentro de la camiseta―. Comeremos unas mentas en el camino o algo.

Maggs se tumbó en el colchón, suspirando. ―No puedo soportar tanto estrés. Vayan sin mí, muchachas. ―Viré los ojos por el dramatismo innecesario y le di un jalón en los pies desde mi posición.

―No empieces con eso.

Las tres abandonamos la habitación y aprovechamos de comprar unas mentas junto a tres chai lattes en el camino hasta el otro lado del campus. Trece minutos después, Maggs y yo nos disculpamos con el profesor Ferguson en el salón de literatura con una cara de cachorro abandonado a mitad de carretera.

Me senté en mi lugar, colocando la portátil sobre la mesa con cuidado de no lucir escandalosa. ―Lo sentimos mucho, profesor Ferguson. El despertador no sonó.

―Que no vuelva a suceder, señoritas ―respondió con profesionalismo, continuando con la clase que estaba impartiendo antes de nuestro entorpecimiento.

Tomé un sorbo de la bebida caliente, envolviendo mis dedos sobre el poliestireno mientras esperaba a que mi computadora iniciara el programa de la academia. Debido a la gran demanda de cafeína en la institución, estaba permitido ingerirlo en el aula siempre y cuando no estorbara la lección o la noticia llegara a oídos de los jefes.

En la escala de la felicidad del 1 al 10, Maggs era un 3 rotundo y solo porque tenía un vaso de té en frente de sus ojos. La muchacha apoyó la barbilla con la palma de la mano y soltó el quinto suspiro del día mientras tecleaba las pautas que estaba diciendo el profesor con una sola mano. Decidí tomar al toro del cuerno, escribiendo por el chat entre tanto tenía a la mira las páginas que señalaba el señor Ferguson.

          Aileen dice:

"¿Qué se ha metido en tu cabeza? Estás en estado emo desde que llegaste a la habitación anoche."

Reanudé mi atención a la clase cuando se envió el mensaje, suministrando tiempo para que conteste hasta que la burbuja apareció emergente.

          Maggs dice:

"Louis invitó a otra chica a la práctica de fútbol. Estuvo coqueteando con ella durante todo el rato e incluso se quitó la camiseta en frente de sus ojos. Yo tuve que pretender que no me importaba y sonreír cuando mencionó que mi frente estaba envejeciendo antes de tiempo con tantas arrugas, pero es lo que me gano por querer continuar como su amiga. No le tomes mucho pensamiento, Aileen, porque de todas formas es como me ve."

Me quedé en silencio por unos segundos, concibiendo el dolor de mi corazón con las palabras que aceptó como verídicas. Le escudriñé de soslayo para descubrir que estaba viendo al frente como si nada estaba sucediendo en su vida y me dispuse a presionar las teclas cuando un toque en la puerta provocó que examinemos con interés al ejecutor.

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