El viernes había llegado luego de una semana exhaustiva de exámenes cotidianos y actividades de una merecida recolección. Todo último año debía ganar dinero para realizar el viaje que la mayoría había planteado, sería en Ámsterdam.
Ámsterdam.
Pensarían que los seniors estarían emocionados por visitar la casa de Ana Frank, o el Museo van Gogh, pero para una ciudad en donde la legalización del cannabis es algo que en realidad existe, pueden apostar que la historia de Holanda es lo que menos les importaría. Está de más asegurar que iba a ser la única de mi salón con una búsqueda en el historial que empiece por «a dónde ir en Ámsterdam» sin terminar en «para comprar marihuana», pero eso no era necesariamente preciso en la leyenda.
Era extraño tener a un chico un año menor que nosotros escuchando nuestros planes de graduación, pero podía decir que a través de estos días todos parecían estar simpatizando con Patrick, lo cual incomprensiblemente me alegraba. No podía dictaminar cómo una nueva persona había entrado a mi círculo de amigos tan fácil, pero me alegraba de que estuviese usando esa extraña camiseta de Harry Potter.
―Voy a la terraza. ―Participé a mis amigas, tomando la laptop.
―¿Necesitas compañía? ―Maggie alzó una ceja.
Reí: ―¡No! Tranquila. Solo intento descargar Un Conejo sin Orejas, pero el internet en la terraza corre más rápido que Jesse Owens así que iré a nuestro lugar sagrado para hacerlo ―Viré los ojos con una expresión de burla, pillando una caja de Bagel Bites mientras me acercaba a la puerta―. Las veré en el lado oscuro de la luna. ―Moví mis manos, maniobrando con la portátil y la caja de minipizzas mientras me despedía de las muchachas velozmente.
―¡Mantén en bajo volumen lo que vayas a ver, pilluela!
―Que te den, Sarah. ―Cerré la puerta.
Me moví hasta la tumbona especial de la terraza, sentándome con cuidado a la par en que vigilaba que ningún adolescente escurridizo esté haciendo de las suyas con otro ser perfectamente capaz de fechorías. «Chelsea Dagger» de Fratellis me acompañó mientras iniciaba sesión en Dating Who, abriendo el paquete de supervivencia que traje conmigo a esta hermosa velada.
Tilín.
Y no podía ponerse mejor.
Una sonrisa se dibujó en mis labios, resbalando mi mirada del cielo para observar la pantalla con la emoción vibrante en mi ser: "Hardcox: Hola nuevamente, amiga de un amigo. ¿Has observado mi hermosa notificación en tu teléfono? He descubierto que existe un botón para avisar a cualquier dispositivo con el que te hayas registrado que estoy conectado. ¡Quién podría imaginar que tal genialidad sería pensado en esta academia!"
"LadyLigeia: Dime tus secretos, cuéntamelos todos, Maestro. Sin saber la existencia de esa opción, he intentado disimular la sonrisa que me pintaste cuando recibí la notificación. ¿Cuándo es que te has convertido en una de las cosas que más disfruto hacer, Hardcox?"
"Hardcox: Desde el primer día."
"LadyLigeia: Pretencioso."
"Hardcox: Así me quieren."
Torné a sonreír, poniendo en blanco mis ojos: "LadyLigeia: ¿Lograste entrar al equipo? Nunca respondiste a mi pregunta fitness."
"Hardcox: El «demonios, sí» es una forma de ponerlo. Amo los deportes, y no es de menos que el bastante groovy entrenador Maloney lo haya notado. Soy el mejor siendo el mejor, cariño, no hay duda o negación en ello."
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Dating Who
FanfictionAileen Parker estaba al tanto de que frases como «su toque me electrizaba» no tenía nada que ver con sentimientos apasionados, más que simple física y química. No pecaba de ignorancia sobre las mariposas que tantos adolescentes juraban sentir en sus...