Capítulo XLIV: Soy Batman.

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―Lo siento por no hablarte durante estos días ―Harry soltó un suspiro, caminando junto a mí en el campus con unos lentes de sol para ocultar su ojo amoratado―. Maloney se puso más estricto al enterarse que Eastburgh intensificó el entrenamiento, y la chica del martes me pasó la gripe así que no quería contagiarte. Se me puso un poco ronca la voz y Louis hacía burla de mí por eso.

―¿Entrenaste enfermo? ―Lo tuve a la mira, incrédula, atizándole un golpe en la frente―. ¡Tú, esperpento! Ese tipo de persona es la que termina en la parte trasera de un periódico.

Él rió―. De todas formas estabas pasando tiempo con el monigote de tu hermano.

―Y tú estabas siendo un jodido imbécil. Ayer saltaste al vacío con todo el asunto del partido, y anteriormente practicaste resfriado. ¿Qué sigue? ¿Meter la lengua en los tomacorrientes de tu habitación?

―No, decirte que en realidad tomé una foto de cuando estabas con el onesie y no planeo borrarla hasta el final de los tiempos. ―Carcajeó, con sus brazos detrás de la nuca mientras proseguíamos avanzando. Por poco le doy otro golpe―. ¿Irás al baile?

Le fulminé con los ojos, resoplando―: No estoy segura. ¿Tú?

―¿Crees que iría a un baile con un montón de parejas conociéndose luego de siglos en esa página de parejas? ―Se estremeció, con una expresión de aversión―. Definitivamente no es mi ambiente.

―Tampoco es el mío ―declaré, dando una ojeada al suelo mientras apretaba el borde de mi camiseta nerviosamente. La última cosa que necesitaba en este mundo era tener a Harry Styles burlándose en mi oído de mis recientes apreciaciones por las charlas virtuales con personas sin apariencia física conocida.

―Tal vez haga una visita a James en Haunted Fool. No lo sé.

Asentí, volteando los ojos a mi edificio mientras me despedía de Harry―: Tengo algo que hacer. Nos vemos, payaso.

―Nos vemos, nerd. ―dijo, entrando a Westside entre tanto rodaba los ojos.

Sarah preparaba nuestros vestuarios para la fiesta. Yo había insistido en usar una máscara de Batichica aun cuando mi rubia amiga no podía comprender la razón, así que un vestido azabache me estaba esperando para hacerle acompañamiento al antifaz, tan corto y esponjoso como para confundirse con Saul Hudson.

Hardcox me había escrito en la mañana; estaba igual de inquietado que yo. También nervioso. Pero al menos él no sentía ganas de correr hasta el zoológico más próximo y gritarle a un gorila como una lunática para luego devolver el desayuno encima de la anciana que pasaba por la izquierda en el momento erróneo de su vida.

No es como si yo sintiera ganas de ello, tampoco.

Carraspeé, negando con la cabeza―: Te dije que llevaría el traje negro, Sar. Nada rosado con perlas que parecen los dientes del condenado Ryan Seacrest.

―¡¿Cierto?! ―Saltó Maggs con una sonrisa, mordiendo su labio al segundo siguiente en un intento por disimular el gesto ante la mirada aniquiladora de la rubia asesina.

Yo continué, incorporándome de la cama al tiempo que no perdía de vista el chiste rosáceo―: Seguro está entre las mejores sonrisas de Hollywood, pero no planeo tener la mejor sonrisa de Hollywood rodeando mis pechos como si fuese una especie de ritual satánico de los pechos ―Balbucí de lo atropellado que estaba hablando, resoplando varias veces y señalando consecutivamente a la prenda. Mi boca ingenuamente no tenía suficiente con las cosas que lanzaba al exterior―. ¿¡Y por qué diablos hay perlas rodeando los pechos!?

―¡Vamos! No es tan malo. No quiero que luzcas como Emory en el baile.

―¡En mi defensa, Emory es una chica totalmente agradable! Me regaló un lápiz con dibujos de Winnie Pooh cuando estábamos en clases de biología el año pasado

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