Capítulo LV: Solo un segundo.

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―Llegamos.

Quité los audífonos de mis oídos, hundiéndome en el asiento con pesadumbrez. El setenta porciento de posibilidades de supervivencia recaían en realizar el engorroso castigo escuchando música hasta desangrar mis tímpanos; al menos Vampire Weekend conseguía alegrar el asqueroso día que me aguardaba. Mis ojos estudiaron la zona, sin reconocer el nombre de la calle o las contrucciones que la formaban. Lucía agradable, sin embargo, el deteriorado edificio frente a mis ojos parecía contrapesar el ambiente con sus ladrillos rojos y el aspecto de inmundicia corroída.

Resoplé, abriendo la puerta para ir a la entrada.

―Espera ―Mi hermano me observó con preocupación, deteniéndome―, sé cómo te sientes; mamá siempre me castiga a mí, ¿no es cierto? Pero debes tener claro que lo hace porque quiere lo mejor para ti. Es una cosa de madres, de aquellas que se preocupan por el bienestar de sus hijos. ―Reconocí el chispazo que había en sus ojos. Comprensión. Aaron genuinamente deseaba hacerme sentir mejor, y el pensamiento me consoló un poco, pero solo un poco.

―Seguro. ―Hice ademán de irme.

Él volvió a frenarme. ―El tiempo pasará rápido, te lo prometo. ¿Tienes batería en tu teléfono?

―Por completo. He traído dos cargadores y una batería de repuesto; estoy preparada para un apocalipsis zombie y una invasión alienígena. ¿Puedo retirarme? ―En algún lugar de mi subconsciente, me recriminé por ser tan tajante. Pero estaba encolerizada con la vida, y lo único que anhelaba era demostrarlo para hacerla sentir fatal. No tenía obligación de hacer una especie de servicio social. Había crímenes peores que el mío. Gente asesinando en la calle, terroristas fundando pánico en la vida de los misericordiosos, cuerpos de infantes putrefactos y vulnerados sin ser hallados. Aún así, debía desperdiciar toda mi tarde cuidando a alguien.

Bajó la mirada, con su mano afianzando el volante. ―Nos vemos, Crysta.

―Suerte con tu chica. ―Me despedí, cerrando la puerta del copiloto. Un muchacho fumaba un cigarrillo en las escaleras, incitando a que arrugue la nariz con repugnancia al pasar sin escapatoria por su lado, dando pasos tentativos a través del recibidor cuando mis ojos cayeron en el moribundo vestíbulo. Giré al escuchar a Aaron tocar la bocina del automóvil, agitando la mano antes de dispersarse de mi vista, dejándome oficialmente a mis expensas en este espeluznante lugar. Fantástico. Volví al frente, a sabiendas de que mi salvación estaba de camino a la FSU, lejos de mí por entero. Tú puedes hacer esto, Aileen. Inhalé profundamente, sujetándome de las correas de mi mochila con seguridad―. Buenos días, ¿el departamento de la señorita Myers? ―Con una hija casada y un exmarido lo sobradamente mayor como para hacer el papel de la vida de Jackie Chan, de señorita tenía tan solo el recuerdo, pero la susodicha prefería ser llamada de tal manera.

El recepcionista me inspeccionó con una ceja alzada, masticando chicle con una expresión muy aburrida como para importarle. ―¿Eres la niñera de Butter Bettis?

Intenté no reírme del nombre. Butter Bettis. Aclarándome la garganta, asentí con formalidad. ―Sí, soy Aileen Parker. Mucho gusto. ―Me presenté, concentrándome en la decoración de la sala mientras esperaba a que el chico hiciera la llamada. Parpadeé cuando depositó una llave sobre el escritorio de mármol, en silencio. ¿Qué significaba esto?―. Disculpe. Pensé que la señorita Myers estaba en su departamento; dijo que llamara desde recepción.

―Salió hace cinco minutos. El ascensor está dañado, así que tendrás que usar las escaleras, querida. ―Forzó una sonrisa y rodó la silla, mandándome el taciturno mensaje de largarme de su camino.

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