Capítulo LXXIII: 2+2=5.

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Nuestros pies comenzaron a moverse sincronizadamente, disfrutando de la compañía del otro mientras repasaba mentalmente las maneras de evitar pisar los pies de tu persistente compañero de danza.

―Así que ―Hardcox empezó, con un tono casual y charlatán―, ¿leíste mi preciado libro?

Arqueé una ceja, riendo. ―¿Publicaste un libro sin decirme, Hardcox? ―Bromeé, pero él me envió ese bufido de «sabes a lo que me refiero» que me hizo suspirar con una sonrisa ligera―. Es obvio que lo hice. Tampoco hace falta pretender que no leíste mi carta.

―Allá se van mis esperanzas de escucharlo con tu dulce voz. ―Tragué seco cuando dijo eso, echando un vistazo al suelo, o a lo que mi ardua experiencia de la vida humana suponía que era el suelo. Asquerosa oscuridad.

―Me gustó ―admití, asintiendo con la cabeza aunque no podía ver el movimiento. Tenía mis dientes sobre los labios, importándome un bledo el manchármelos entre la oscuridad―. Es bastante oscuro y depresivo, pero en realidad lo disfruté bastante.

Su lado nerd salió al aire en cuestión de segundos, casi como yo cuando comenzó a citar frases de mi novela favorita a diestra y siniestra. ―Es algo así como mi estilo ―dijo a forma de susurro―. Deberías leer 1984 y Fahrenheit 451. Son la misma onda distópica, con mentes brillantes y un futuro donde todas las personas están jodidas. Podrías ver las películas si así lo prefieres, pero no hay nada como empaparte en las palabras de Orwell y Bradbury.

«Suena adorable cuando está emocionado por algo», pensé con un retorcijón en el estómago.

Hardcox me hizo girar elegantemente, volviendo a detenerme con su brazo sobre mi cintura. ―Leí 1984 hace unos años. Está en mi estante de libros que no me importaría volver a leer.

―¿Ese es el caso? ―Se veía genuinamente hechizado por el hecho de que leía libros similares a sus lecturas―. Tonto de mi parte pensar que te incomoda lo perturbador. Con un nombre de usuario en honor a Edgar Allan Poe, no es de extrañar.

Reí como una damisela del siglo XVIII.

―Tengo una camisa. ―Hardcox prosiguió, haciendo otra vuelta para tener mi espalda contra su pecho en nuestro baile lento―. Dice «Gran Hermano te observa». Un poco siniestra, pero se vería completamente ardiente en ti. ―La respiración empezó a ser superficial, subiendo y bajando el pecho con nerviosismo hasta que Hardcox rió con su aliento cálido al lado de mi oído y agradecí por la distancia entre mi cuerpo y un electrocardiógrafo.

«De acuerdo. La sutileza es una palabra extranjera para él.»

―LadyLigeia... ―Entonces, estalló como un globo en la cara cuando tuvo la decencia de vacilar por unos segundos antes de liberar a la bomba atómica―. ¿Puedo besarte?

La pregunta me tomó fuera de base.

Un poco descolocada, dejé de bailar y me enfoqué en el ritmo de mi corazón para no echarme a llorar en este lugar a ciegas. Todo en mi cuerpo se sentía erróneo. Mis sentimientos, sobre todo. ―Lo siento, pero no. ―La bola lo agarró desprevenido a él, pero a mí también me impresionó la seguridad con la que se proyectó mi voz. Sentí el deber de darle una explicación―. Me gusta alguien. De hecho, creo que... Creo que estoy enamorada de esa persona.

Silencio.

―¿Lo conozco? ―preguntó con voz estrangulada, como si le doliera soltar esas palabras, pero se apresuró en quitarle la incomodidad al ambiente de un manotazo―. ¿O a ella? Hey, soy de mente abierta.

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