⚜️Capítulo 58⚜️

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Hay situaciones que se salen de tu control y no puedes hacer más que servir de espectador, sin poder evitar la consecución de los hecho, que está vez, terminarían en tragedia.

Al salir del cuarto de pánico, armada hasta los dientes con lo que allí encontré, me uní a la batalla y logramos neutralizar a los hostiles, que luchaban por ingresar a la oficina del general, por lo menos, para hacerlos retroceder.

En el proceso, nos dimos cuenta de que tienen rehenes, pues estos dejaron claro que no saldríamos ilesos de esta contienda, informándonos de paso, la situación en el piso de abajo. Algunos cadetes, hijos de militares importantes y al coronel Turner, aparte de algunos funcionarios de las oficinas también, se encontraban retenidos ahí. No han hecho exigencias, más allá de requerir la presencia de la ministra, cosa que no sucederá.

Mi prioridad en este momento es evacuar al general, para evitar que el numero de rehenes de importancia siga aumentando, así me toque dejarlo inconsciente para hacerlo, ya que se niega rotundamente a irse primero que todos, alegando que todavía puede luchar hombro a hombro conmigo, más si estoy pendiente de él, no me lograré enfocar en lo demás, y la situación requiere de toda nuestra concentración.

- Tu saldrás de aquí conmigo y si aún no lo piensas hacer, entonces no me iré - réplica por encima vez mi superior, causando que cierre los ojos para invocar a alguna entidad divina, en busca de calma.

Logré comunicarme con Carusso, ya que las dos primeras plantas fueron despejadas y hallaron el artefacto que nos mantenía incomunicados, más allá de la habitación de pánico, por lo que también se confirmó la situación de los rehenes.

El general sólo debe saltar por la ventana de su oficina, pues abajo hay un enorme colchón de aire a la espera de quienes puedan salir y dado que dos, de los tres hombres que lo cubrían salieron heridos, ahora sólo quedamos dos efectivos en esta planta, pero sé que pronto seremos más, y debemos dar apoyo para el rescate del Coronel y los demás.

- No me enviaras ahí afuera, para lidiar con Reyds y sólo.

- Te acabas de enfrentar a decenas de mercenarios y ahora le temes a un sólo hombre - espetó burlona pero este no se mueve un ápice de su postura.

- Alexander no es cualquier hombre y lo sabes Ross. Debe estar furioso con todo esto... - en eso estamos de acuerdo. Sé que estará como loco pero necesito hacer mi trabajo y la ministra y mi hija ya están fuera de peligro, por lo cual, ya puedo hacer esto de forma más objetiva, sin estarme recordando cada cinco minutos que a ella no le sucederá nada.

- Robert... ya estando todos fuera de peligro, puedo concentrarme mejor. Sabes que he hecho cosas peores...

- Sí, pero antes no tenías una hija y el padre de ella, no estaba a tu lado tampoco - el hombre tiene un punto ¿por que será que la conciencia nunca está de nuestro lado?...

Me frotó la cara ya un poco desesperada. Cuando retiro mis manos, mis ojos se agrandan de sorpresa. Por la misma ventana por donde evacuamos a los heridos, y pretendo que se lance Wells, ingresa un Alexander y se ve muy cabreado, sus ojos me traspasan de la ira que siente. De solo verlo, se me calienta el cuerpo, no olvidemos que eres una enferma, masoquista, que te calienta cuando lo ves como cavernícola.

- Tu... - escupe con los dientes apretados, señalándome con su índice y mi ceño se contrae en confusión ¿son ideas mías o está indignado conmigo? Esta más alterado de lo normal - tienes muchas explicaciones que darme...

- Pero no será ahora - le digo molesta, sospecho por dónde viene el reclamo y lo que me imagino, no me gusta para nada. Solo espero estar equivocada, esta vez - tenemos una situación de rehenes... así que guarda tu veneno hasta que solucionemos todo esto y ya después me rezas el credo, si te lo sabes...

La leyenda de escarlata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora