⚜️Capítulo 37⚜️

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Después de terminar con la reunión, fuimos a comer, ellos como siempre se sentaron todos juntos y yo, espere a mi rubio favorito en nuestra mesa aparte.

Me encanta pasar el tiempo con él, o tener una excusa para no compartir con nadie más, ¿se puede matar a la conciencia? Por qué la mía no es que haga muchos aportes de provecho.

El reloj avanzo y William no se presento. Se me hace extraño al ver a Johnson y no a él, pero cuando me acerco a preguntar, su secretario me dice que está ocupado en su oficina, ya que durante la semana pasada se había acumulado mucho trabajo.

Compro un almuerzo extra y una Coca-Cola que es su favorita, y decido que si él no viene a comer, yo le llevo de comer. Es lo menos que puedo hacer, pues desde el día que salió de retención, no nos hemos vuelto a ver, supongo que por trabajo. Y no por que no quisiera.

Llegó al edificio administrativo y el guardia me deja pasar. Johnson me cedió las llaves de su oficina, ya que para llegar a la del coronel, hay que pasar primero por la de su secretario. Ingreso y dejo el seguro puesto.

Me acerco a la puerta de la suya y lo veo sentado en su escritorio con la vista perdida en unos documentos. Se ve tan bien con ese uniforme. No lleva la cazadora y por el clima, solo tiene la camiseta de mangas cortas, dejando a la vista su musculoso dorso, el cual se percibe sobre la tela.

Su ceño está marcado por la concentración, el lápiz que tiene entre sus labios es mordisqueado, mientras sus ojos se desplazan audaces por la hoja en sus grandes manos. Suspiro ¿Cómo no me di cuenta de que este hombre me gusta? ¿Quizás por que amas a otro? Añade mi conciencia, y debo admitir que decidí pasar por alto esos detalles.

Sonrío sin poderlo evitar, pensando en hacer una travesura. Me regreso a la oficina de Johnson, compruebo que la puerta esté bien cerrada y con todo el sigilo que puedo, me desnudo quedando en un conjunto de ropa interior de encaje verde militar. Me suelto el cabello e ingresó a su oficina, desidida a darle a mi cuerpo lo que me pide, sexo.

- Hola - digo desde la puerta, captando su atención al instante, con una bella sonrisa que se desvanece en cuanto sus ojos me encuentran. Estos se desplazan por mí anatomía, mientras que yo me acerco lentamente a su posición - ¿estas muy ocupado Will? - inquiero cuando llegó a su lado y acomodo la silla para sentarme a horcadas sobre él, quien aún no sale de su mutismo.

- Para ti... nunca hermosa - contesta al fin en susurros, con los ojos anclados a los míos mientras sus manos recorren mis muslos desnudos y yo puedo sentir como algo va cobrando vida en sus pantalones. La piel se me eriza en anticipación y le doy el primer beso. No muy largo pero si profundo.

- Eso es muy bueno - respondo en el mismo tono sugerente y mis manos empiezan a hacerse espacio bajo sus prendas, su piel es tibia, suave pero firme, así como lo es él. Le beso la mandíbula y bajó por su cuello. Sus manos ya amasan mi trasero con firmeza apretandome hacia él. Muevo mis caderas sobre su erección ya completa y me prenden los jadeos que salen de su boca.

- ¿A sí...? ¿por qué? - sonrío con malicia. Sin dejar su cuello, alcanzó el cinturón de sus pantalones. Lo deshago, al igual que el botón y la cremallera, para introducir mi mano y tomar su masculinidad con ella.

- Por qué estaba pensando... - le doy un beso en la clavícula, escuchándolo respirar hondo. Mis manos trabajan en sus pantalones y su miembro, hasta que lo libero de su prisión por completo - que tenemos días de no vernos... - levanto su camiseta, hasta sacársela por la cabeza, apreciando con mis ojos al fin, toda su perfecta anatomía. Y no pienso desperdiciar ni un poco. Beso sus pectorales, arrastrando mi lengua por los planos pezones, sintiendo como mi centro se moja - y tienes mucho trabajo aquí... - desciendo con besos y suaves mordidas hasta su abdomen, donde también recorro sus músculos con mi lengua, este hombre está como quiere, por fin estamos de acuerdo - y como ya pasaron mis días rojos - le doy una lamida a su ombligo - podríamos usar no sólo mi boca - el gruñe de excitación. Me levanto y me quito el sujetador, dejando mis pesados pecho a su vista, los tomó con mis manos y los aprieto amasandolos, perdida en la sensación - ¿Entonces Will? ¿Que dices? - tiró de mis duros pezones y gimo cuando una descarga llega a mi sexo.

La leyenda de escarlata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora