⚜️Capítulo 65⚜️

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Y quien se arrepintió no fue él. Debo admitir que ahora entiendo mejor a Fiore cuando decía que a pesar de amar a una persona, hay cosa que te ponen a dudar. Y no hablo de que sigue llevándome la contraria en algunas cosas, o de que pretenda escoger mis amistades, o de que prácticamente me obligará a vivir con él.

A pesar de que tuve una rápida recuperación, tuve que hacer rehabilitación física, pues al despertar descubrí que estuve inconsciente casi un mes, y que por petición de Alex, dejaron que me recuperará en casa, pero estábamos lejos de Washington y no era seguro trasladarme hasta allá. Aún así agradecí no tener que despertar, en una fría habitación de hospital.

El doctor que me atendió fue Alan Black. Por casualidades de la vida, su familia también tiene una propiedad campestre en la misma zona que los Reyds. Iba llegando cuando vio la ambulancia a medio camino, pues Sally los intersepto al ver el vehículo médico en la carretera y Black al verme, se ofreció a atenderme, al llegar al hospital. Es un médico de prestigio y con la intervención de la ministra, no tuvieron peros para dejarlo operar con libertad.

La bala alcanzó a dañar un pulmón, de hay que fuera tan grave la pérdida de sangre y que me faltara el aire, por lo que también es de agradecer mi falta de conciencia, ya que estuve con respirador artificial dos semanas, antes de poder hacerlo de forma espontánea. Max ya no estaba en Washington pero hicimos una video llamada, para que viera que al fin desperté. En total dure fuera del equipo casi dos meses.

Ahora lo que me agobia es la fecha de la boda y nuestra hija. Por lógica decidimos que nos casaríamos después del matrimonio de Carusso y Croft. Después de mi ya cercano cumpleaños y obviamente del de nuestra hija. Pero fecha definitiva, no tenemos y ya Katherin me tiene espantada con los preparativos; que si la iglesia, que si el salón, el banquete, el vestido, el encaje, la decoración... y eso sin tocar el tema de el cumpleaños de Emma.

De solo recordarlo, me dan ganas de recoger mis cosas, buscar a mi hija, y volver a desaparecer. Es demasiado abrumador y según ella, por tradición debemos elegir todo personalmente pero somos comandantes y tenemos una niña, lo que significa que tiempo para esas cosas, no tenemos o no queremos tener. Por que he de acotar, que Alexander se lavo las manos diciendo, que esas son cosas de mujeres. Como si esa fuera una definición adecuada para Scar Ross.

- ¿Por qué estas despierta a esta hora? - como siempre doy un bote del susto y giro el rostro para verlo de la peor manera. Alexander simplemente sonríe y se acerca a mi. Se posa entre mis piernas, aprovechando que estoy sentada en la isla de la cocina y contrae el ceño viendo lo que estoy comiendo - ¿nútela? - inquiere elevando una ceja. Sumo los hombros.

- Me empezó a gustar durante el embarazo - comentó y me llevó a la boca un poco - ahora la cómo de vez en cuando y me desperté hace poco. No pude volver a conciliar el sueño, así que vine a ver que podía comer y al verla, me provocó - asiente, escrutando mi rostro y después mete un dedo en el bote.

- A mi me gusta con todo, pero así sabe mejor - ven que siempre hay una explicación lógica para todo. Sonrió negando.

- Lo sé. La probé en todas sus versiones y sólo así podía comerla al final - reconozco - y también me gustaba la crema en el café. Eso sí que fue raro - sube las cejas y se lleva otro poco de nútela a la boca. Sigo el movimiento con la mirada y cuando retira sus dedos, descubro una mancha en la comisura de su boca, lo que me hace relamerme los labios. Dejo el tarro a un lado y tomó su cara entre mis manos, embelesada con su boca - pero creo que acabo de descubrir cómo sabrá mejor - paso mi lengua sobre la crema y gimo en aprobación, mientras Alex sonríe de lado y acaricia mis piernas desnudas - sip, definitivamente, así me gusta más.

La leyenda de escarlata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora