• Crecer •

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- Jeremías, ¿Podrías no correr acá? Te lo he dicho ya. -dijo la rubia cruzada de brazos, dándole una mirada retadora al niño de 10 años.

- Lo siento mami. -se disculpó.

- Está bien, ve por tu hermana.

El niño corrió por el gran pasillo y la rubia rodó los ojos negando.

- ¡Sin correr! -exclamó.

Jeremías rápidamente paro de correr y empezó a caminar normalmente, al cruzar el pasillo cuando la rubia ya no podía verlo, volvió a aumentar el pasó con una sonrisa.

La rubia sintió dos manos alrededor de su cintura y sonrió.

- Algunas veces odio que tengas tanta ropa cubriéndote. -murmuró el pelinegro en su oído. Ella soltó una risa negando y beso su mejilla.

- Yo también. Es muy incómodo esto. -hizo una mueca.

- Lo imagino, pero lamentablemente así debe ser.

- Quisiera poder cambiar eso. ¿Por qué no lo hacemos?

- Recuerda que lo hemos considerado pero pasa que a tu hija le encanta usar estos extravagantes vestidos.

Ella asintió.

- Es cierto. Pues creo que así será siempre... -se encogió de hombros.

- De igual forma luces preciosa, como siempre. -el murmuró con una sonrisa.

Betty besó sus labios y escucharon algunos gritos y la risa de una chica tras ellos. Se separaron y vieron al pequeño cruzado de brazos, con una mueca de molestia.

Y junto a él, su hermana mayor quién lucía un gran vestido de colores azules y verdes en tonos claros con estampados florales. Su nombre era Giselle y tenía 16 años.

- ¿Que pasa? -preguntó Betty al ver la cara del niño.

La chica apretó sus labios evitando reír y el niño habló.

- ¡Me está molestando! -exclamó y ella soltó una risa. Al igual que ella, Jughead también evitaba reír al ver al niño.

- No peleen, y deja de molestar a tu hermano. -ordenó la rubia seria y dió media vuelta. Negó al ver la mueca del pelinegro. - Y tú deja de burlarte de tu hijo. -dijo seria y el asintió con una sonrisa.

Los cuatro caminaron juntos hasta el jardín en la parte trasera del gran castillo. Frente a ellos había una gran fuente y un poco más alejada de esta un pequeño lugar donde había una mesa y cuatro sillas a su alrededor.

Dos señoras algo mayores llegaron tras ellos y al ver que cada uno tomó asiento en una silla, dejaron comida en la mesa.

Dos tazas de café, una de té, galletas con chispas de chocolate recién sacadas del horno y algunas frutas.

- Mamá, aún no entiendo cómo prefieres beber té y no café.

- Ni yo. -admitió el pelinegro. - Siempre ha sido así. -habló de la rubia, dirigiéndose a su hija.

- Odio el café, se los dije.

- Estas galletas... -murmuró el pelinegro menor mientras masticaba. - Están muy ricas. -admitió, con su boca llena de estas.

La pelinegra menor hizo una mueca al ver a su hermano y negó.

- Jeremías. -lo retó su padre. - ¿Que te he dicho? No hables mientras comes. Es de mala educación.

- Oh, cierto... -el chico murmuró aún con comida en su boca. La rubia soltó una risa y Jughead rodeó sus ojos.

- Es un caso perdido. -murmuró su hermana divertida.

Once upon a time || One shots Bughead y Sprousehart || • +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora