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Blair intentaba recordar cómo respirar, no podía hablar, no volteó hacia sus padres, sino a su hermana, quien no paraba de llorar. La vio de forma severa para que no se atreviera a correr y ofrecerse voluntaria. Su nombre rebotaba por las paredes del cráneo. Sus padres se abrazaban, conteniendo las lágrimas. Comenzó a dar pequeños pasos hacia el escenario. Ginebra fue la primera en levantarse, nadie aplaudía, nadie murmuraba, era mejor que fuera una joven a un niño que apenas había entrado a la cosecha. Pero le regalaron su silencio: la mejor forma de demostrar inconformidad, su desacuerdo y el nulo apoyo que mostraban, que todo estaba mal.

—Ven aquí— susurró la rubia, su esposo le extendió la mano para ayudarla a subir.

Subió a tientas bajo la atenta mirada de todos. Ginebra le besó ambas mejillas, tomó su mano y, tanto ella como su esposo, levantan las manos en alto, como si estuvieran orgullosos de que saliera sorteada. Porque para el matrimonio era toda una hazaña seguir siendo parte de ello, eran conocidos por involucrarse enserio con los tributos. Para la castaña parecía ser una eternidad. Kiara parece consciente del espectáculo que siempre montan esos dos, porque les da tiempo que suelten a la tributo antes de retomar la palabra.

—¡Qué día tan emocionante! — dice, Blair lo creyó por un momento—. ¡Pero todavía queda más emoción! Ha llegado el momento de elegir al tributo masculino— no finge el entusiasmo, o al menos no la exagera. A la castaña no le da tiempo a recorrer el público con la mirada porque escucha el nombre luego de que Kiara vuelve al podio—. Evan Flint.

Lo observó avanzar hacia el escenario: más castaño que ella, ojos azules, orejas puntiagudas y nariz grande. Lo conocía, también eran su última cosecha. Recibió el mismo trato que ella. En la cara se le notaba la conmoción del momento, tenía semblante serio, al igual que ella, solo que él no tenía que girarse para reprender con la mirada a algún hermano, pues era hijo único. En sus ojos azules se veía la preocupación. Subió con paso firme y ocupó su lugar a lado de la joven. Blair le tomó la mano de forma inconsciente.

Kiara Clayton pidió voluntarios y nadie dio un paso al frente. Es normal, no era un Distrito dondese acostumbrara a enviar voluntarios, eso lo hacían el 1, 2 y 4, losprofesionales. El alcalde empezó a leer el largo y aburrido Tratado de laTraición como hace todos los años en este momento, ya que es obligatorio, perola joven no lo notó, estaba más concentrada en el leve masaje en su mano. El alcaldeterminó de leer el lúgubre Tratado y pide a los tributos que se den la mano, salvo que se sorprende por verlos agarrados de la mano, así que aprovecharon el momento para verse a los ojos y sonreír. Se miraron a los ojos y sonrieron. En eso inició el himno de Panem.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora