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—Creí que ya habías partido.

—No me podía ir sin ver a la Reina— Finnick la abrazó antes de entregarle un ramo de rosas rojas y blancas.

—Odair, no debiste.

—Este nuevo camino es difícil, no tienes que recorrerlo sola.

—Tengo a Taxon y Ginebra.

—Mi número está ahí, por si quieres hablar.

—Muchas gracias, un placer.

—El placer es todo mío— le besó el dorso de la mano.

—Ya me tengo que ir, pero te llamaré en cuanto me instale— hizo una leve reverencia antes de salir de ahí.

***

Pidió a Taxon que hablara con su familia, no los quería en la estación cuando llegara, sino que los esperaran en casa del matrimonio. No pegó ojo en todo el viaje porque, cuando comenzaba a dormitar, las imágenes del cuerpo de Evan aparecían ante sí y no quería lidiar con ello, no ahora que vería a su familia luego de tanto. Apenas dos tres semanas, sentía que llevaba toda una vida lejos de ellos. Apenas llevaba una pantalonera y una sudadera holgada, no quería verse tan desaliñada, solo cómoda.

Decidió guardar las cosas de Evan para dárselas a sus padres. Le ponía nerviosa ese reencuentro. Ginebra insistió que debía dormir, las orejas comenzaban a pronunciarse. Blair declinó de inmediato, sus pensamientos estaban concentrados en que por fin vería a Elena. Probó un poco de la basta cena que les llevaron y solo por la insistencia de la rubia, terminó uno de tres platos. Sabía que debía guardar la compostura hasta que las cámaras se fueran, por tanto no quería a sus padres ahí, para que no se hicieran públicos.

—Ha sido espectacular, me gustó cómo manejaste las cámaras— la abrazó Kiara—. Te mandaré un catálogo para hacerte llegar mis nuevas creaciones.

—No me los perdería por nada.

—Vamos, debes dormir— le incitó—. Yo volveré, tengo un esposo que espera por mí.

—¿Tienes mi número?

—Linda, tú necesitas mi número para sobrevivir todos estos días.

—Nos veremos en la Gira de la Victoria.

—No comas ansias, te llamaré cuando te consiga más portadas para que nadie te olvide— le entrega algunas para que se aprecie—. Te amo, seguimos en contacto.

—¿Es aquí?

—Sí, seguro ya terminaron de amueblar tu casa— dijo Ginebra.

—Anda— Taxon le dio un leve empujón para que entrara, pero no hizo falta, su madre fue la primera en salir corriendo a su encuentro, ambas mujeres se fundieron en un abrazo, la matriarca se repetía un y mil veces que se trataba de un sueño, pero Blair comenzó a llorar descontroladamente, era como si la realidad la golpeara de repente, cuando su madre la soltó para inspeccionarla mejor, esta comenzó a hablar de forma apresurada.

—Te juro que lo que sea que hayas visto en la televisión, no cambia quién soy. Sigo siendo tu hija, te amo, yo no quería, te juro que...

—Lo que hiciste allá, no te define como persona— la tomó del mentón para obligarla a que la viera—. Era tu instinto de supervivencia, nada más.

—Yo, lo maté— se desplomó en el suelo para seguir llorando, Elena corrió a tirarse a su lado para abrazarla, se aferraba a sus brazos.

—Estás aquí— sollozó Elena.

—No me voy a ir jamás— trataba de controlarme por ella.

—Blair— la llamó su padre. Se puso de pie y avanzó hasta él, quien la recorrió con la mirada antes de derramar lágrimas silenciosas—. Creí que te había perdido.

—Mírame, aquí estoy— se colgó de su cuello y comenzó a llenarla de besos—. Gracias a ti fue que gané los Juegos, todo eso te lo debo a ti.

—Eres una gran mujer, no dudes de tus capacidades.

—Vamos adentro— intervino su madre—. Hice comida.

***

Acababan de entregarle las llaves de su Mansión nueva, pero no fue al encuentro de sus padres, ni a casa de sus mentores, sino que bajó a una de las calles aledañas, en otra dirección. Tocó a la puerta con temor y le recibió una mujer alta y delgada, de mirada profunda e intimidante, todo lo demás era bastante parecida a él—. Buenos días.

—¿Qué se te ofrece?

—Venía a darle mi más sincero pésame.

—¿Sincero, dices?

—Por supuesto, amaba a su hijo y...

—Sí, lo dejaste tan en claro cada que podías.

—Incluso en el último momento.

—Antes de que lo mataras.

—¿No le han traído el cuerpo? Ordené que trajeran varias flores para el velorio.

—El que hayas ganado, no significa que puedas decidir sobre él.

—Solo intentaba ayudar.

—¿Y cómo planeas hacerlo? Casi le revientas la garganta.

—Evan y yo nos amábamos y usted lo sabía, no pienso permitir que me falte al respeto de ese modo.

—¿Cómo esperas que respete a la asesina de mi hijo?

—¿Qué espera que haga para que me perdone? — sollozó mientras se arrodillaba con súplica ante la mujer—. ¿Que le implore? ¿Que llore hasta morir por deshidratación? ¿Que les regale la casa a usted y su marido?... — no pudo seguir, la mujer la había abofeteado con fuerza—. Perdóneme, se lo imploro.

—Vete de aquí.

—Señora.

—¡Largo!

—Perdón, no volveré a importunarla— le azotó la puerta en la cara, la joven se levantó con mucho esfuerzo, porque le dolía ya no ser bienvenida en un lugar que consideraba su segundo hogar.

—Niña. Sacúdete, el suelo no es lugar para una vencedora.

—Señor— se secó las lágrimas a prisa—. Perdón, creí que estaba en el bosque.

—Normalmente te encuentro a ti y a tu padre.

—Lo lamento, ha sido una semana difícil.

—Te entiendo— la abrazó de forma paternal.

—Gracias.

—Eres lo mejor que tengo.

—No diga eso, aún tiene a su esposa.

—Muerta en vida desde la muerte de Michael.

—Las cosas no mejoran ahora que perdimos a nuestro único hijo.

—Perdón.

—No lo lamentes, no es la forma en que esperaba que acabaran las cosas, pero quédate con la casa, piensa que ahí podrás criar a tus futuros hijos.

—No quiero una vida si no es con él.

—Eres joven, cariño, llegará alguien que te haga cambiar la perspectiva.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora