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—Hora de levantarse— entró Taxon y les habló en un susurro, ella fue la primera en despertar.

—¿Descansaste?

—Espero que tú sí.

—Sí— sonrió con nostalgia.

—Ten, bebe esto— dijo entregándole un vaso y unas pastillas—. Vitaminas.

—Gracias— dijo al pasarlas.

Los últimos preparativos se harán en las catacumbas, así que se puso una bata. Van al tejado y un aerodeslizador aparece de la nada, ambos escalan antes de que jalen la escalera hasta subirlos. Una mujer con bata le toma del brazo para ponerle el chip rastreador. Los conducen hasta una habitación donde ya les habían servido el desayuno, comieron durante la media hora que duró el trayecto. Taxon guardó una gelatina para que comiera mientras la preparaba. Su mentor le ayudó a bañarse, no estaba cansada, sino melancólica, como si diera la batalla por perdida.

—No te muevas, ya casi acabo. Kiara me enseñó a hacerte la misma trenza.

—Lo mataron los del 2.

—¿Qué?

—Sé que nos has visto en la azotea, Evan cambia de actitud cuando ya debemos bajar y es porque te vio.

—No tienes por qué hablar de esto, no ahora.

—No sé si sobreviva a los Juegos— sollozó—. Michael vino, hace tres años y lo mataron los del 2.

—Por eso los rechazaste.

—Lo hice porque Evan quería tirarles los dientes.

—No te quería lastimar.

—El daño ya está hecho— suspiró—. Ahora nos enfrentaremos al desierto y solo uno de los dos saldrá con vida. Espero que él, es quien debe cobrar venganza y no yo.

—¿Por qué dices lo del desierto?

—Son colores arena, con oscuros el sol me comería.

—Eres muy perspicaz.

—Gracias.

—Debes volver tú, yo sé que te duele que no pueden volver los dos, pero mantente con vida.

—Trataré.

—No tratarás, ¡lo harás! Porque no me esforcé en crear gente mediocre estos días, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Ahora come tu gelatina, se va a enfriar.

—Claro, porque sabe mejor cuando está caliente.

—Tú no sabes de gelatinas.

—¿Un último consejo?

—Recuerda esperar el tiempo oportuno para bajar de la plataforma y no te quedes al baño de sangre.

Terminó de comerse su gelatina. Taxon la puso de pie y hacerla girar para darle un último retoque. Pantalón ceñido, sin cinto, camiseta blanca y una camisa de botones en color beige, tenis cómodos, sencillos y en negro. No llevaba nada más. Estaba segura que había entregado el emblema de su familia a Ginebra, era la encargada de entregarlo a sus padres si no sobrevivía a la arena; además de que sabía que ambos, tanto Evan como Blair habían hecho muchos encargos a su mentora. Abrazó una última vez a su mentor antes de que una voz femenina les anuncie que ha llegado el momento del lanzamiento.

Se separan y él seca sus lágrimas, le aprieta las manos con fuerza para transmitirle eso: fuerza. Un cilindro de cristal los obliga a separarse. Ella asiente con una sonrisa y cambia su semblante por uno serio. Se quedó quieta y el cilindro comenzó a elevarse, se quedó a oscuras alrededor de quince segundo, después una placa metálica sobresale del cilindro y la brillante luz del sol intenta cegarla. En eso se escuchó la inigualable voz del legendario Claudius Templesmith:

—Damas y caballeros, ¡que empiecen los Sexagésimo Novenos Juegos del Hambre!

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora