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—Bien, para las entrevistas deben encantar al público, no me interesa si Snow no se lo cree— dijo Kiara—

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—Bien, para las entrevistas deben encantar al público, no me interesa si Snow no se lo cree— dijo Kiara—. Él no pagará los regalos, será alguien del público, algún millonario dispuesto a quedarse en bancarrota por ustedes. Tampoco quiero que se conviertan en los nuevos sex symbol del Capitolio.

—Continúa Kiara— susurró Blair terminando de calzarse los tacones, en casa no había ocasión para usarlos, así que no era diestra en ello.

—¿Te ayudo? — se acercó Evan.

—Estoy bien— dijo cuando por fin se paró.

—Puedo fingir ser Caesar y hacerles las preguntas.

—No bajes el mentón— Ginebra la enderezó con una vara.

—Tampoco te encorves— dijo Taxon, Evan terminaba de anudarse la corbata como su mentor le había enseñado.

—¿Esperan que estemos listos en un par de horas? — inquirió Blair mientras caminaba en círculos.

—Por lo menos presentables— dijo Taxon encogiéndose de hombros.

—No puedo creer que corras de aquí para allá con tacones más altos que estos— se quejó antes de seguir la marcha.

—No soy tan despampanante como Effie Trincket, créanme, ella tiene al Capitolio en su mente, salió de los distritos, al igual que nosotros y ahora es un capitolino más.

—Suena a que es irritante— Blair hizo cara de asco.

—Sí la conoces— dijo Evan—, es la de voz chillante que estaba con los de trajes de mineros.

—¿Podemos continuar? Aun te falta lo del vestido.

—Sé usar vestidos.

—No los llamativos que pongo para las entrevistas— sonrió Kiara.

—¿Va a ser así de despampanante?

—No, cariño, tu noviecita irá sencilla, a juego contigo, como debe ser, y ambos portarán corona, como los reyes de la noche.

—Alguien ya se proyectó— se burló Ginebra.

—Bien, no confirmarán o negarán nada— dijo Taxon—. Seguirán con su química tan inigualable, saben llamar la atención sin proponérselo. No usen la carta de llevar la entrevista como si se tratara de una conversación entre amigos, ya que todos apostarán por cuánto duran en la arena.

—Pueden ser encantadores— dijo Ginebra—. Sean esos chicos alegres que saludaban en el desfile.

—Porque en verdad se veían muy bien— dijo Kiara.

—Eso lo lograste tú— sonrió Blair.

—Claro que no— se sonrojó—. Ustedes hacen muy buena dupla.

—Bien, seamos los encantadores que se ganarán a todos los patrocinadores— dijo Evan, se quitó la corbata y se la puso a la castaña, esta se la acomodó en la cabeza, a la altura de la frente, se quitó el vestido para mejor movilidad.

—Póntelo— sonrió.

—Es rosa, no queda con mi tono piel.

—Pero sí con tus ojos.

—Sí, yo debería llevar el vestido— dijo poniéndoselo.

—¿Deberíamos practicar con el vestuario?

—¡No! Lo van a arruinar— dijo Kiara poniendo una mano a la altura de los hombros para alejarlos como si ya los tuviera en la mano.

—Por eso digo que nos sorprenderemos junto con el público— dijo Blair.

Se supone que solo los estilistas y su equipo se hacen cargo de los tributos para dejarlos igual o hasta más relucientes que en el desfile. Taxon y Ginebra se aseguraron de que quedaran listos. Su piel quedó aperlada y brillante, dibujaron en sus brazos algunas ramas tenía mechones dorados, brillosos cuando ondeaba su cabello. Blair abrió la boca de asombro, en realidad no podía creer que fuese ella la que yacía parada frente al espejo.

Se calzó los tacones y entonces apreció mejor su atuendo completo: vestido en verde azulado, en tono metálico, cerca de las axilas y en la parte baja de la falda había retoques dorados y rosa cobrizo, con un cinto formado por corazones, falda dividida desde el cinto hasta abajo para que se apreciara una de las piernas por debajo del encaje que unía ambas partes. Un verde increíble, casi hipnotizante, la joven soltó algunas lágrimas de la emoción y volteó a verlos a todos, Ginebra asentía con la cabeza, Taxon le sonreía y Kiara solo le hizo señas para que se agachara un poco y así colocarle la tiara: enredaderas doradas que casi se unían, esa parte en la frente.

—Te ves preciosa— le sonrió Evan desde la puerta.

—Y tú no te ves nada mal— devolvió la sonrisa.

Su traje era en el mismo tono, sin camisa, pero con encaje para que cubriera su torso desnudo, en las solapas del cuello, en los puños y en su cinto estaban los detalles dorados, su cabello castaño oscuro también tenía esos rayos, eran más notorios que los de su compañera, salvo que él debía moverse el cuero cabelludo para que se notara mejor el juego. Evan la abrazó y todos gritaron de la emoción. El vestido era tan manejable, no había necesidad de levantar la falda para caminar, incluso tenía bolsillo, ahí escondió las manos para tratar de ocultar su nerviosismo.

—Todo listo para la entrevista— dijo Kiara.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora