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—¿Y dices que solo comenzó? — dudó Evan.

—Sí— Sandy tuvo que alzar la voz.

—Tal vez creen que van a durar muy poco los Juegos.

—Solo quedamos diez— informó Sandy.

—Como sea, no quieren que nos matemos todavía— dijo Evan—. O las apuestas van bien y quieren mantenerlo en tensión.

—Apuesto por lo segundo— dijo Sandy.

—Tendremos un día tranquilo— dijo Blair—. Lo más importante es qué nos espera cuando salgamos de aquí.

—Los del 5 nos están cazando— dijo Evan.

—Yo creo que los del 1, siempre son ellos los que eclipsan al resto.

—Pero no tenemos señales de que ya se hayan juntado con sus respectivos compañeros de Distrito.

—El del 9 buscaba a su compañera.

—La del 6 está sola.

—Somos todos, creo...

—¡Tortolitos! — los otros dos se callaron—. Sí que se pierden cuando se les da cuerda.

—Perdón, ¿qué ocurre? — dudó Evan.

—¿Aun sobra comida?

—Claro que sí, toma la que gustes— sonrió Blair— tal vez ya deberías dormir.

—No...

—Sí, anda, no fue pregunta— dijo Evan.

—Anda, en cuanto pare la tormenta que saldremos de aquí— dijo Blair. Sandy se acabó la serpiente y pronto se metió en el saco.

—Ya estamos más cerca del final— sonrió Evan, se sentó junto a la entrada y ella imitó la acción, solo que entre sus piernas y recargando la espalda en su pecho, él la abrazó y aspiró su aroma.

—Desearía que por fin nos fuéramos.

—Casi saboreo la victoria.

—¿Qué harás cuando regreses?

—¿Qué haremos? Creo que ya lo había dejado claro la otra noche, en la azotea.

—Evan, sabes que solo uno puede volver.

—No pensemos en lo negativo, no ahora que por fin te tengo entre mis brazos— suspiró Evan—. Casi parece un sueño.

—Sí, así se siente— sonrió a la nada.

—¿Qué me dices de tu brazo? ¿Aun duele?

—No, tengo al mejor médico de todo Panem.

—Y yo tengo a la chica más hermosa.

—Solo no me pidas matrimonio ahora— se carcajeó, luego recordó que su amiga yacía dormida a lado y se tapó la boca.

—Me falta el anillo— hizo un leve puchero.

—Hoy no ha muerto nadie— volvió a la realidad.

—No escucharíamos con todo el terregal de afuera, de todos modos.

—Te diría que bailemos bajo la luna, como tanto te gusta, pero aun no llega.

—¿Y arriesgarnos a que los párpados se nos cierren por la arena?

—Tu rostro sería lo último que veré antes de quedarme ciego...

Sus palabras se vieron interrumpidas por el sonido de dos cañonazos. Ambos tomaron de nuevo las hachas y salieron a campo abierto, un poco alejados de la cueva, para estar seguros que en verdad estaban solos, pero no había nadie cerca, antes de volver, se escuchó un tercer cañonazo, así que corrieron alejándose un poco más. Ya cansados, se detuvieron un momento a recuperar el aliento. El himno apareció y aparecen los rostros de los tributos del 5 y del 6.

Pero no volvió el himno, sino que las trompetas sonaron, descartaron la idea de pronto, no irían al banquete, aun les quedaba un cuenco de comida y tenían la espita para el agua, no había necesidad de asistir. La voz de Claudius Templesmith retumba el cielo felicitando a los siete restantes, no es una invitación, han cambiado la forma de ganar los Juegos, la regla esencial que dice que solo uno puede salir de la arena. Según la nueva regla, los dos tributos del mismo distrito se declararán vencedores si son los últimos supervivientes. Claudius hace una pausa, como si supiera que no lo estamos entendiendo, y repite la regla otra vez.

—¡Podremos volver los dos! — exclamó Evan antes de tomar las mejillas de la castaña y besarle con pasión.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora