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Los siguientes días pasaron la mayor parte del tiempo en la estación de nudos, parecía que nadie quería estar ahí porque les parecía inútil. El instructor disfrutaba de enseñarles todo lo que sabía. Blair parecía tranquila para el temor que crecía dentro de ella. Enobaria tenía fama de sádica y siempre entrenaba de la misma manera a sus tributos. Cada que viajaba en su mente, el chico le estrechaba la mano entrelazando sus dedos para calmarla. Se acercaron los del 4, la castaña no dejaba de verlos, claro que eran expertos en hacer nudos, después de todo se trataba del distrito pesquero.

—Tengan, es un regalo de Mags— dijo el chico entregando una flor hecha de nudos.

—Gracias— dijo Blair asintiendo con la cabeza.

—No significa que vayamos a ser aliados— dijo Evan adelantando a la castaña.

—Claro, nuestro mentor quiere llevar la fiesta en paz— dijo la chica.

—Y así se hará— dijo Blair sonriendo de forma genuina, sabía que Finnick, Taxon y Ginebra de verdad eran amigos.

—¿Nos vemos en la comida? — preguntó la chica.

—Claro— dijeron los del 7.

Aprendieron lo básico en trampas, refugios. Blair destacó en el lanzamiento de cuchillos, Evan se divirtió con la espada y trató de seguir con el tridente. Ambos pasaron por el arco y flechas, pero no eran tan pacientes. Tomaban desayuno y cena en el apartamento, la comida era en la misma sala de entrenamiento, la comida era llevada por carritos apostados alrededor, cada quien se servía lo que quisiese. Los Profesionales se sentaban en la misma mesa, alardeando que eran los mejores, solo el primer día se sentaron con el 7. Apenas y hablaban, la pareja recordaba su hogar con melancolía, sabían hasta dónde podían conversar, ya que Evan tenía un tema reservado.

—¿En verdad rechazaremos a todos?

—Tú decide.

—Solo nos necesitamos como aliados, podemos aceptar la ayuda del 4...

—No quiero matarlos, no podría meterme con ellos, son niños.

—Y nosotros.

—Era nuestra última cosecha, ellos aun pudieron estar en otras tres o cuatro por lo pronto.

—Tal vez volvemos al puesto de lanzas, con suerte ahí se nos acercan otros.

***

—Hoy es la sesión privada— dijo Kiara mientras acomodaba el cabello de la castaña en dos trenzas para acomodarlo en su cabeza con pasadores. Nada debía estorbarle en ese día.

—¿Alguna idea de qué harán? — preguntó Ginebra.

—Algo se nos ocurrirá— dijo Blair.

—No podemos regresar, así que te espero aquí.

—Está bien— le sonrió con ternura.

—¿Nos van a decir su historia de amor?

—No— se burlaron ambos. A la hora de la comida los empiezan a llamar por distrito, primero el chico, después la chica. Permanecen en silencio, tomados de la mano y con los nervios a flor de piel. Eso hasta que llaman a Evan.

—Recuerda que tienes un bonito nombre— dijo este antes de besar la frente y salir, ella se ganó las miradas de todos a su alrededor.

Al cabo de veinte minutos ya la han llamado. Los nervios están a punto de ahogarla, toma aire. Respira profundo antes de entrar recordando las palabras de su compañero. En cuestión de segundos recorrió todo el lugar, inspeccionó con la vista las armas de las que disponía, sus mentores acertaron, había varias hachas. Primero tomó los mazos y los lanzó lo más lejos que pudo, tres, las suficientes para ella. Luego tomó dos hachas antes disparar el arco para unir las hachas, tomó otras dos pero esta vez las acomodó de distinto modo. Se hizo con los cuchillos y los curveó, antes de estas últimas hachas. Volvió a tomar el carcaj y estas las lanzó sin el arco, hizo una vertical y retomó los cuchillos para tomar otra forma. Algo agitada, tomó las espadas para rayar con agilidad la pared a donde había lanzado las armas. Tomó el tridente y lo lanzó hasta el otro lado del salón, incrustándolo en la puerta.

—¡Basta! — llamó su atención una mujer. Blair aun permanecía agitada.

—Puedes retirarte— dijo el vigilante en jefe. Hizo una leve reverencia antes de salir con sonrisa triunfal.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora