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Blair sonrió al sentirse tan bien recibida por los padres de Johanna, les sonrió al despedirse y corrió a casa, los señores Mason insistieron en que se quedara con ellos un par de días, o al menos para cenar, pero la castaña declinó lo más amable ...

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Blair sonrió al sentirse tan bien recibida por los padres de Johanna, les sonrió al despedirse y corrió a casa, los señores Mason insistieron en que se quedara con ellos un par de días, o al menos para cenar, pero la castaña declinó lo más amable posible. Entró y ahí estaban John y Caitlin, no hubo necesidad de mediar palabra, sabían de la catarsis que invadía a la joven de veinte años. La matriarca anduvo hasta ella y la envolvió con ese amor de madre que quizá la calmaría, John sirvió el té que siempre le preparaba para calmar las emociones antes de entregarle una taza de chocolate con malvaviscos o de café.

—Déjalo salir.

—No pude salvarla.

—No puedes seguirte culpando por eso.

—No fue tu culpa— John la sostuvo del mentón mientras ella intentaba asentir—, pero debes creerlo y dejar de castigarte por eso. Snow te robó la inocencia, tu familia, pero no te va a arrebatar tu vida, mi hijo no se sacrificó para que tú vivieras así de atormentada. No he pisado la Arena, sé que es el peor de los infiernos, pero estás aquí y ahora.

—Llora por Elena todo lo que necesites, pero no te hundas, por favor— suplicó Caitlin al sonreírle a su ahora niña.

—Trataré.

—No, lo harás.

—Le prometiste a Elena ganar y lo hiciste, ahora promete que trabajarás en eso.

—Sí, madre.

—Ahora ve a asearte, haré la comida mientras...— tocaron a la puerta.

—Yo iré— murmuró la castaña mientras se secaba con el dorso—Hola... ¿qué haces aquí?

—Creí que te alegraría verme.

—Por supuesto.

—Entonces quita tu cara de perdedora— sonrió mientras pasaba.

—Puedes auto invitarte cuando quieras.

—Qué amable— continuó con el sarcasmo.

—Deberías estar con tus padres.

—Quiero conocer a los tuyos.

—Este fin de semana que hagamos la comida para el Distrito, podrás conocerlos.

—Sobre eso, ¿podríamos posponerlo?

—¿No estás lista para apariciones públicas?

—Mi madre quiere hacer una comida y quiero invitarte— se ruborizó.

—Me halaga, Reina Roja— le devolvió la sonrisa ladina—, tengo un regalo para ti y justo llega el domingo en la mañana.

—No debiste.

—Lo declinas cuando lo veas— la abrazó y Mason salió de la casa.

—Esa luz— dijo John asustando a la castaña, quien le sonreía a la nada.

—¡Papá!

—¿Enserio le tienes un regalo?

—Claro que sí, me acompañarás a recibirlo.

—Creí que improvisarías uno.

—Bueno, Evan era el experto en eso, no yo— se encogió de hombros antes de subir las escaleras.

Entró a su pieza y tomó un pantalón y blusa más frescos, los dejó en el baño y fue por la toalla, se apreció un momento en el espejo de cuerpo completo. No le gustaba la imagen que veía, ya no se reconocía y era normal luego de todo lo vivido en tan poco tiempo y los descuidos a los que sometió su cuerpo. Acarició su cuerpo mientras se desvestía y mejor se metió a que el agua intentara sanar lo que sentía. Suspiró y salió.

Ese domingo se levantó temprano, emocionada, no sabía qué ponerse, si alistarse ya o esperar un par de horas. Bajó a desayunar y sus padres ya estaban ahí esperándola. Sabían que eso era importante para ella porque era la primera victoria que traía a casa, ese podría ayudarla a comenzar su sanación. Se acomodó el cabello en ondas, portaba huaraches altos en color verde que hacía juego con el vestido de vuelo en color beige y un cinto trenzado, un par de pulseras en ambas muñecas y sin maquillaje, ya suficiente con las modificaciones. Salió de casa y ahí estaban Taxon y Ginebra esperándola para ir los tres juntos hacia la casa de los Mason.

—¿Lista?

—Sí— sonrió de oreja a oreja y el matrimonio cruzó mirada. Taxón ayudó a la castaña a sostener la inmensa caja.

—Buenos días— dijo Ginebra cuando el señor Mason abrió la puerta, se hizo a un lado y los dejó pasar.

La señora Mason irradiaba luz, fue a abrazarlos y los condujo a la mesa. Johanna se colgó de cada uno y los arrastró a la mesa, ya había un par de festines sobre esta. A la cabeza el señor, a su izquierda su esposa y a su derecha su hija, por lo que Blair se sentó a lado de Johanna, Ginebra al lado de la matriarca y Taxon en la orilla. Todos comían y reían, la familia Mason hablaba de que era extraño ese cambio de vida, nadie sueña con vivir en la Aldea de los Vencedores, pero agradecía la mejora, incluso los padres preguntaron cuál era la agenda, inquirieron a Blair si ya tenía planes y esta se atragantó con su bebida.

La Gira de la Victoria, la comida en el Distrito antes y después de irse, la fiesta en la Mansión de Snow para buscarle aliados y algún pasatiempo con el cuál llamar la atención de la gente en el Capitolio y no perder su favor para los siguientes Juegos. La castaña daba los menores datos posibles, pues no quería decir nada imprudente como el catálogo o lo que ocurriría si no accedía. Entre la emoción de la familia, la Mentora se puso de pie y fue a la sala por la caja.

—Esto es para ti— sonrió nerviosa. El señor Mason hizo espacio en la mesa para que colocara la caja.

Johanna inquirió con la mirada a la mujer y esta asintió, luego a sus padres y ellos también alentaron con la mirada. La neófita sonrió luego de respirar, la abrió con lentitud y sus ojos brillaron ante la preciosura que tenía enfrente: un hacha con doble hoja, tallada a mano, un grueso mango, un par de piedras verdes incrustadas entre ambas hojas, estaba sumamente afiladas, volteó a ver sus dedos en busca de sangre porque sentía que podía cortar el mismo aire con ella, tres anillos y en medio de cada anillo el escudo del Distrito; en el mango había tallada una inscripción:

Johanna Mason

Vencedora de los 71 Juegos del Hambre

"Sobrevive"

A la susodicha se le cristalizaron los ojos, fue el único consejo que le dio Blair, así que no había necesidad de firmar el regalo, porque sabía que se trataba de ella. Johanna abrazó con efusividad a su Mentora mientras contenía las lágrimas. Blair rio de la emoción, claro que se moría por ver esa expresión. Mandó a hacerlas cuando iniciaron los Juegos, tanto para ella como para él, se sentía orgullosa de llevar una Victoria a casa, y estaba orgullosa de haber llevado a la joven de vuelta con sus padres.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora