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—¿Desayunaste?

—No— estaba de espaldas para que le cerrara la cremallera del vestido, se habían vuelto sus favoritos para sus paseos en público—. No tengo hambre, quizá pruebe algo en la cabina.

—¿Te despediste de ella?

—Claro que sí, ¿tú fuiste a verla?

—No sé cómo darle ánimos, parece ausente.

—Taxon, prométeme que no me dejarás sola en esa sala.

Terminaron de alistarse, con los colores de su distrito. La mayoría de los mentores solo se vestían de forma decente, pero ellos eran figuras públicas, vendían la imagen de los vencedores perfectos. Varios medios cuestionaban a Taxon por haber ido sin su esposa y él aseguró que debía lograr que su mejor amiga se enamorara de la profesión, la población no sabía que la hermana estaba en los juegos, pues no permitieron que se presentara a las entrevistas cuando Blair se convirtió en semi finalista, y la vencedora no la mencionó en las entrevistas para las revistas.

Trasladaron a los mentores hasta una sala especializada y exclusiva para ellos, con miles de cámaras para ver los juegos sin interrupción, con mesas, sillones de varios tipos, varios avox a su servicio. Donde había una sección para cada distrito, a menos que hubiera alianzas, se les permitía compartirla con otros mentores. Había una puerta por donde traían la comida; otra que llevaba a una sala común donde los patrocinadores disfrutaban del espectáculo y apostaban quién era el favorito de la temporada; otra que llevaba a los baños, que también eran comunes, para que los mentores se asearan; de último un pasillo que llevaba a la sala de los vigilantes o al palco de Snow.

Blair recorrió el lugar con la mirada, se quedó parada en la entrada, Taxon apenas pudo pasar detrás de ella para acomodarse en los sillones de malvavisco. La castaña parpadeó un momento antes de desplomarse en el malvavisco de al lado, tomó el menú para revisar qué tanto ofrecían de comida, bebida y postre, algunos típicos del capitolio, otros característicos de los diferentes distritos, cuando entraron Finnick y Mags. La mujer se sentó en la barra, para su edad, logró subirse al banco con agilidad, pidió que le instalaran una cama para verlos más cómoda, a su edad no podía correr detrás de los patrocinadores.

—¿Me extrañaste?

—No pude dormir.

—Sí, el maquillaje no te ayuda.

—Cállate— lo empujó levemente.

—Yo quiero un whisky en las rocas, ¿chicos? — llamó Taxon.

—Otro, por favor, y un mojito para la dama— sonrió Finnick.

—¿Lograron más alianzas? — inquirió Blair.

—No, estamos solos— dijo Finnick.

—Creemos que están bajo coacción de Snow para no relacionarse con nosotros, en su defecto con ustedes— dijo Taxon.

—Son un distrito profesional, ¿no deberían lloverles los patrocinadores?

—No funciona así.

—¿Cuándo podemos ir con los patrocinadores?

—En cuanto empiecen los juegos— Taxon se encogió de hombros—, ¿quieres que vaya yo?

—Nos turnaremos— Finnick tomó la palabra y la castaña se sintió aliviada hasta cierto punto diminuta, ellos llevaban años haciendo ese trabajo y trataban de salvarla de la locura, pero no podía quedarse callada ahí en su sitio.

—Gracias— Taxon se levantó a recibir las bebidas—. ¿Enserio, Mags? ¿No es muy fuerte el vodka?

—Hay que hacer estómago antes de que llegue la comida— sonrió al recibir su bebida pura, no preparada como la de la joven.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora