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—¿Hablas enserio?

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—¿Hablas enserio?

—Pues claro.

—Solo me estás destanteando para que afloje los golpes.

—Para ganarte no necesito inventarte nada.

—Vamos a ver, llevan trece años juntos, pero no iniciaron con el pie derecho.

—Sí, nos envolvía la tragedia...

—Estoy muy feliz por ustedes.

—Muchas gracias.

—Un hijo es lo más importante y siempre fortalece la unidad matrimonial.

—Aunque ambos tenemos miedo.

—Es normal, serían primerizos, pero creo que los padres de Evan les podrían echar una mano.

—¿Crees que sea buena idea que se hayan ido a vivir a tu casa?

—Se los ofrecí cuando me entregaron la casa, les ofrecí quedarse con la casa.

—¿Y saben lo de tus padres?

—Kiara y Cinna ya hablaron con ellos el día de la fiesta, al terminar, cuando estábamos recogiendo todo, se acercaron conmigo.

—Tienes una familia preciosa.

—Tenemos— puntualizó la castaña sin dejar de dar hachazos.

—Claro, somos imparables.

—Tu hijo tendrá una familia feliz que lo cuide, eduque, nada le va a faltar a ese chiquillo, tal vez en un par de años, también tus hijos corran a hacer travesuras con los míos.

—Lo dudo mucho— negó con la cabeza.

—¿Por qué? El que falte él, no significa que no puedas avanzar y seguir con tu vida.

—Aún duele, ¿sabes?

—Como cada día, las extremidades no responden, a veces te falta el aire y ni hablar del insomnio, nunca duermes y, cuando lo logras, solo ves a los que cayeron en la arena.

—Y decías sobre mi sueño— dijo con amargura.

—Llevabas semanas sin pegar ojo, ibas a tener problemas.

—Estaré bien.

—Necesito tu mejor cara, no quisiera que espantaras a mis bebés.

—Entonces tenemos una mejor misión.

—¿Cuál?

—Encontrar a tus padres, si vas a tener hijos, necesitarán a sus abuelos.

—No sé si los hayan convertido en avox, pero mis conocidos en los demás Distritos dicen que no los han visto.

—¿Enserio tienes amigos en los demás Distritos?

—¡Pues claro! Claro, con el 12 es más difícil comunicarme porque Haymitch arrancó su teléfono hace algunos años.

—Yo digo que puedes hacerlo en la alcaldía.

—Sí, eso es lo que hago.

—¿Sabes? Cuando nací, todo mundo le decía a mi padre que se había llevado la decepción de su vida porque nací mujer, ya sabes que el orgullo de todo hombre es que nazca varón. Pero para él fue diferente, porque me enseñó el arte del bosque, no solo daba hachazos como hombres— soltó una carcajada—, pero lo mejor son los puñetazos a los árboles hasta hacerlos caer.

—Lo supuse, te apañaste con todos esos Agentes tú sola.

—Gracias.

—Además de que vi tu actuación con la chica del 2.

—No iguala a la fuerza de alguien que rompe cuellos de un movimiento, pero algo es algo— dijo encogiéndose de hombros.

—A la altura de alguien del 7, sí— la abrazó.

—Me enorgullece tener tu aprobación.

—Claro, por algo eres la vencedora de los 69 Juegos del Hambre— exclamó alzando los brazos al aire.

—Bien, ahora que las cartas estás sobre la mesas, me toca a mí.

—Te escucho.

—Sabes que a Los Vigilantes ni estilistas pueden apostar, pero nosotros podemos torcer las reglas a nuestra conveniencia.

—¿Y cómo lo vamos a lograr?

—A Finnick le pagan con secretos, quien le da dinero, me lo pasa a mí— dijo con tiento a que nadie escuchara—. Al parecer van a mandar a mi hermana a la arena, a parte del dinero que gané, tengo otros seis millones, vamos a lanzar la casa por...

—¿De dónde has sacado esa cantidad?

—Tengo un tanto.

—¿Estás en el catálogo?

—No, esto lo he conseguido por fuera— dijo con firmeza—. Si de verdad van a mandar a Elena a la Arena, voy a vender hasta las cejas para sacarla de ahí con vida.

Los 69 juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora