Gold Forever L5F.

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Prólogo.

Así pues, la rabia y el descontrol me evadió por completo. Llegué a ese punto en el que no quieres que nadie te vea así, enfadada completamente con cada parte de mí y sintiéndome estúpida por cada puto error cometido. Quise desaparecer, que la tierra me tragase entera y nunca me dejase salir de ahí... lo deseé tanto que solo se me ocurrió una cosa: Buscar una vía de escape. Y es exactamente lo que hice. Metí lo necesario en una maleta pequeña y salí disparada al aeropuerto, no sin antes dejar una nota a mi familia diciendo "Gracias".

Cuando quise darme cuenta, estaba metida en un avión con destino a Londres. Me sentía perdida, rabiosa, arrepentida, estúpidamente estúpida... sin embargo, todo eso ya no importaba. Necesito encontrarme a mí misma, y eso le implica a él. Muy bien, Cris, te ha costado averiguarlo y admitirlo un rato largo.

Pillé la maleta y me adentré en un taxi, el cuál me llevó directa a su casa. Después de unos veinte minutos, el coche me dejó delante de esa diminuta casa de dos plantas. De repente, noté como mi corazón empezaba a acelerarse y lo supe... había llegado el momento. Pagué al pobre taxista, que se había quedado mirándome durante cinco minutos para que lo hiciese y, al salir, tropecé con el bordillo. Bravo. Sin pensarlo dos veces, me acerqué a la puerta y toqué al timbre repetidas veces por los nervios. Esperé unos minutos, eternos a mi parecer, volví a tocar y entonces supuse que no había nadie en casa. Me entró el miedo por si ya no vivía aquí, pero tal idea se fue al traste cuando recordé que hacía solo unos meses que me había ofrecido quedarme en du casa.

El cansancio, más mental que físico, me obligó a sentarme en las escaleras de golpe. El frío empezó a calarme, y más cuando se puso a llover. No me importó lo más mínimo, tenía que esperar a que viniese. Pasó tanto tiempo, que me apoyé sobre mis piernas y me fui quedando dormida. La cosa es que fue la misma lluvia la que me despertó de golpe, o el no saber dónde cojones estaba... también podría ser. Llegado el momento, decidí que ya no volvería a casa y yo estaba congelada y mojada... así que me dispuse a levantarme. Lo que pasa es que soy una patosa de mucho cuidado y tal como tiré a bajar las escaleras, me resbalé y caí a la acera de cara.

- Perfecto... ¡¿Algo más?! - grité, desesperada. Me puse a llorar desconsoladamente mientras me reincorporaba, cogí de nuevo la maleta y me puse a andar sin ninguna dirección en mente. Lo primero que se me ocurrió fue ir a casa de Zaira a que me ayudase o a la de Mara. Luego pensé que no quería que me viesen de esta forma. Daba pena y todo. Puta vida. Seguí avanzando por la calle cuando, de repente, un taxi se paró a mi lado, yo seguí andando... hasta que algo dentro de mí hizo que me girase un momento.

- ¿Cristina? ¿Qué estás haciendo aquí... y así? - Me puse a temblar, supuse que me daba más miedo que alegría el verle ahí parado. Sacudí la cabeza, algo aturdida, y le miré fijamente a través de la lluvia. Joder, ahí está, expectante. - ¿Piensas contestar?

- Eh...yo... - me restregué el agua de la cara. - Yo... - las palabras simplemente no me salían.

- Tú... ¿Qué? ¿Has venido de visita sorpresa otra vez? - Negué con dificultad, era como si mi cuerpo estuviese totalmente bloqueado. - ¿Entonces? - Nada. Entonces nada porque soy imbécil y no puedo hablar... ya no sé si por el frío o por él. Me agarró suavemente de una manga y me apartó de la lluvia, poniéndonos debajo de un balcón. - Cristina... ¿Qué haces aquí? - Volvió a repetirme despacio.

- Y-yo... - Joder. - P-pedirte p-perdón... - tartamudeé mientras mi cuerpo empezaba a temblar más que nunca.

- ¿Qué? ¿Estás bien? - Asentí.

- A ver... - cogí aire. - ...he venido a pedirte perdón. Por todo.

- Ah, bien... - Se encogió de hombros y asintió. - Perdonada. - Me quedé petrificada por tal reacción. Y lo notó al verme. Entonces el frío desapareció de mi cuerpo como si nada.

- Me he venido en el primer vuelo que he visto para pedirte perdón y me dices esa mierda... yo... no entiendo nada, sinceramente. - Se quedó callado. - Mira, sé que tendría que haberte contestado a algún correo de los que me enviaste en cuanto los leí, vale... pero necesito que entiendas que me pillaron muy de sorpresa después de lo que hiciste para que lo dejáramos. - Más silencio. - Sé que he sido cruel, en cierto modo, y muy injusta... Y sin embargo, lo único que siento, en este momento,es que nos hemos estado haciendo daño el uno al otro cuando no tendríamos que hacerlo. - Se miró los zapatos, con los puños cerrados con rabia. - Eh... necesito que me digas algo... por favor. - le imploré. Solo recibí más silencio por su parte y, al ver que no tenía intención de decir nada, mis lágrimas empezaron a surcar mi cara de nuevo. Lo único que me hizo pensar es que no quería saber nada más de esto y ahora tendré que lidiar con lo que ha pasado. Me quedé mirándolo unos segundos más, pero no aguanté. Cogí mi maleta e hice el mismo camino que unos cuantos minutos antes. Según me alejaba, mis lágrimas caían con más intensidad y se mezclaban con la lluvia, haciendo que mi campo de visibilidad fuese completamente nulo.

Tendría que haberlo sabido...¿Qué esperaba viniendo aquí de repente? Estaba claro que no iba a estar dispuesto a arreglar nada y más si le pillo de esta manera, tan de sorpresa. Tonta, eso es lo que soy. Me puse a cruzar calles como si nada y, sin esperarlo, una sombra me adelantó y se puso en frente. Me miró de una forma que me asustó... esa mirada que solo él sabía hacer... vale. Siento que no me llega aire a los pulmones.

- ¿Tú sabes cuánto tiempo llevo esperando esto? ¡Un maldito año! ¿Por qué ahora? ¿Por qué no me dijiste nada antes si sentías lo que ahora dices? ¿Qué es lo que te ha hecho venir de esta forma? - Empezó a lanzar preguntas al aire, a lo loco. Cuando vio que yo seguía llorando, se apresuró a intentar secarme las lágrimas... cosa imposiblemente inútil por la lluvia, pero fue un gesto que no me esperaba para nada.

- No podía pensar en otra cosa después de leer los e-mails, tenía que venir y decirte que nunca he dejado de quererte y que, a pesar del daño que me hiciste de gratis, la respuesta que me has dado antes me ha dejado claro que no quieres arreglarlo.

- ¡¿Pero por qué no me lo dijiste, joder?!

- ¡No te dije nada porque, como bien sabes, soy una maldita cabezota! - Empecé a ponerme nerviosa y a gritar. - ¡Y sí, y el orgullo pudo conmigo! ¡Vale! ¡Pero aquí estoy, joder, asumiendo lo innegable! ¡¿Qué más quieres de mí?! - Y me calló la boca con un beso, mientras la lluvia nos empapaba aún más. Así... de pam. No sale más romántico ni hecho adrede.

- Te quiero. - Me dijo mientras me envolvía en un abrazo. Yo seguía totalmente aturdida.

- Yo... también. - respondí, con cierto alivio

Gold Forever L5F. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora