Un trozo

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¿No se podía paralizar el dolor con cerrar los ojos?

Ese agujero negro de su interior, que emitía un helor por su cuerpo, persistía. Afortunadamente, su salida no trajo más heridas de las que ya tenía, invisibles pero lacerantes como cortes profundos, y pudo volver a casa sana y salva. Aunque era relativo, porque se sentía desfallecer por dentro.

Pudo llegar a su dormitorio, teniendo la suerte – nótese la ironía -, de no ser pillada. Se deslizó hacia el suelo, con las piernas hecha de gelatina, encogiéndose y abrazándose a sí misma, sin poder creerse lo que había vivido en esa noche.

¿Habría sido más feliz si no hubiera dicho de ir?

Se acordó de las palabras de lord Myers y más amargura estalló en su pecho. Dios, no sabía si hubiera preferido ir o no, así el dolor no habría existido porque era insoportable.

¿Una podía morir de amor?

No lo sabía.

Romeo y Julieta lo hicieron por la pérdida y la muerte del otro. Sin embargo, no era la muerte, la causa de su desosiego, sino su engaño, su maldita traición... levantó el rostro, bañado por ríos de lágrimas.

¿Desde cuándo la estaría engañando? ¿Desde cuándo le preguntó si deseaba convertirse en su esposa, o más adelante, cuando esa mujer se le puso por el camino y no se fijó? No importaba la fecha, si antes o después, el engaño era igual.

Aunque siendo justo, nunca le había hablado de amor. Ni había compartido palabras que alentaban que creciera un amor verdadero y puro.

¡Era tan estúpida!

Pero, por más que se dijera que había sido torpe, idiota..., no iba a cambiar el hecho de que su corazón estaba roto y él no había sido sincero con ella.

Su gran amigo.

Su confidente y compañero de aventuras.

Las lágrimas continuaron sin darle el consuelo que necesitaba. Poco a poco, a través del dolor desesperante, nació una llama, fulgorosa y helada. Se prometió que no iba a quedarse así, marchita. Le haría pagar por el sufrimiento padecido. Le haría ver que no era el único.

Si él había buscado a otra, ¿por qué no podía hacer lo mismo?

Al menos, no sería tan doloroso.

¿O no?

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora