Capítulo 36

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- ¿Si quiere, puedo ir más despacio?

Se ganó una mirada enojosa de la joven; él escondió la sonrisa que seguramente la hubiera ofendido más.

- No soy de cristal, no voy a desfallecer porque vaya a paso ligero.

Habían decidido de dar un paseo por Hyde Park, teniendo en cuenta de que hacía un buen día; el cielo no estaba encapotado como era costumbre allí, y Elle ansiaba estirar las piernas y respirar el aire fresco.

- Está bien – concedió -, pero si se encuentra cansada, podemos volver a casa.

Ni por más cansada que estuviera, lo iba a decir. Además, agarrada a su brazo, se sentía muy cómoda. No había explicación ni ciencia que explicara aquello, el sentimiento que se le había formado y aceptando un paseo con él. Unos años antes se habría reído de la situación. Pero no se rio en ese momento.

- ¿No echa de menos asistir a las fiestas, bailar?

- Puede que más adelante sí, pero ahora de pensar en tener que dar vueltas, la idea me aterra más que entusiasmarme. ¿Y usted? ¿Lo echa de menos?

Creyó que no le respondería hasta que le oyó escuchar.

- No es que me alegraba yendo.

- ¿Entonces? – sí, recordaba verlo apartado de los bailes y de los círculos donde había damas en edad casadera. Finalmente, su madre tuvo razón; era reacio a casarse.

- Le contestaría sencillamente porque no me gusta bailar, pero le mentiría. Lo que no me atraía era lo que podía generar tras el baile. El chismorreo, las especulaciones y un anillo ya en la mano.

No hacía falta mencionar que él se había casado, por petición suya. En otras circunstancias, no hubiera sido así, dado su recelo y la poca simpatía que se habían tenido.

¿Seguían teniendo el mismo sentimiento?, se preguntó con el ceño arrugado y le echó un vistazo de reojo.

Creía que no, aunque el pasado era un lazo irrompible.

Fueron saludando a conocidos y amigos que pasaron por delante de ellos. La noticia de su embarazo había corrido como la pólvora. Las damas le preguntaban con tiento su salud, sin meterse en otros jardines. Aun así, no le pasaban desapercibidas sus miradas suspicaces, haciendo cábalas si verdaderamente estaba en estado o si lo había estado antes de haberse casado. No había que olvidar que su matrimonio fue de relámpago y de sorpresa. Pese a ello, no les estropearon el paseo y continuaron andando.

- Tu madre – estaba claro que era en una de sus visitas que su suegra había hecho el favor (según por la boca de lady Myers, viuda) de verla -, me dijo que habrá un momento que permanezca en la casa. A más de uno, le horrorizará ver a una mujer con una panza enorme.

Intentó no ruborizarse ante la mirada escrutadora del caballero. Iba a por el cuarto mes y se le había formado cierta barriguita, no muy abultada, con lo cual, la podía disimular aún con sus vestidos, aunque más tarde la costura tuviera que deshacer las costuras y agrandar la talla. Pero hablando de su marido, esa evaluación de la que ahora era sometida se debía a que no le había visto desnuda, ni se había acostado con ella de nuevo... desde la última vez que yacieron juntos, lo que le pareció lejano y como un sueño. Pestañeó ante el golpe de calor que le vino.

- Tonterías – respondió dejándola de observar -. Uno tenía que agradecer el milagro de la vida y presenciar cómo se gesta en ella, por no decir que realza la belleza natural de la mujer.

A su corazón se le saltó un latido. ¿Se estaría diciendo bella? ¿O estaba fantaseando tanto que creía que se dirigía a ella? Aún sus palabras, de no ir a la búsqueda de una amante, de vez en cuando, se metían en las rendijas de su mente y se preguntaba si no había sido una broma de las suyas.

- Qué raro viniendo de su parte un halago.

- ¿Por qué lo dice? – inconscientemente los dos detuvieron sus pasos.

Su comentario le había llamado la atención y ella procedió a explicarle la razón de dichas palabras.

- Una vez – no supo por qué pero bajó la voz -, de pequeños, me llamó flaca, fea y menos graciosa que un limón.

Su cara fue de un poema que no supo si estaba fingiendo o no su desconcierto.

- ¿No lo recuerda?

- No me acordaba haberla insultado.

- Oh, era para provocarme y provocar a Edward. Estaba con él, cuando lo dijiste y comenzó una pelea, una más de las que tuvieron.

No debió haber mencionado a Edward porque el iris celeste de sus ojos se le enturbió.

- Además, no me mirabas con buenos ojos cuando veraneaba en la casa del campo. Incluso, cuando nos reencontramos en el baile e hizo como que no me conocía.

Sí, debió haberse callado porque Damien se separó de ella, unos pasos.

- Ya... no tengo excusa; mi odio hacia Harold, lo trasladé hacia usted.

No habían hablado sobre lo ocurrido, su separación y los antecedentes de ello. Más que nunca se alzó ese muro entre ello.

- No se preocupe, no me hirió – mintió, sí la había herido.

- Para no herirla, me ha dicho las palabras exactas con las que le ofendí – sus labios se torcieron en una mueca.

- No significa ahora nada para mí. Éramos pequeños - ¿estaba justificándolo?, giró sobre sus pies, atónita.

Notó su mano en su brazo.

- Lo que más me irritaba era que estuviera siempre a su lado, como un perrito que no cuestionara a su dueño, ya hiciera este algo mal o bien, aunque puedo imaginar que lo hacía todo correcto y perfecto.

Abrió la boca para decir algo, ¿para defender a su amigo? Deslizó su mirada a la mano y luego a él, enganchándose a esa intensidad que la llevaba hasta él.

- ¿O me equivoco?

¿Iba a desmentirlo, o aceptar la verdad?

- Él nunca me trató con aires de superioridad, ni recibí miradas desdeñosas de su parte.

Se soltó de su mano, notando de repente, un frío que no tenía que ver con el ambiente.

- Me encuentro cansada.

- Regresemos. 

¿No se iba a disculpar?, en cambio apretó las mandíbulas, tornándose su expresión seria y agria.

Pero antes de irse del parque, un grito se escuchó a sus espaldas. Se giraron para ver qué era o qué sucedía realmente ahí, ¿y por qué había llamado con un sonoro grito a su marido?

Elle vio de repente, un lio de faldas y de tela, quedándose a cuadros al ver cómo esa mujer se abalanzaba alegremente, sin ningún pudor, a los brazos de su marido que parecía conocerla.

- ¿Caroline?

Y muy bien.

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora