Capítulo 5

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Conforme transcurrió el tiempo, no se preocupó porque cierto hombre se había percatado de su secreto. Además, por la rivalidad que tenía con Edward, no le creería lo que le dijera, y más, cuando ambos conocían su intención de hacer daño a cualquier persona que fuera feliz y estuviera a su lado.

Myers era así.

No se conformaba con que otros eran más dichosos que él, por eso, una vez se rindió a la debilidad de preguntarse si había tenido a alguien, en el pasado, que hubiera amado dejando el egoísmo atrás. Al darse cuenta de ello, se regañó. No tenía por qué pensar en él, y mucho menos, si en algún momento, se había enamorado de alguna dama.

¿¡Él, enamorado?!

No lo creía, una persona cruel no tenía otros sentimientos que el idolatrarse a sí mismo. Convencida de esa firme idea, dejó de pensar en él. Mas el destino era otro asunto que no debía de subestimar.

Un día que no tenía previsto para ir arreglada a una fiesta o alguna casa donde la había invitado para tomar el té, donde supuestamente debía dar lo mejor de la educación recibida y fingir que estaba encantada, cuando la realidad era otra.

Pese a que el cielo estaba plomizo y podía minar su ánimo, salió de su hogar para despejarse. No le pidió a su doncella que le hiciera de carabina porque no iba a tardar mucho ya que iba a la librería que había en el barrio. Además, su doncella se iba a aburrir, esperándola de pie y observando como miraba de estante a otro, indecisa porque elegiría a todos los ejemplares. Así, que con esa intención en la mente y tras saludar al librero, no se esperó que hubiera más personas al igual que ella en el interior. Tampoco, esperó verle a...

Él.

Era como si le hubiera caído una jarra de agua fría y rápidamente, se giró para irse y no tener que verle su careto. Sin embargo, cuando llegó al umbral de la puerta, decidió no acobardarse. Él no tenía el porqué de molestarla, ni mucho menos ella lo iba a hacer. Aunque no confiaba que pudiera ser una persona civilizada, se adentró, tentando a la suerte. Pasó por delante, con ligero paso, para que no se percatara de su presencia.

¿No era una cobarde? Ja.

Creyendo que estaba en un lugar seguro, con dos hileras de libros de por medio, se propuso a leer los títulos que había en los lomos, a ver si diera con alguno que le llamara la atención. Estaba tan entretenida que obvió la presencia del caballero en el local; el olor a libros presidía en la estancia.

Igual que lo hacía el silencio.

Guardó un suspiro, y fue a buscar en otro estante, sin ser consciente de que, moviéndose de un lado para otro, había llegado a la otra hilera y justo cuando cogió un libro, dio un respingo al ver su espalda a través del hueco que había dejado. Él no se volvió, ni se topó con su mirada. Llevaba un abrigo de color gris oscuro, aun así, se moldeaba bien a esa parte de su cuerpo. Era alto, tal como lo recordaba del día anterior y su pelo rubio platino estaba peinado hacia atrás.

¿Por qué se tenía que fijar en esos detalles?, se preguntó ofuscada.

Sería porque había sido el enemigo de Eddy, y el suyo, también, aunque no le había dado motivo para hacerlo, ni siquiera su amigo.

¿Por qué les había odiado tanto?

Hizo un gran esfuerzo, apartó la mirada de él. Oyó de fondo, el crujido de una tela y unos pasos. Levantó la mirada y se topó con su ausencia. Unas voces se oyeron, la del librero y la de él.

Grave y rota como una cascada.

Sonaron más ruidos; la puerta al cerrarse.

Se había ido.

Dejó el libro en su sitio. Su interés por leer se le había esfumado. 

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora