Estaba bordando, o eso era lo que había pretendido hacer, porque había dejado de hacerlo unos minutos, perdiéndose en sus pensamientos, en cada momento compartido con su amado, recreándose una vez más en ellos; en sus palabras susurradas, en sus caricias, en sus manos entrelazados o besos de pluma que la dejaban con ganas de más, y por prudencia, no pasaban del rozamiento de unos labios con otros.
Hubiera querido más, adentrarse en esas sensaciones que la rodeaban y la apretaban como si fueran cuerdas; pero su amigo, siempre le decía que sería más cuando estuvieran casados.
¡Ojalá fuera ya! Así, no estar separada mucho tiempo de él. Contuvo un suspiro y miró el inacabado bordado. Estaba tan ensimismada que el mayordomo entró, le preguntó si quería recibir una visita, por parte de un caballero. Su doncella que estaba con ella la miró con intriga, pero antes de que se desvelara lo que ocultaba la caja, se presentó él, en persona, ante la posibilidad de verse rechazado.
Lord Myers estaba ahí, de pie, en su casa.
Se llevó una gran impresión, no buena, al verle. El mayordomo de los Green no estaba muy conforme con la entrada del caballero, ya que se había saltado el protocolo de haber sido anunciado.
- Lamento no haber podido avisar con antelación mi visita, ¿la señora Green no está?
No podía estar a solas con un caballero que no era su esposo, su prometido o hermano. No era ninguna de las tres cosas. Ambos lo sabían. La doncella la miró nerviosa, sin saber cómo actuar delante de aquel caballero.
Por otra parte, Elle intentó que la situación fuera lo menos tensa posible. Le dio las gracias al señor Higgins y entró lord Myers hacia la salita, siendo la situación bastante surrealista.
De inmediato, se acordó del abrigo y le pidió rápidamente a su doncella que fuera a su cuarto, dándoles las instrucciones, justas y precisas, para recoger la prenda del caballero, sin levantar más sospechas. Quizás fuera el motivo de su visita y así, se podía largar cuanto antes.
- Sí, la señora Green no está en la casa. ¿La necesitaba?
- Para lo que tengo en mente, no.
Sin su permiso, se sentó como un marajá en el sofá, doblando una pierna y apoyándola encima de la otra.
- Le preguntaría si le apetecería té con pastas o sin ellas, pero me imagino que su visita será corta y se marchará pronto.
- ¿Por qué no podría quedarme más tiempo, señorita Green? – su sonrisa de suficiencia, la enervó -. Soy una visita como otra, a menos, que tenga algún sentimiento... rencoroso hacia mi persona y no lo recuerde.
¿Acaso se estaba burlando de ella? ¿Cómo no podía guardarle rencor, si era la maldad personificada?
Tomó una bocanada de aire para tranquilizarse; no podía perder los estribos delante de él, que disfrutaba del mal ajeno. No respondió a su pregunta porque su doncella entró y con el abrigo en sus brazos, una gran prenda que solamente podía llevarlo un hombre alto, como él. Se encaminó hacia la joven y esta se lo dio, sin musitar palabra alguna. No lo pensó dos veces y se lo llevó hasta él, que no miró su prenda, sino a ella.
- Le dije que no me corría ninguna prisa para que me lo devolviera.
Elle estaba empezando a inquietarse. Seguramente, su doncella, se haría mil preguntas por qué había guardado una prenda masculina en su armario y ahora se lo estaba devolviendo aquel señor que no era nadie.
- Tenlo, así no tengo que deberle nada.
No se alegró en absoluto cuando dio su brazo a torcer y lo cogió de sus brazos, eso sí, sin tener que estar cerca de él. El caballero se percató de ello, y guardó una sonrisa para sí mismo.
- Ya no tiene motivos para permanecer aquí, sir.
- ¿Me está echando?
Aquella joven le estaba echando de su casa cuando apenas había llegado.
Interesante.
Como su relación secreta con Edward.
No debía estirar de la cuerda tan pronto porque se podía quebrar. No quería quebrarla.
Quería...
- Creo que ha venido por el abrigo, ¿verdad?
¿Qué otra razón tenía para haberla visitado?
El hombre se puso en pie, alterando el ambiente, alterándola a ella. Era como si el espacio se hubiera reducido, y estuviera solamente él.
- Bueno, no hace falta saber dos veces que no soy bienvenido, señorita Green. Mis disculpas por haberme aventurado.
La aludida pestañeó, no se esperó esa disculpa y menos sentirse mal. Se acordó de que no era buena persona y no se merecía ciertas consideraciones.
- ¡Qué pasen una buena tarde! Hasta más ver.
Solo cuando lo vio abandonar la estancia, pudo respirar con tranquilidad. Sin embargo, no se encontró tranquila del todo, era como si se hubiera quedado en vez haberse ido.
Aún podía notar su presencia en la salita, como una nube negra que traía un mal augurio.
¡Tonterías!
Pero no había nadie más que su doncella y ella.
Y esa inquietud en su interior.
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No soy como él (Volumen I)
Narrativa StoricaEs un borrador que le iré dando forma conforme vaya escribiéndola. Nadie espera que el primer amor sea el que traiciona y rompa en mil pedazos su corazón. ¿Podrá sanar de las heridas, de la desconfianza y del dolor?