Capítulo 44

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Tras esa confesión, inexplicablemente Damien tomó distancia respecto a ella. No estaba en su carácter demostrar vulnerabilidad, y aquella tarde la sacó afuera sin poderlo remediar, necesitado de fe y esperanza, confesando sus recuerdos dolorosos, sus temores y sus ansias que había tenido siempre hacia ella. Aún estaba lidiando con ello y, también, su nueva faceta como padre, lo que le hacían que estuviera alejado y querer masticar el mismo sus propios sentimientos.

Para Elle, la confesión le abrió más los ojos y afianzó más su amor por él. La venda del pasado cayó por su propio peso, y con una paciencia no antes conocida, esperó a que esa distancia impuesta por él acabara de alguna forma, mas eso no quitaba que se le acercara y estuviese el mayor tiempo con él. Al menos, permanecía en la casa ya sea por el bebé o porque no quería estar otro sitio que no fuera aquel, con su esposa e hijo. Podían haber ido a la casa de campo ya que habían decidido de no participar más en los eventos de la temporada y gozar de la tranquilidad que había allí, pero aún había demasiados recuerdos en él, recuerdos que Damien todavía estaba cicatrizando. Antes no lo hubiera comprendido, pero ahora más que nunca, sí lo hacía. Por otra parte, las noches eran suyas. Y aunque no hacían el amor, dado que el parto aún era reciente para la joven madre, no se iba a otra cama, sino que se quedaba con ella, abrazándola, poniéndolos a los dos en la tesitura del querer pero no poder.

Era la tercera semana desde que nació el pequeño Paul Myers cuando estaba cavilando sobre ello. Porque le encantaban sus abrazos nocturnos, y disfrutaba con ellos, pero... por más que le gustaban... quería más, quería de regreso al Damien íntimo, cariñoso, atento, apasionado y amante que le había hecho enloquecer. Estaba a punto de gritar por pura desesperación; quería buscar la manera de romper con el muro de hielo que había levantado de repente. Le estaba dando tiempo, mas no creía que pudiera soportarlo más. Justo cuando había amantado a su bebé (hecho que cualquier otra dama no haría porque lo consideraría ordinario ya que estaban las nodrizas para ello) y que este cayera en profundo sueño, el rey de Roma entró en la salita con un aspecto informal, sin la chaqueta y corbatín puestos, ya que no tenía pensado en salir ni de recibir visitas. Dichas vistas causaron estragos en la joven, que intentó aparentar calma y serenidad frente a él.

- ¿Paul se ha dormido?

Elle asintió, aún avergonzada con sus propios pensamientos... un tanto inquietos. Damien ajeno al caos ocasionado en su esposa, por no decir que el celibato a él le estaba afectando más de lo que hubiera creído en un principio, se acercó y cogió al diminuto ser que estaba en el mundo de los sueños. Otro caballero en su lugar no lo hubiera cogido ya que no consideraba que su papel como padre era cogerlo y mimarlo.

- No sé si es normal que duerma tanto, aunque mi madre me había dicho que no me preocupara. Hay niños que son muy dormilones y tranquilos; otros, no tanto.

- Entonces, hemos tenido la fortuna de que no sea inquieto.

Elle quiso decir algo más, pero se calló, mirándolo a su vez. La luz del mediodía traspasaba el cristal de la ventana y lo iluminaba con sus diferentes matices.

- ¿Ocurre algo que quieras decirme?

La pilló con las manos en la masa y se sonrojó a más no poder.

- Es mejor que lo lleve a su cuna – dijo lo primero que se le vino a la mente.

- No te preocupes, ya lo llevo yo.

La dejó con mil pensamientos en la cabeza y con una mayor frustración.

- Elle no seas boba – se dijo en cuanto supo que estaba sola y se sentó como un globo desinflado -. Pareces una jovencita enamorada que no sabe cómo actuar; espabila.

El caso era que no lo pareciese; era que estaba muy enamorada de él. Contuvo un suspiro y miró por la ventana. ¿Cómo podía hacer para acabar con ese "sin sentido" muro de su marido? Al menos, tenía que dar las gracias porque Caroline no los visitara a menudo. No hubiera podido con los celos, mas Damien no le había dado motivos para hacerlo. El carraspeo de alguien rompió con sus cavilaciones. Al girarse no se esperó la gran sorpresa de que su antiguo amigo y amor de antaño estaba enfrente.

- Hola, Elle. 

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora