Como Edward estaba ocupado en organizar la vida que les esperaba juntos, Elle se entretenía leyendo, bordando, tocando música o visitar a sus amigas, que desconocían su secreto. Claro que un secreto no lo sería, si llegara a contarlo, ¿verdad? Así que estuvo entretenida y se acordó de que hacía días que no iba a la librería. No quería pensar que se había convertido en una cobarde y no había ido precisamente para no llevarse una sorpresa desagradable. Desde que le devolvió el abrigo, no se lo había encontrado en algún evento social.
Era como si hubiera desaparecido de la tierra, pero sabía que, como el diablo, él no desaparecía por arte de magia.
Así que decidió ponerse a prueba e ir, demostrándose que no tenía miedo, ni aprensión por ir y encontrárselo. Era una ridiculez, ¿siempre iba a estar escondiéndose de su persona?
¡No se estaba escondiendo!
Resuelta y firmemente decidida, fue al local y saludó al librero como si otro día se tratara, sin pensar que él pudiera estar o no. Unos segundos más tarde, descubrió que no estaba, calmándose en un santiamén. Pero no evitó que su cabeza volteara una y otra vez hacia el lugar donde lo había visto por última vez.
¿Qué habría estado ojeando en aquel momento, que pareció estar solo en el mundo?
Aún le sorprendía habérselo encontrado y descubrir que él tuviera cierta pasión por la lectura. No le concordaba la imagen de él con un libro en su regazo, leyéndolo. Movió la mano como si quitaba una telaraña molesta y no pensar más en qué parte de su cuerpo podía estar el dichoso libro.
No tardó en ir hacia esa hilera de libros y averiguar lo que le había intrigado. Se fijó que había más que títulos de libros filosóficos. No se lo imaginado de él; al azar, cogió uno de Platón, el mito de la caverna.
¿Le gustaba la filosofía?
Devolvió el ejemplar a su sitio como si le hubiera picado. Pero lo cierto era que estaba más intrigada que antes.
¡Basta, Elle!
Si leyera filosofía, no iba a pensar que fuera buena persona. Tampoco, porque le gustara leer. Contuvo un resoplido y fue hacia hasta el librero para despedirse, ese día tampoco iba a comprar.
- Espere, señorita Green. Tengo algo para usted.
¿Para ella?
- Un caballero muy distinguido me pidió que le diera esto – por el tamaño del objeto envuelto le parecía indicar que era un libro.
- A lo mejor se ha equivocado de destinataria.
- No lo creo, me especificó que era para usted, hasta me la describió cómo era físicamente.
Frunció el ceño y, extrañada, cogió el obsequio.
- ¿Cómo le puedo dar las gracias?
- Yo se las daré cuando lo vea. Viene a menudo.
Esa respuesta la dejó intranquila y miró con curiosidad el regalo, sintiendo unas inmensas ansias por abrirlo.
¿Qué sería? ¿Y por qué a ella?
Pero no era lo que más que se preguntaba. Había aceptado el regalo de un desconocido. No puso ninguna objeción, una cosa inapropiada para ella, para su situación, aceptándolo, creándose un lazo que no debería existir. Sin embargo, ya no podía echarse para atrás. Lo tenía en sus manos.
¿Sería de él?
¿De lord Myers?
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No soy como él (Volumen I)
Ficción históricaEs un borrador que le iré dando forma conforme vaya escribiéndola. Nadie espera que el primer amor sea el que traiciona y rompa en mil pedazos su corazón. ¿Podrá sanar de las heridas, de la desconfianza y del dolor?