Capítulo 40

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Ante el temor que podía tener que la cena fuera un auténtico desastre, no por ella, sino porque aún no estaba cómoda con sus nuevos sentimientos, y menos aún, teniendo el antecedente de que la amiga de su esposo iba a estar presente, fueron esa misma noche a la casa de los Chesterfield. Además, conocería al esposo de la susodicha, amigo también de Damien. Entonces, ¿qué podía más temer? Caroline Chesterfield podía albergar aún sentimientos que tuviera hacia él, pero estaba casada, era un hecho de que le dejaba casi tranquila... casi. Porque no se acercaría a él.

¿Hasta qué límite?

- ¿En qué piensas?

La pregunta interrumpió sus pensamientos que se habían cerrado completo a él, que llevaba un buen rato observándola mientras se dirigían, en carruaje, a la residencia de los Chesterfield.

- No es nada importante.

Su respuesta fue lo más ambigua que no le convenció, aun así, no la presionó, considerando que serían los nervios lo que la llevaban a ese estado taciturno. Envolvió su mano con la suya, queriéndola transmitir confianza. Elle miró sus manos envueltas, pero no articuló palabra todavía, agradeciendo en silencio su apoyo, colocando su cabeza en su hombro, a la vez, sus manos permanecían entrelazadas.

Pero para su sorpresa, la cena no fue tan terrible como se imaginó en un principio porque a diferencia de Caroline, el marido, fue una persona más agradable y cercana, haciéndola sentir que estaba en su casa. Se fijó que con Damien tenía una camaradería especial, tanta que no le importaba hacerle bromas y chincharle, haciéndole descubrir que su marido estaba cómodo con las bromas, en vez de saltar a ellas. Lo aceptaban con deportividad, devolviéndoselas sin despeinarse. Se notaba la gran amistad que los unía, y le agradó ver otra faceta en él. No sería la única que iba a ser testigo de ello. Harry Chesterfield lo estimaba y no dudó en compartir más de una anécdota graciosa como la que Damien asumió un castigo que no merecía, pero que fue a partir de ahí lo que le demostró que podía confiar en él. Fue en ese momento cuando lo observó, pillándola en el acto. No tuvo la oportunidad de disimular.

- ¿Me vas a decir ahora qué piensas? – le preguntó en voz baja. Estaba sentada a su derecha, lo que le permitía acercarse y preguntarle sin que sus amigos se enterasen sobre ello.

- Porque no eres tan frío como haces creer a la gente.

Enarcó una ceja y esbozó una sonrisa ladeada.

- Me hieres – alzó su copa y bebió -. Recuerda que tengo que mantener mi reputación impoluta.

Elle no lo creía y le devolvió la sonrisa, dejándolo a él, absorto en ella. Al darse cuenta de ello, se sonrojó y carraspeó. Caroline no se perdió detalle de la gran familiaridad que presumía el matrimonio, así que hizo sonar su copa con una cucharilla, atrapando su atención.

- Creo que es hora que los caballeros se reúnan, mientras nosotras hacemos lo mismo.

Elle le entró aprehensión al caer en cuenta que iba a estar a solas con ella, y no era lo que más le apetecía hacer en el mundo, pero no podía ser una cobarde.

- Por favor, no seamos tan rancios, Carol. Por esta noche, no pasa nada porque estemos juntos; estamos entre amigos. ¿Qué me dices, Damien? Es absurdo que nos separemos, salvo que queráis aprovechar este momento y criticarnos a nuestras espaldas.

- Querido, por un rato, no nos vais a echar de menos. Creo que Elle y yo necesitamos de despejarnos de vuestra absorbente y egocéntrica presencia.

- Bueno, lo que queráis. No jugáis limpiamente; las mujeres juntas son un peligro.

Caroline puso los ojos en blanco; Elle, intentó no reírse. Fueron a otra salita contigua y le ofreció jerez.

- Oh, discúlpame, no me acordaba que estabas encinta. ¿Cómo lo llevas?

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora