No estaba orgulloso con lo que había hecho, le daba la sensación de que finalmente tenía razón...
No servía para nada.
Ni siquiera el momentáneo placer que le había proporcionado la mujer de turno del burdel, que había escogido en esa noche. No le había producido la sensación de plenitud, sino un vacío infernal, que cada vez más se ahogaba en él. Ni sus gritos le habían hecho enorgullecerse por haberla hecho joder, ni sus uñas clavándose en su espalda. No disfrutó. ¿Cómo iba a poder hacerlo?
No podía olvidar su deber como buen ciudadano londinense.
Sí, tenía que casarse.
Se encendió un cigarro con la ayuda de la llama de la vela, en un intento de ignorar la espina que tenía todavía clavada tras haber copulado. Eso era lo que tenía los efectos colaterales de la visita de su madre. Aunque quisiera ignorarlo, lady Myers seguiría empeñada en buscarle una esposa, digna de él. Una chiquilla fácil de manejar y tuviera una gran dote. Ah, y fértil como la tierra misma. No tenía que olvidarlo.
Un heredero siempre venía bien para que otros no le pudieran quitar lo que le pertenecía por derecho de nacimiento, teniendo que esto último era relativo si uno contaba con tíos y primos.
- ¿Acaso no le he satisfecho, milord?
Para un polvo, había sido genial... si fuera que hubiera llegado a sentir, cosa que no sintió. No le respondió, en cambio, sacó de su pantalón, la cartera y le dio el dinero por el servicio dado.
- Por las molestias.
La prostituta no lo miró con buenos ojos.
- Para tener la apariencia de un príncipe, no tiene el carácter de serlo. Ya me había avisado mis compañeras.
- ¿De qué? – fue más una pregunta de cordialidad que de curiosidad.
- Solo mira por su persona.
Con oírla, esbozó una sonrisa sardónica.
- No sabía que era un requisito ser considerado en este lugar.
La mujer jadeó de indignación, que se levantó poniéndose la bata para taparse su cuerpo.
- Veo que no seré más bien recibido por tu parte.
Se encogió de hombros porque no era una cosa que se iba a desvivir por ello; encontraría a otra, que fuera menos remilgada. Al fin y al cabo, la sensación no era diferente en una cama o en otra.
- Buenas noches – se despidió, tenía que ser educado al menos.
El aire helado de la noche le dio la bienvenida, despertándole del olor almizclado y saturado del sexo. Lo agradeció, era insoportable. Un día más que podía tachar del calendario, sin haber hecho nada resaltante que el continuar respirando. Eso para otros era un desconsuelo.
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No soy como él (Volumen I)
Ficțiune istoricăEs un borrador que le iré dando forma conforme vaya escribiéndola. Nadie espera que el primer amor sea el que traiciona y rompa en mil pedazos su corazón. ¿Podrá sanar de las heridas, de la desconfianza y del dolor?