Un trozo

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Lo tenía guardado en el borrador y no lo había subido. 

Nos leemos pronto! 

Lamento mucho haberos hecho esperar :(

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Estaba esperando a que bajara para irse; se habían despedido de los anfitriones cuando Elle le había surgido de ir al tocador. Hubiera ido a acompañarla, pero le había asegurado de que no hacía falta, haciéndole saber que no era requerida su presencia. Todavía no habían alcanzado ese grado de intimidad. Fue cuando oyó unos pasos que no procedían precisamente de la escalera.

- Caroline, ¿tienes que decirme algo? – le preguntó cuando la vio enfrente de él.

En un principio, la dama rubia lo miró con los ojos abiertos para luego negar con la cabeza.

- Pensé que te habías ido.

- Esa era la intención, pero Elle ha tenido que ir al tocador.

Tras decirlo, se instaló un silencio entre ellos que no duró mucho tiempo.

- Pareces distinto – su comentario le intrigó; no supo cómo tomárselo -. No sé cómo explicarlo, ahora te veo y pareces feliz.

- Supongo que lo soy – acortó no queriendo entrar más detalles en ello, le hacía sentir incómodo como un bicho para examinarlo, por cada extremidad.

Caroline asintió y se apoyó en la pared, como si la conversación no iba a acabar de su parte, dejándole con la curiosidad de su intención. Antes, habían tenido muchas conversaciones, de la cuales, él no había participado mucho, tampoco aquella iba a ser diferente.

- Ya me acordé de ella – dijo después de la pausa del caballero -. Era la chica que te referías cuando te peleabas con Edward; siempre te enervaba verla con él, decías que era su perrito faldero, que iba siempre dónde iba él, obediente y fiel. La nombrabas mucho...

- Bien que te acuerdas para no haberlo hecho cuando nos reencontramos – le interrumpió con sarcasmo, casi con gracia, queriendo desviar totalmente su atención sobre ello.

Notó su mano en su brazo, la miró suspicaz.

- No te voy a mentir que me sentía celosa cuando la mencionabas... Ahora entiendo el por qué.

- ¿Qué quieres decir?

La expresión del hombre se tornó más recelosa, pero eso no le impidió a ella continuar con su interrogatorio.

- ¿La amas?

Inesperadamente, la pregunta fue como un golpe en el tórax que le sacó todo el aire de sus pulmones.

¿La amaba?

Se quedó atónito, nadie le había preguntado y ahora... le era el concepto tan extraño que no contestó de inmediato, sorprendiéndose a sí mismo porque estaba desencajado, fuera de lugar, con la sangre bombeando febril y espesa. Como si la ponzoña hubiera entrado en su cuerpo.

¿Su fijación por ella se debía a que... estaba celoso desde un principio que los había visto juntos y de alguna forma hubiera deseado esa lealtad, aunque ella lo desconociera por completo?

Nunca se lo preguntó, sintiendo que aquella niña era más que una molestia que un deseo.

Antes de responder, o articular palabra, notó la presencia de su mujer, que se había quedado parada en medio de las escaleras al ver la estampa de ellos tan cercana, cuya conversación en susurros, no la pudo escuchar, malinterpretando dicha acción de los dos amigos. No habló, ni siquiera si podía hacerlo. Los había interrumpido, cayendo los dos en el error del miedo. 

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora