Capítulo 24

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No iba a ser todo tan malo

😉😉😉😉😉😉

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No todos los matrimonios empezaban con buen pie. Quien no haya sido torpe e ingenuo en sus comienzos, lo había sido el primero.

Se despidieron de la pareja de la posada que fueron encantadores con ellos, no podían negar que habían sido muy hospitalarios y discretos en cuanto a su estancia. La criada había desaparecido del mapa, es decir, que no se había presentado para decirles adiós. Si lo hubiera hecho, habría tenido el peligro de irritar mucho más a lady Myers, que intentó estar serena en la despedida.

Lo que le pasaba era que cuando se enfadaba, tardaba mucho desaparecer su enojo y ver a su esposo, fresco como una rosa, la enervaba. No hacía falta poner título a la escena que desarrollaba delante de sus ojos, sabiendo lo que había presenciado un rato antes. Lo que realmente no veía era lo ojeroso y cansado que estaba. No había hecho nada para combatir contra la resaca y las sienes le palpitaban. También, la presencia de su esposa, indiferente a él, le carcomía. Así que cuando se encaminaron hacia el carruaje, poniendo fin al viaje de locos, y oyó de su mujer:

- ¿No se ha despedido de su amante? ¡Qué poco considerado!

Se esforzó por no gruñirle; no quería parecerle un energúmeno, pero gracias a ella había estado insatisfecho en la mañana, por eso u otra razón más, la sujetó del brazo y espetó.

- Sube.

Iba a replicarle, dado que estaba siendo un maleducado, cuando se topó con su mirada decidida. Aun así, no se calló.

- No sabía que tuviera el afán de dejar por el camino corazones rotos.

Miró a su esposa que se sentó en el interior del carruaje, y giró el rostro hacia un lado.

- Yo tampoco, así no me olvidarán.

Elle jadeó por pura indignación que a él le dio igual, incluso sonrió torcidamente.

- Iré al pescante con el cochero. Así le ahorro mi intensa presencia.

Lo que desconocía era que su esposo ponía distancia de por medio, no estaba del todo lúcido y no quería perder el control frente a ella. Si lo perdiera, más de uno lo iba a lamentar y ya había tenido los suficientes lamentos anoche.

Durante parte del trayecto, Elle no pudo otra cosa que hacer que pensar en sus padres, en cómo la recibirían. Si decepcionados, enfadados o tristes porque se había casado, sin haberles hecho partícipes de la unión.

No hacía falta mencionar a Edward.

Guardó un suspiró y se entretuvo en mirar el paisaje que se podía ver por la ventana, pasaba por delante de muchos árboles y no parecía cambiar de escenario, siendo este infinito, monótono y largo. Se preguntó si estaría cómodo atrás, al menos no llovía, lo que podía respirar aire fresco.

Si era sincera consigo misma, reconocería que había sido una metiche.

¿No le dijo en un principio que sería un matrimonio de conveniencia, qué hacía reclamándole si se liaba con una moza u otra? ¿No era lo que habían pactado?

Nada de amor, ni de cariño.

Si no fuera porque fue muy atento con ella en la noche, no se habría sentido tan confundida y haber actuado como una esposa celosa. Quizás, debería disculparse, no le gustaba que la situación entre ellos fuera tan tensa. Tenían que vivir juntos.

No supo cuándo, pero se durmió, ya hubiera sido el vaivén, el traqueteo o la tranquilidad que la rodeaba, que consiguió a asumirse en los brazos de Morfeo. Solo cuando paró el carruaje, pestañeó y entrecerró la mirada para ver a su esposo entrar. El corazón se le subió a la garganta.

- Está lloviendo - le explicó al verle entrar y echarse una mano a sus cabellos mojados, que le pareció que brillaban con las gotitas de agua.

Asintió sin saber qué decir, ¿qué le pasaba? Si había repetido el mismo trayecto, ¿por qué ahora estaba hecha un manojo de nervios que no atinaba en articular palabra? Fingió que iba a dormirse de nuevo, cuando lo atisbó buscar algo en su chaqueta que emitió un extraño sonido. No tardó mucho la respuesta porque Myers se la dio en mano. Estaba dentro de un saquito de terciopelo que no paraba de moverse y maullar.

Ohhhh, cuando salió su naricita y sus ojitos pequeños no evitó exclamar. Lo sacó del saquito y lo acunó en su pecho, pero el gatito extrañado no dejó de moverse y maullar. Era una bolita de pelo grisáceo, con los ojos celestes.

- Iba a morir a atropellado si no fuera porque el cochero tiene una vista de lince. Ha sido muy afortunado. Se habrá escapado de su camada o la madre lo había abandonado.

- ¿Cómo puede ser tan cruel? - se le llenó los ojos de lágrimas al pensar que el pobre había estado todo ese tiempo solo.

- A veces, la naturaleza puede serlo.

Su voz tan grave le dio entender que había algo más que aquello. Pero absorta en el nuevo miembro de su familia, no se fijó en ello, ni le dio más vueltas.

- Gracias - respondió con sinceridad.

- No, me las dé, piense que es un regalo de bodas.

Un regalo de bodas.

Una especie de calorcillo se extendió por su cuerpo, olvidándose de la discusión que había tenido esa mañana.

- Yo no lo he hecho ninguno - dijo apurada.

El hombre apartó la mirada de ella y movió los hombros.

- No hace falta.

Era cuando descubrió que su marido no era tan malo como lo fue de niño. Tenía su corazón, aunque este se conmoviera por los animales desvalidos.

¿Y si siempre había así y no lo había visto hasta ahora?

- ¿Tiene un nombre para el gato? Aunque no estoy seguro de si es macho o hembra.

- No importa - acariciando el pelaje, el gatito se calmó, hasta pareció gustarle -. Se llamará Celesty.

Él no se lo cuestionó; no supo si le pareció bien o no el nombre. Daba igual, estaba feliz.

Podía haberse burlado, pero no lo hizo.

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora