Capítulo 17

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He añadido un párrafo que se me ha olvidado poner del anterior capítulo, y corregir alguna palabra que otra. Vamos con otro capítulo

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Otro soporífero baile del cuál asistía y aún se preguntaba qué hacía allí.

Tampoco estaba por la labor exhaustiva de buscar una esposa entre las florecientes y virginales rosas. Entonces, ¿había sido tan lelo que podía haber optado por no ir, habiéndose inventado una excusa? Si, había sido un lelo. Como siempre, como otra noche más.

Ni siquiera la bebida era un consuelo. La habían rebajado tanto que apenas se notaba el sabor de la fruta o del licor, la chispa que daba pie a la diversión. Sí como sus anfitriones, una pareja mayor, encantada de ser el centro de atención y de halagos por parte de sus vecinos. Disimuladamente, echó el contenido a una planta que había, esta no iba a decir nada, no se iba a emborrachar, ni se iba a morir, delatándolo de su crimen, y dejó el vaso detrás del macetero. No creía que iba a rellenárselo de nuevo.

También, echó en falta a su madre. ¡Dios lo perdonara por meterla en la lista que estaba incluida la bebida! Una cosa no tenía que ver con la otra; una, lo deseaba con urgencia; y la otra,... En fin. No era que la extrañara, pero su insistencia en que conociera sus candidatas, según su elección crítica y perfecta, hacía... que fuera un pelín más divertido. Todavía, no lo ha perdonado por su falta de tacto y de sensibilidad sobre el tema de encontrar una esposa. La había ofendido muchísimo y su castigo era sin dirigirle la palabra y sin coincidir con él en los eventos que ambos estaban invitados.

¿Qué iba a hacer sin el criterio de su madre?

Nada, a divertirse más si le era lo posible. Le era improbable porque no podía echar una canita al aire sin que pudiera comprometer la reputación de las damiselas. Por otra parte, no se sentía lo suficiente atraído como para rozar el límite de lo inmoral e incorrecto.

Así que cumplió con su papel, de caballero cortés, pero no demasiado, alejándose de todos y observándolos, ¿preguntándose qué estaría haciendo ella?

Precisamente, la reina de dicha pregunta no se hallaba lejos de él, pero sí, de su amigo Edward, que también estaba presente.

Aunque no se había recuperado del todo, tuvo que apelar toda su fuerza para poder superar aquello, el tener que ver a la gente y componer una sonrisa que no existía. No bailó con ninguno de los caballeros, sino que se mantuvo alejada. Los sentimientos estaban a flor de piel y no lo había perdonado.

¿Con un beso iba a borrar el lacerante dolor vivido, sin omitir que pudiera ser que dicha relación continuara a espaldas de ella?

No podía creerse lo caradura, cínico y mentiroso que era, recordando su visita de hacía unos días, expresando su deseo de que fuera su esposa.

¿Iba a dejarle que se saliera con la suya?

No, no.

Estuvo pensando un buen rato de qué manera podía devolvérsela, de dañarlo, al menos, una cuarta parte de lo que le había hecho a ella, sin ser consciente de su mala acción, de su corazón roto.

De su dolor.

Por el rabillo del ojo, atisbó un movimiento que atrapó su atención, mejor dicho, fue la cercanía de un hombre. Alzó el rostro y el aire se le quedó atascado al verle. No hubo manera de escapar. Ni oportunidad que la hubiera. Salvo que quedara de maleducada y descortés yéndose a otro lugar cuando lo había visto y lo tenía de frente. No era una virtud ejemplar de la cual presumir ante el resto de la sociedad. Aun así, escapatoria o no, sus pies parecían haber echado raíces al suelo. Sin poder moverse.

- Me pregunto por qué está sola y alejada de Harold. Desde que tengo memoria nunca se ha separado de él.

- Buenas noches, lord Myers - apartó la mirada de su figura y la fijó en un punto con el fin de no mirarlo, deseando que pillara la indirecta.

No la pilló, para su desaliento.

- ¿No me responde? - dijo un rato después.

- Si lo hiciera, también le preguntaría por qué se mantiene alejado de las damas, asunto que no me incumbe, ni me interesa.

Se imaginó justo lo que iba a hacer un segundo después, mover los hombros despreocupadamente.

- Ya veo...

¿Qué iba a saber?

Lo miró, cayendo en su trampa. Como estaba pegada a la pared, porque había más penumbra y así Edward o su familia no la verían, aprovechó el caballero a inclinarse.

- ¿Qué ve, si se puede saber?

- Ha habido una pelea de los tórtolos.

Un sonrojo tiñó las mejillas de la muchacha que rápidamente exclamó:

- ¡No la ha habido! No se imagine cosas que no son.

No le iba a decir a él la verdad. Ni aunque fuera su tabla de salvación. Expulsó esa idea tan rápidamente cómo llegó. Era descabellado, inaudito y audaz. Aunque esta no se iba a desaparecer. No tan veloz como quiso y se daría cuenta después. Pestañeó confundida.

- Podría ser una posibilidad - se rascó la barbilla, pensativo o fingiendo esa postura -. Una pelea genera más distanciamiento o más cercanía en la pareja, dependiendo donde lo mire.

Ignoró su comentario, intentando tranquilizarse. Pero la última conversación que tuvieron...

- Me podría decir si lo que me comentó de los matrimonios, sobre que los maridos tenían amantes...

No la interrumpió, alentándola a que continuara. La estaba escuchando.

- ¿Era para advertirme de alguien en particular?

En ese instante, con esa pregunta flotando por encima de ellos, sus miradas se engancharon.

- ¿En quién piensa que me estaba refiriendo?

¿Y si realmente fuera él, la llave que estaba buscando?

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora