Otro trozo

1.3K 314 28
                                    

Las voces de su alrededor se perdieron, difuminándose con otras del pasado; no había vuelta atrás. No la hubo desde que le propuso en esa tarde lluviosa matrimonio a lord Myers. Alzó el rostro, sin realmente mirar, asumida por los vestigios de una conversación.

- ¿Quiere vengarse?

Los labios secos le impidieron elaborar una respuesta más larga, solo dijo un...

- Sí.

La intensidad de la marea de sus ojos la ahogó.

- Sería más que un matrimonio de conveniencia, no nos deberíamos el uno al otro.

Negó con la cabeza. En otras palabras, un matrimonio sin amor.

- Sin embargo, con el tiempo necesitaré un hijo.

No fue consciente cuando dejó de sentir su corazón. Notó sus dedos en su barbilla, una sensación la golpeó al notar su piel haciendo contacto.

- Lo soportará – habló por ella.

- No tendré de otra – respondió lacónica, como una autómata -, ¿qué se va a esperar de mí como esposa y madre de sus hijos?

Era una pregunta retórica porque era lo que se esperaba de ella. Había sido instruida para ello, aunque no había sido ese sueño.

- Lo tiene bien asumido, es decir, sabe perfectamente cuál es su papel – sus dedos la abandonaron y el frío la saludó -. ¿Se arrepentirá una vez que nos casemos?

¿Se estaba arrepintiendo?, se preguntó cuando deslizó la mirada del pastor de Gretna Green a su futuro esposo, cuya cara no era la de Edward, sino otro con el pelo rubio, rozando el platino, las facciones afiladas, la mirada indiferente y el porte de un caballero tal como decía su título. Respiró hondo y, no se inmutó, cuando el hombre les declaró que era marido y mujer, en esa boda furtiva como muchos jóvenes enamorados iban a casarse allí, mas ellos no lo hicieron. No estaban enamorados, estaban unidos por unos intereses comunes. No había felicidad que desbordara por los cuatro costados de los novios.

Ya estaba hecho.

No sintió la dicha del momento que otros tenían, como sus testigos que se ofrecieron o el pastor, que celebraron la unión de la pareja, alzando por encima de ellos pétalos y arroz. Por eso o quizás porque quería terminar con ese espectáculo, que no se esperó aquel gesto... de su parte.

Sintió su mano en la espalda, instándola que se girara hacia él.

Lo miró sorprendida y antes de preguntarle qué deseaba, se quedó paralizada al notar sus labios sobre los de ella.

Fue tan ligero como el toque de una pluma, ¿se lo habría imaginado?

No, aún notaba la presión que había dejado.

- Enhorabuena, lady Myers, ya tiene un esposo para su propósito

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora