Quién quiera bajarse del barco, puede hacerlo.
Vendrá un poquito más de drama
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Para cuando había regresado y deshecho el trayecto de ida, era demasiado tarde; su esposo se había ido. Se dio cuenta por el silencio y la ausencia de él en la casa, pero no se percataría de ello hasta unos días después porque cayó enferma, dándole tiempo solamente a llegar a casa y caer desplomada en el suelo.
Cuando despertó, preguntó por él, sin imaginarse que se había ido. No se recuperó del todo cuando intentó averiguar dónde podía estar ya que se topó con las respuestas evasivas de la servidumbre y aún no lo había visto que se interesara por su salud, creando más brechas entre ellos.
Había señales de que algo malo había ocurrido y no se lo querían decir.
Fue en ese momento de que descubrió que no estaba en la casa. Así se lo dijo la ama de llaves, viendo la tozudez de su señora en poner en peligro su salud, ya que no se había recuperado completamente. La ayudó a volver a la cama, con la condición de que le respondiera con sinceridad, respecto a su esposo.
- ¿Dónde está lord Myers?
Su doncella y la ama de llaves se intercambiaron una mirada que no le pasó desapercibida a ella.
- No lo sabemos.
- Se ha marchado - lo dijo por ellas e inspiró hondo -. ¿Podía hablar con el señor Gold?
- Señora, debe permanecer en reposo.
- ¡No! He de hablar con él; no voy a quedarme aquí sin saber dónde está mi marido.
No tuvo mucho éxito en su intento de sonsacarle información; el hombre era una tumba respecto a lord Myers. Solamente le entregó una carta que le había escrito su esposo antes de irse, dejándola a la deriva. No la leyó en ese momento, enfadada con el mundo y con él, también, por haberle hecho creer que había matado a su amigo. Pero en parte era su culpa, por no haber confiado y haber creído que era una mala persona. Él había decidido que lo mejor era alejarse y poner distancia de por medio. Se durmió con el sueño inquieto.
Era el cuarto día desde que él se fue y decidió leer la carta, con el corazón encogido. No sabía qué pudiera esperar de su contenido. A lo mejor, le había puesto una dirección para que contactara con él. Sin embargo, se encontró con un contenido de lo más escueto y ninguna dirección. Si quería contactar con él porque daba la casualidad que se había quedado encinta, debería decírselo al señor Gold. Su enojo aún fue mayor, mas no duró mucho tiempo porque la tristeza estaba ahí, de alguna manera u otra, lo había empujado ella hacia ese camino, con su desconfianza y su elección final. Todo fue tan rápido y a mal, que no pudo detener el que se cayera el castillo de naipes.
Sus esperanzas se fueron cada vez haciendo más pequeñas al ver que no llegaba a aparecer con el paso de los días. Intentó fingir delante de su familia que, a veces, la visitaba e inventaba cualquier excusa que justificara la ausencia de su marido, aunque no creía que pudiera mantener la farsa durante mucho tiempo si siguiera así. Algún día tenía que aparecer, ¿no?
Justo cuando se iba a cumplir un mes, se empezó a encontrar mal; náuseas, mareos y mucho cansancio. No sabía de dónde venía, y creía que había pillado una enfermedad. Creyó que sería pasajero, pero no fue así, por el que tuvieron que llamar al doctor para que le curara el malestar que había pillado, con la sorpresa de que no era un simple malestar.
No hacía falta alargarlo más, era imperativo llamar a lord Myers y que conociera la noticia de que su esposa estaba esperando su hijo.
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No soy como él (Volumen I)
Fiction HistoriqueEs un borrador que le iré dando forma conforme vaya escribiéndola. Nadie espera que el primer amor sea el que traiciona y rompa en mil pedazos su corazón. ¿Podrá sanar de las heridas, de la desconfianza y del dolor?