Capítulo 27

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La madrugada transcurría pacíficamente, ni un ruido podía romper la paz que había en esas cuatro paredes. Tanto era así que parecía que no respiraba la pareja que dormía en el lecho, pero sí, respiraban, tranquilos como unos bebés. No obstante, hasta los bebés más dormilones se movían. Ellos se movieron debajo de las sábanas, sutil y lentamente, percibiendo el frescor de ellas y la calidez que emitían sus cuerpos. Aún obnubilados por el sueño, no se fijaron en qué dirección iban o hacia dónde se acercaban para terminar casi pegados. Si hubiera abierto los ojos Elle, habría pegado un brinco del susto, pero no los abrió, quedando su cabeza refugiada en su hombro y su brazo atravesando el cuerpo de su marido, que inconsciente o no, la atrajo más a él, depositando su mano en lo bajo de su espalda, cerca de su trasero.

Hubo un murmullo o ronroneo que no fue propio del gato, que estaba en su cesta, durmiendo como un angelito. No se supo de quién fue, solo que no fue el único movimiento que harían. Acuciados por algo más, que no identificaron porque no se despertaron aún, se movieron y se apretaron, rozando más que sus cuerpos y arrugando más las sábanas que acabaron a sus pies. La mano masculina no dudó en apretar la carne, ejerciendo presión con sus dedos.

- Mmmmmm.

Elle, inmersa entre la vigilia y el sueño, no podía escapar de esa somnolencia placentera, que iba tejiéndose sobre ella, estirándola y retorciéndola en una aguda necesidad. Se estiró cuán sentía las caricias sobre su cuerpo, rozándose con él y sintiendo el empuje de algo firme contra ella. No se adentró, sino que se movió sinuoso como un balanceo, que le provocó que se arqueara, se contorsionara contra esa deliciosa presión que puso en punta más de una terminación nerviosa. No pudo más y gimoteó entre sueños, todavía aletargada.

Un susurro lejano le llegó a los oídos, pero no lo oyó muy bien. Más sensaciones la golpearon y ya no pudo más con la tensión; gimoteó cuando notó una tirantez en uno de sus pezones. Se retorció más, derritiéndose como lava espesa, y no fue suficiente, la necesidad se agrandó aún más. De alguna forma se sentía abandonada, no estaba satisfecha y quiso llorar por la frustración que se estaba creando en su interior, le estaba siendo cada vez más inalcanzable. No fue consciente de que había gimoteado más alto cuando lo oyó perfectamente.

- Calma...

No estaba para nada calmada, un segundo... ¿no estaba soñando? ¿por qué se sentía irritada si era un sueño cuando debía ser lo contrario? Entreabrió los ojos. Aún con los nublos, no podía aclarar su mente. Pero lo percibió. Estaba ahí, sobre ella. Alzó sus dedos hacia él, hacia esa sombra que se ceñía sobre su cuerpo y se parecía a su marido. Se topó con su cara hasta sentir su mejilla rasposa, tan real que le cosquilleó, y notó algo más, su piel perlada por la sudor. Sus entrañas se contrajeron.

No se estuvo quieta, deslizó su palma más abajo provocándole escalofríos al hombre, que apretó los dientes. Quiso más, queriendo recorrer cada trozo que se iluminaba con los rayos débiles de la luna, pero alguien la detuvo, quitándole el caramelo de los labios.

Fue él, que no estaba inmune de sus caricias.

Precisamente ese toque lo desarmó, haciéndole sujetar su mano y subirla por encima de su cabeza. Antes de prever lo que iba a hacer, sus piernas se abrieron más con el empuje de sus caderas y sintió que la llenaba con cuán largo y grande era su miembro. Sí, llenándola profundamente y callando esa necesidad que tiraba de ella, más y más. Pero no la acalló, sino que la provocó más. Como respuesta, clavó sus uñas en su espalda.

¡Dios, sí!

No pensó; se entregó a él, luchando y aceptando cada embestida que le prodigaba sin misericordia, siendo sus extremidades entrelazadas que se apretaban en esa búsqueda de placer. Intensa y agoniosa. No hubo perdedor ni ganador porque los dos buscaban lo mismo. No tuvieron que esperar tanto, alcanzando la cima para caer en un gustoso y placentero sopor.

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora