Capítulo 14

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Donde dije digo, digo Diego...

Subiré los capítulos escritos, pensaba en subirlos en el finde, pero me he adelantado. Ya cuando los haya subido, escribiré más en algún hueco :)

Obtuvo ese abrazo, pero no lo fue suficiente para despejar las dudas que habían germinado con la semilla de la discordia.

Fue cuando lo maldijo, pero sin llegar a ese estado de paz plena que ansiaba alcanzar, mas le estaba siendo esquiva. Por más que lo maldijera, no iba a quitarse esa incertidumbre del pecho.

Pese a que Edward en su visita, le había reiterado su deseo de casarse con ella, no le habló de sentimientos, ocasionando que dudara si su intención nacía de un profundo sentimiento o era por simple dar la apariencia. Habían sido amigos, ahora darían un paso hacia adelante que nadie le iba a asegurar de que fuera un acierto o una equivocación.

Ella no tenía dudas de sus propios sentimientos, pero... ¿él la quería?

No le preguntó si la amaba, quizás, no había estado preparada para escuchar la verdad. Sin embargo, había otra realidad que tenía delante y no había sido consciente de ello. Alguien tiró de la alfombra para que lo viera.

Fue en un concierto privado de los Pattison, aunque la palabra "privado" no se acercaba mucho a la cantidad de invitados que había, para presenciar y escuchar a la cantante más famosa de la ópera, una francesa que tenía la voz de los dioses, dulce y demasiado bonita para su gusto, aunque la mayoría de los caballeros parecían embelesados con su presencia, obviando a su compañero que estaba con el arpa, haciendo de acompañante a la cantante. Elle y su familia se habían sentado en las primeras filas, queriendo ver si había venido Edward, sin embargo, no vino.

Últimamente, no estaba asistiendo a ningún evento; no era que le preocupara porque habría preferido ir al club, a fumar y beber un brandy que estar deleitándose con la imagen sensual de la mujer, que no había dudado en ponerse un vestido coqueto y escotado para delite de muchos y el espanto de otras. Había sido mejor que no asistiera; no habría podido con los celos.

La anfitriona, lady Pattison, estaba colorada como un tomate ante la inesperada vergüenza que tenía que enfrentarse porque no había esperado que la cantante diera el cante, pero no precisamente por el canto había sido. Se había llevado una desagradable sorpresa con su plato estrella de la noche.

Antes de que empezara a cantar, lo notó. Pero fue como algo ambiguo y sutil; era decir, no lo vio, porque se colocó detrás de ella, aun así, fue como si el ambiente cambiara, se tornara más espeso. Si podía ser. Inspiró hondo y se dejó de decir "tonterías", intentó concentrarse en lo que tenía delante.

No fue tan sencillo como lo pensó; porque estaba ahí. Además, la mirada de la francesa iba hacia allí, hacia donde estaba él.

¿Se conocían? ¿Por qué le daba la sensación de que se estaba dirigiendo a él y no a otro? ¿Qué era esa sensación de que le apretaba el pecho? Menos mal que hubo un descanso y pudo respirar, moverse de su sitio. Sus padres se levantaron y fueron a saludar a unos conocidos que habían visto.

- No tardaremos.

Elle alzó una mano y la movió, restándole importancia. Miró su abanico y se dio aire fresco con él.

¿No hacía demasiado calor? Las velas iluminadas parecían dar cierto calorcillo y las ventanas cerradas... no corría aire; tenía la garganta seca.

- Tome.

Alzó la mirada incrédula hacia él, que llevaba dos vasos.

- No, gracias.

- No le he echado veneno.

- No me preocupa el contenido de la bebida, sino por la persona que lo lleva. ¿Por qué no se lo da a la cantante? De seguro que estaría gustosa de que se lo diera personalmente.

Para su sorpresa, abrió los como platos cuando se sentó a su lado, ocupando el sitio de su madre.

- ¿Qué hace?

- Sentarme, no me apetece hablar estando en distinta altura.

¡Qué absurdez! Se abanicó con más fuerza, evidenciando su disgusto. Por si no fuera poco, su madre los vio y abrió los ojos igual que ella.

Sorprendida. Ta-chán.

Oh, no, ya estará pensando en una posible boda, imaginando cómo la mente de su madre trabajaba. Ella aún desconocía que estaba comprometida en secreto con Edward.

¿Qué iba a saber? Si lo tenían oculto.

Ojalá no se hiciera ilusiones con lord Myers.

- Mira lo que ha conseguido, la gente nos está mirando.

- Bueno, mientras que no se miren entre ellos – dio un vistazo por encima de su hombro; él, tomó tranquilamente su vaso de agua -. No tengo ninguna relación con la cantante.

- No se lo he preguntado – cerró el abanico con un chasquido -. Puede hasta revolcarse con los cerdos, aunque estos sean animales más nobles que cierta persona que tengo a mi lado.

Debería haberse callado, porque despertó la risa de él, ocasionando más miradas pendientes de ellos. Olvidando su reticencia del principio, cogió el vaso y bebió. El caballero no hizo ninguna burla, ni una broma, ni se lo echó en cara.

- ¿Por qué me ha dicho que así no se miran entre ellos?

Aún quedaban unos minutos para el segundo acto de la cantante, por lo que el hombre se puso más cómodo y estiró un brazo a lo largo del respaldo. Ladeó la cabeza como si con ello, cogía mejor perspectiva del escenario. Solo que estaba fingiendo.

- Si pone más atención, verá que hay más de una pareja casada. Claro, a la edad que tienen, ¿qué se podía esperar lo mínimo de ellos? Una familia e hijos de por medio.

- Como lo está diciendo, parece que no le gusta lo que ve.

Fue cuando él la miró, con esa marea casi traslúcida, ese azul hielo que parecía quemar con la luz de las velas. Tomó otro trago de agua para no mirarlo, más notaba su cercanía.

Y su voz.

- No, no es que me guste; me divierte – pues no parecía que lo estuviera -, y más si están en la misma habitación la amante y a la esposa, todo un espectáculo que la pobre mujer no se entera y lo demás sí, ocultándolo con sus sonrisas compasivas.

- ¡¿Cómo puede decir eso?! – susurró escandalizada.

No se retractó.

- Ninguno va a la iglesia a confesarse. Los matrimonios son así, tienen a la amante lejos o cerca de casa para no levantar sospechas.

- Mi padre no es así, no engaña a mi madre.

- ¿Quién ha dicho que lo haga? Puede ser la excepción que rompe con la norma. Quién sabe. Muy pocos se casan por amor.

¿Por qué le estaba diciendo eso? ¿Acaso había averiguado algo de su compromiso? ¿Le estaba advirtiendo o se lo decía por su propia experiencia?

- Es hora de irme, espero que haya disfrutado de la bebida.

Oh, sí, muchísimo.

Sin embargo, cuando se levantó ya no volvió a sentarse porque se fue, importándole bien poco el caos que había generado dentro de ella.

Rezó para que cuando durmiera, no tuviera pesadillas.

Fracasó.

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora