Capítulo 10

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Estamos en Múnich

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Estamos en Múnich. Tal como Volker lo había ordenado, salimos desde temprano de Berlín, el señor Diekmann se encuentra ahora mismo en una junta, espero afuera de esa sala tal como siempre debo hacerlo y solo me mantengo de pie, no se escucha nada de lo que dicen en el interior, mi estómago ruge y solo me ahogo una risa mientras camino hasta la máquina de café más cerca, tomo un vaso y comienzo a prepararme un café, miro de vez en cuando hacia la puerta de la sala de reuniones.

Cuando termino de preparar mi café solo tomo el envase y regreso a mi puesto, estoy a punto de darle un sorbo pero la puerta se abre de repente y de ella salen varios hombres que reconozco como inversionistas, salen con caras amargadas, seguramente todo había salido mal, mi vista va hasta el último alemán que sale y sin detenerse camina hasta el elevador especialmente diseñado para él, lo sigo quedando detrás de él, veo como me mira sobre su hombro, de un momento a otro se gira hacia mí y me arrebata el café en mi mano para darme la espalda de nuevo mientras se empina mi vaso, ¡mi vaso!

—Oiga —suelto entre dientes, comienzo a cabrearme un poco.

—¿Qué? —pregunta adentrándose al elevador cuando este abre sus puertas.

—Eso era mío —respondo, no he desayunado y Dakota Kingston levantándose temprano, con pocas horas de sueño, sin comer y para el colmo quitándole su comida no es una buena combinación.

—Era —suelta él y mis puños se aprietan, no digo más y solo me ahorro mis palabras cada que veo como bebe del que era mi café, ojalá le dé diarrea.

Llegamos al último piso de este edificio, esta empresa es igual a la que está en Berlín, cambian algunos detalles pero el concepto de diseño sigue siendo el mismo.

Sale y camina directamente a la oficina aquí, se adentra a esta cerrando la puerta detrás de sí y yo solo camino hasta uno de los sofás donde tomo asiento mirando únicamente por el ventanal. Las horas y los minutos pasan, siento que voy a desfallecer, Volker no ha salido de su oficina, mis ojos van hasta la mujer rubia que sale del elevador de empleados, camina con rapidez mientras sonríe en mi dirección.

—Hola, Ariana —veo como deja algunas cosas sobre el escritorio en la recepción, toma una de las bolsas que trae consigo y se acerca mientras veo como saca algo de esta para después extenderlo en mi dirección—, espero que sea de tu gusto.

Mis ojos se iluminan al ver el subway que me da, lo acepto con frenesí mientras siento mi boca hacerse agua.

—Gracias, Chelsea —suelto con una sonrisa y solo asiente.

—Entraré a dejarle esto al señor Diekmann —veo que trae más comida, solo asiento desinteresa y desenvolviendo mi comida mientras veo a la rubia entrando a donde el alemán se encuentra, comienzo a comer, en el primer bocado juro que me siento en el paraíso.

Chelsea sale después de unos minutos de la oficina, la veo mientras trae consigo ahora un montón de carpetas que apenas y la dejan caminar, deja estas sobre su escritorio y comienza a trabajar.

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