"Yo no soy el héroe de tu historia, soy el villano que te hará sucumbir en tus más oscuras perversidades."
Volker Diekmann es la perfecta definición de perdición, lo comprobé cuando de una noche a otra no podía dejar de aparecer en mis pensamiento...
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Borka.
Moscú, Rusia.
Mi vaso se estrella con rapidez al momento que lo arrojo contra el muro frente a mí después de ver las cámaras de seguridad del burdel en Alemania.
Mi sangre arde, no puedo explicar la manera en que el enfado se enciende en mi interior.
Mis ojos van de nuevo hasta las grabaciones que me muestran, habían hackeado el edificio entero a excepción de mi oficina en el burdel.
Miro la grabación que la cámara capto momentos antes de que el edificio ardiera por completo.
Mi interior se contrae aún más en el momento que miro a Dakota Kingston. Es esa puta quien ha terminado con esta mierda, miro la manera en que asesina a Yelena, como ella cae por el ventanal.
Un nudo se crea en mi garganta, Yelena era de las pocas personas que me quedaban y ahora me la han arrebatado también.
Dakota Kingston fue quien terminó con ella y con mi burdel también, arruinó uno de mis negocios y esto no se quedará así.
—¿Dónde está Esmeralda? —pregunto entre dientes a uno de mis hombres.
—No lo sabemos, señor —responde este de inmediato—. Hemos intentado localizarla como usted pidió pero no ha respondido ninguna de nuestras llamadas.
El enojo se disipa más al saber que mi mujer jugó en mi contra al no decirme ni una mierda sobre lo que haría Dakota, pudo prevenir esta mierda y no lo hizo.
—Quiero que incrementen la seguridad en cada uno de los burdeles —ordeno a otro de mis hombres—, manden más hombres a cuidar y resguardar, así como quiero que protejan y cambien todo el sistema tecnológico.
—Entendido, señor —de inmediato comienzan a teclear y ordenar cosas.
Mis ojos van hasta otro de mis hombres que entra por la puerta de la sala.
—Señor, la señora Esmeralda está aquí —miro de inmediato hasta ese punto, mi mujer entra por la puerta y su mirada verde de inmediato cae en mí.
Mis ojos la recorren de arriba a abajo, no puedo evitar enfadarme más en el momento que veo ese estúpido uniforme sobre su cuerpo. Aquel uniforme que la convierte en miembro de la OMPC.
—Salgan —ordeno entre dientes y todos mis hombres aquí salen de inmediato dejándonos solos a ambos.
—Sé que has estado intentando localizarme —habla ella mientras comienza a acercarse.
Sirvo whisky en un vaso y comienzo a beberlo.
—Estaba ocupada —agrega.
—¿Con qué? —pregunto cabreado.
—Sabes con qué —responde, la miro, sus ojos verdes desprenden enojo.