Borka Velikov.
Bebo vodka mientras mis ojos enfocan la puerta del departamento de Esmeralda, miro el reloj en mi mano pero vuelvo a levantar la mirada cuando la puerta es abierta, mis ojos enfocan a mi mujer que entra por esta, veo como deja sus cosas, no se percata de mi presencia.
Mis hombres que he puesto a vigilarla me habían informado que llegaría en cualquier momento.
—¿Dónde estabas? —pregunto, mi pregunta tan repentina hace que mi mujer se sobresalte, miro como comienza a girar hasta que sus ojos verdes coinciden con los míos.
Bebo de un solo trago lo que resta del vodka en mi vaso.
—¿Qué haces aquí? —pregunta, se cruza de brazos mientras comienza a caminar acercándose a mí—. Le dije a tus hombres que no quiero que me molesten.
Me pongo de pie, acomodo mi traje y camino hasta quedar frente a ella, no se inmuta, mantiene su cabeza en alto y sus ojos conectados con los míos sin dudar un solo segundo.
—Quiero que te encargues de que Yelena regrese a Moscú —hablo.
Niega con la cabeza, una sonrisa ladeada y burlona se pinta en sus labios.
—No lo haré —responde—, para mi mejor si esa perra se pudre en la cárcel —intenta dar la vuelta pero la tomo por su brazo obligándola a permanecer, con mi mano libre tomo su quijada y la obligo a mantener su mirada conectada con la mía.
El verde en sus ojos me recuerda el nombre que le he dado: Esmeralda. Sus ojos son como dos esmeraldas, intensas, deslumbrantes y hermosas.
—No quieres desafiarme —suelto con voz calmada—, sabes que no te conviene.
Su quijada se aprieta, uno de mis dedos comienza a descender desde su barbilla hasta su pecho, juego con los botones de su camisa mientras comienzo a abrir uno por uno.
—Si tu hombre da una orden tú la obedeces sin negociar —el enojo comienza a crecer en mi interior pero me mantengo sereno—, si yo quiero que te jodas a la maldita OMPC y traigas a Yelena lo haces y no desobedeces ni pones en dudas mis órdenes.
—¿Qué? —pregunta desafiándome—, ¿tus hombres de mierda no pueden hacer nada de esto?
Suelto una carcajada cargada de ironía, me encanta que me subestimen porque así cuando es mi momento de mostrar de lo que soy capaz de hacer todos quedan con la boca abierta.
—Sabes que si lo quiero puedo terminar con todo el puto mundo que me causa estragos en estos momentos —acaricio su mejilla acercándome más a ella—, pero, hoy se me antoja que mi mujer me muestre la maldita lealtad que dice tener y haga lo que quiero y ordeno.
Traga saliva con dureza, eso me indica que sabe y está consciente de que no tiene alternativa alguna.
—¿Vas a desafiarme, mi amor? —pregunto rozando sus labios con los míos, siento como su cuerpo se tensa a medida que comienzo a acariciar su piel debajo de su camisa, hago a un lado su sostén y tomo en mis manos sus senos mientras estrujo estos haciendo que suelte un jadeo que de inmediato activa mi polla.
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CRIMINAL
Acak"Yo no soy el héroe de tu historia, soy el villano que te hará sucumbir en tus más oscuras perversidades." Volker Diekmann es la perfecta definición de perdición, lo comprobé cuando de una noche a otra no podía dejar de aparecer en mis pensamiento...