Capítulo 54

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Miami

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Miami. 

Tres días antes del operativo.

Dakota.

—Hola, Chels —miro a la rubia en su escritorio—. ¿Está Volker?

—Sí —responde ella con una sonrisa—, está dentro, acaba de salir de una reunión.

Sonrío saludando también al señor Strabao que se encuentra en uno de los sofás del piso residencial de la empresa de Volker.

—Pasaré a verlo —asiente con la cabeza y solo camino hasta la puerta de la oficina de Volker, misma en donde tomo la perilla para adentrarme.

Cierro la puerta detrás de mí. Mis ojos van hasta el alemán detrás del escritorio.

—Llegó el amor de tu vida —suelto caminando hacia ese punto. No levanta la vista de los papeles que lee y solo tomo asiento en una de las sillas frente a él.

Está concentrado en lo que sea que lee y lo único que hago es soltar un suspiro lento mientras me relajo en mi asiento.

Comienzo a jugar con la cremallera de mi chaqueta.

—Estoy trabajando —escucho su voz, llevo mi mirada hasta él, sigue sin mirarme.

No dejo de jugar con la cremallera de mi chaqueta, veo como mira ese punto en donde mi mano baja y sube el cierre y entiendo, me detengo haciendo que el silencio reine de nuevo en la oficina.

—Trabajas todo el tiempo —suelto acomodándome en mi silla—. ¿No te cansas?

—No trabajo corriendo —responde y ruedo los ojos.

—Que chistoso —suelto—, debiste ser comediante en lugar de empresario.

Coloco una mano en mi barbilla.

—O payaso —suelto de nuevo—, de todos modos te hice quedar como uno.

Me mira y solo sonrío con burla mientras sus ojos me fulminan.

"No voy a soltarte, no hasta que me canse de ti, de tu cuerpo y de tu jodida existencia" —intento imitar su voz repitiendo también las mismas palabras que él me había dicho cuando todo esto inició—. ¿Ya se cansó de mí, señor Diekmann?

—Me cansas a diario —suelta y la jodida sonrisa en mi rostro se extiende aún más.

—Te canso a diario pero solo porque te dejo agotado en la cama, mi amor —se relaja en su asiento y hago lo mismo pero en el mío—. Dijiste que esto se terminaría el día que te cansaras de mí y míranos ahora.

Acomodo mi cabello.

—Yo con cinco yates hechos especialmente para mí y un collar que le grita a todos que nos pertenecemos —suelto, sus ojos no se despegan de mí y baja su mirada también al collar que cuelga en mi cuello—. Y tú con una mujer que está dispuesta a todo por ti.

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