Capítulo 08

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Volker Diekmann

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Volker Diekmann.

Miro a los ancianos alrededor de la mesa, estoy hastiado, me hartan y solo quiero largarme cuanto antes.

Miro el reloj en mi muñeca, la junta está a punto de terminar, pero estos idiotas lo único que hacen es alargar cada vez más la reunión.

Es una junta en la cual estoy perdiendo tiempo, las mierdas que están diciendo son las mismas mierdas que ya sé.

—¿Comprarás acciones en Rusia? —uno de los hombres canosos me mira, su voz es irritante, me acomodo en mi asiento.

—No —suelto sin más—. La oferta que hicieron los rusos no era conveniente así que me negué.

Los ojos de los presentes se abren más de la cuenta.

—Volker, ¿hablas en serio?

—Soy el señor Diekmann para usted —suelto mirando al hombre de gafas que se ha atrevido a llamarme por mi nombre olvidando que no somos iguales.

—Señor Diekmann —corrige de inmediato.

Me pongo de pie mientras arreglo mi saco bajo la atenta mirada de todos los presentes quienes siguen sorprendidos por la compra que no realice de las empresas rusas.

—Yo decido que hago y que no hago con mi dinero —los miro mientras hablo al mismo tiempo que abrocho mi saco negro—. No se me dio la gana de comprarle a unos cabrones que no sabían absolutamente nada de inversiones y yo no estoy para perder tiempo y mucho menos dinero.

Miro a Chelsea quien entiende y sale de aquí inmediatamente.

—Es mi dinero e iba a ser yo el único que iba a perder —comienzo a caminar hacia la salida—. Encontraré ofertas mejores y cuando eso pase entonces voy a invertir, mejor piénsenlo dos veces antes de volver a traer a inútiles aquí para vender.

Lo único que pasa por mi cabeza son las maneras en que puedo mandar a la mierda a esta bola de viejos.

No espero que digan una palabra más cuando ya he salido por la puerta de la sala, comienzo a caminar directamente hacia el elevador, pero, me detengo cuando siento pasos detrás de mí.

Giro la cabeza mirando sobre mi hombro, y miro a la mujer de cabellera castaña que camina detrás de mí.

Cierta sorpresa se cuela en mi sistema, se supone que debía irse, no permanecer.

—¿Qué haces aquí? —pregunto siguiendo mi camino hacia el elevador, quedo frente a las puertas de metal, me detengo y presiono el botón.

—Estoy trabajando, señor —responde de inmediato.

Quiero voltear y gritarle que debe largarse y que no la quiero aquí pero aún así me contengo sabiendo que si hago eso aquí comenzarán a hablar y lo que menos quiero y necesito en estos momentos es que la gente que trabaja para mí esté hablando en los pasillos.

CRIMINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora