Capítulo 7 parte 2

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Si aún no has visto la primera parte de este capítulo, ve a verla porque si no no vas a entender nada.

-Él debía tener unos cuatro años, y estaba en un callejón llorando al lado de un contenedor de basura.

>Le pregunté si estaba bien, que qué le pasaba, y me dijo que se había escapado de su casa porque sus padres le pegaban.

>Desde entonces, siempre he hecho todo lo que he podido para que él comiese. Había veces que tenía que robar, otras mendigaba por comida, y otras rebuscaba en los basureros. Y también había semanas en las que yo no comía porque no había suficiente para los dos.

>No puedo decir que tuviésemos una infancia feliz ni fácil, pero por lo menos subsistimos, los dos juntos, contra el mundo.

>Creo que fue en una de esas noches cuando apareció él, porque de esa noche no recuerdo nada más que un señor se nos acercaba a Horacio y a mi, y yo me ponía delante para protegerlo. Lo único que sé es que al día siguiente no podía andar... Supongo que ya sabrás a lo que me refiero.

>Desde ese día, siempre que estábamos pasando por una situación demasiado violenta, él salía. Cuando alguien se metía con nosotros, él salía. Cuando necesitábamos usar la fuerza, él salía.

>Horacio le tenía miedo. Y no lo culpo. Más de una vez había pegado a Horacio. Una vez incluso lo mandó al hospital. Entonces yo también le cogí miedo.

>Llevábamos ya unos meses en la ciudad, yo trabajada de basurero y Horacio estaba terminando sus estudios. Yo ya tenía 19 años, edad para entrar en la universidad, pero no podía permitírmelo.

>Poco después, conocimos al super y nos metimos a policía los dos. Al final el viejo se acabó convirtiendo en la figura paterna que Horacio nunca tuvo, porque a eso no se le podía ni llamar padre, y el que yo perdí ese día.

Gustabo se quedó un rato en silencio, luego abrazó sus rodillas y enterró su cabeza en ellas.

-Greco, te acabo de contar algo que nadie más sabe, y confío en tí para que siga siendo así. Nadie sabe de mi trastorno, ni de mis miedos, ni de mi infancia. Solo Horacio, Conway y ahora tú -Me miró. Sus ojos estaban vacíos, sin rastro de sentimiento, pero de ellos seguían cayendo lágrimas.

-Puedes confiar en mí, no se lo diré a nadie.

-Muchas gracias -Susurró y volvió a abrazarme. Este chico nunca pararía de sorprenderme.

De repente se levantó y salió de nuestro castillo de mantas.

-Ya ha dejado de llover... -Me miró con una sonrisa triste- No hace falta que te quedes si no quieres -Bajó la mirada.

-No, quiero quedarme contigo -Dije decidido, pero me miró y me puse algo nervioso- Quiero decir, si quieres, claro.

-Por supuesto Barbas -Me volvió a abrazar. Sus abrazos se sentían tan bien... No quería separarme de él, nunca.

NARRA GUSTABO

Había pasado ya un rato desde que dejó de llover, y la peli acababa de terminar.

-Oye Gus, tengo que ir a pasear a Soyla, te vienes?

-Vale, pero ¿quién es Soyla?

-Es mi perrita, una pug muy mona.

-Bueno, pues vamos -Dije levantándome.

-¿Pero no habría que recoger todo?

-Nah, no te preocupes, lo recogeré luego con Horacio.

Salimos de casa y bajamos a por el coche de Greco.

-¿Dónde vives, Barbas?

-En Paleto -Abrí mis ojos como platos y lo miré.

-¡¿En paleto?! -Él me miró divertido.

-Sip. Siempre me ha gustado más el monte que la ciudad.

-Sí ya veo -Suspiré para mirar por la ventana.

Greco soltó una risita, y eso me hizo sonreír como un tonto.

Llegamos a la casa de Greco, y yo me quedé apoyado en el coche mientras él sacaba a su perrita de casa.

La verdad es que era muy mona, y parecí caerle bien, porque la cogí en brazos y no me paraba de dar besitos de perro por toda la cara.

Fuimos a pasear a un parque que había cerca de la casa de Greco, al parecer él siempre iba ahí al igual que un montón de sus vecinos que también tienen perros.

Nosotros nos sentamos en un banco mientras Greco soltaba la correa de Soyla y la dejaba jugar con los demás perros.

-¿Seguro que no se escapará? -Pregunté preocupado.

-Tranquilo, si un perro está agusto con sus dueños, no se va. Y te aseguro que ella vive como una reina -Reí ante eso- Oye Gustabo, ¿a ti no te gustaría tener un perro?

-Para perro ya estoy yo. No, ahora en serio, a mí si me gustaría, pero dan mucho trabajo. Eso sí, si algún día te tienes que ir de viaje o algo, ni se te ocurra dejar a Soyla a cargo de alguien que no sea yo eh.

-No no, tranquilo -Rió- Por cierto, y lo siento por la pregunta, pero ¿dónde está tu hermano? ¿Por qué te dejó solo si sabía que te daban miedo las tormentas?

-No es su culpa, cuando él se fue aún no llovía, y él también tiene que hacer su vida, no puede estar siempre conmigo solo porque tenga miedo de que alguien valla a entrar a mi casa.

-¿Y por qué no fue a tu casa cuando empezó a llover?

-Porque seguramente habría tenido que dar explicaciones, y él sabe que decir que le tengo miedo a las tormentas y a estar solo en casa no es una opción. Además, había quedado con el Doctor Muerte, seguramente se lo estaban pasando tan bien que ni siquiera se dio cuenta que llovía.

Greco no dijo nada.

Poco después vino Soyla corriendo y se tumbó en mi regazo. Yo la acaricié.

-Ya está cansada. Hora de irnos a casa -Dijo Greco- ¿La llevas tú o la llevo yo?

-Ya la llevo yo -Dije cojiéndola con cuidado y levantándome.

-Está bien.

Dejamos a Soyla en casa de Greco y él me llevó a la mía. Ya era tarde y yo quería estar en casa por si acaso Horacio cumplía con lo que había dicho y llegaba para cenar.

Aunque eso era imposible.

-¿Quieres que me quede contigo hasta que llegue tu hermano? -Dejo Greco amable.

-No, te lo agradezco de verdad, pero no hace falta. Pasar la tarde contigo me ha calmado, ya no llueve, y si no sales ya de aquí llegarás a tu casa sobre la 1 de la mañana.

-Está bien, pero si necesitas algo, avísame.

-Vale, adiós Barbas, que valla bien -Me despedí.

-Adiós Gus -Dijo y se fué.

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Bueno, segunda parte.

Qué os ha parecido la historia de Gustabo?

Y el rato que han estado Gustabo y Greco juntos?

Espero que os haya gustado.

Nos vemos en el siguiente capítulo,

Chaoooo <3

Gracias a ti [GRECABO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora