Capítulo 39

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Un momento después de cerrar la puerta de mi habitación con un fuerte portazo, oí unos golpecitos flojos y mi hermano asomó tímidamente su carita preocupada.

-Gus... ¿estás bien?

-No -Dije con voz de niño pequeño y me incorporé en mi cama. Horacio se acercó y se sentó a los pies de mi cama para poder verme a la cara- He "discutido" con Greco. Se ha enfadado conmigo. Y yo me he enfadado con él por no entenderme, lo que hace que me enfade conmigo mismo porque no tengo derecho de enfadarme con él por eso, y eso hace que me enfade aún más con él por hacer que me enfade conmigo, y se crea una espiral de odio, y yo no sé que hacer.

-Bueno... Creo que tenéis que hablar. No ahora, por supuesto, pero sí esta semana.

-No lo sé. Horacio, él es la persona a la que más quiero después de ti, y llevo más de un año y medio sin poder hablar con él, y ahora que puedo, voy y la cago. Al fin y al cabo, es lo único que sé hacer: cagarla -Lo último lo dije más para mí que para él, pero aún así lo escuchó.

-No Gus, no ha sido tu culpa, ni la suya, simplemente ha habido un malentendido y un desacuerdo entre vosotros que tendréis que arreglar y ya está.

No sabía qué más decir, así que simplemente dejé que mis lágrimas cayesen mientras abrazaba a mi hermano.

-Necesito estar un rato solo Osito -Dije separándome un poco de él y evitando su mirada.

Lo vi asentir por el rabillo del ojo y luego se fue.

En cuanto la puerta de mi habitación se cerró, me derrumbé sobre la cama y abracé a mi conejito de peluche.

Intenté no hacer demasiado ruido porque sabía que mi hermano podría estar escuchándome, pero necesitaba desahogarme. Ahogué unos cuantos gritos sobre la almohada y lloré hasta quedarme sin fuerzas y dormirme.

Cuando me desperté tenía la cara húmeda aún y estaba hecho bolita en mi cama abrazado a mi peluche.

Me di una ducha larga, el agua fría me ayudaba a aclarar un poco mis pensamientos, y luego salí de casa con una sudadera ancha azul oscuro y unos vaqueros para dar una vuelta. Me apetecía andar después de tanto tiempo sin poder siquiera usar mis piernas.

Como había estado un muy largo tiempo tumbado en esa camilla, no necesitaba hacer mucho esfuerzo para cansarme, así que iba sentándome en los bancos del parque cada rato.

Estuve toda la mañana pensando en qué hacer con mi vida, y al final decidí que al día siguiente tenía que hablar con Greco. Él era un pilar fundamental en mi vida, y más ahora que Horacio estaba saliendo con Volkov y pasaba menos tiempo conmigo, y que no sabía que pensar de Conway.

Lo necesitaba. A él, a su sonrisa, a su barba, a su voz, a sus tonterías, a sus palabras de ánimo y sus felicitaciones en el trabajo... A todo él.

Y también a Soyla, aunque sabía que a ella iba a ser mucho más dificil poder volverla a ver.

Entonces se me ocurrió una buena forma de disculparme con Greco: adoptar un perrito y regalárselo.

Sabía que otro perro no podría nunca llenar el hueco que seguramente le había dejado Soyla, pero en algo ayudaría, y si no lo quería o no lo podía tener, siempre me lo podía quedar yo.

Así que hice acopio de toda la resistencia que tenía -que la verdad no era mucha-, y corrí hasta casa para pedirles a Volkov y Horacio que me acompañasen a la perrera.

Aceptaron sin dudar; a Horacio le entusiasmó la idea y a Volkov le gustaba ver a Horacio tan feliz.

Tardamos un buen rato en elegir, pero al final nos quedamos con un cachorro de Pastor Alemán que tenía apenas unos meses.

Gracias a ti [GRECABO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora