Capítulo 50

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Al día siguiente, cuando desperté, tenía un montón de llamadas y mensajes de Horacio y de Volkov, pero ninguna de Gustabo.

Llamé a Volkov.

-¿Greco? -Preguntó. Parecía preocupado.

-Dime -Le contesté con un tono inexpresivo.

-¿Dónde estás?

-En mi casa.

-¿En el Norte?

-Hu-hum -Asentí.

-¿Y por qué te has ido?

-¿Tengo que deciros cuándo me voy a mi casa? -Pregunté con fingida incredulidad. Me sentía mal por hablarle así a Volkov, él no había hecho nada, pero estaba demasiado enfadado con Gustabo como para hablar bien a la gente.

-N-no -Dudó- Es sólo que estábamos preocupados por ti.

-Bueno, pues ya sabeis que estoy bien. ¿Algo más?

-No -Dijo sécamente y colgó. Se había enfadado.

Tiré mi teléfono al otro lado de mi cama y me levanté para empezar el día, que pasé viendo películas tirado en el sofá porque no tenía nada mejor que hacer.

Cada poco comprobaba mi móvil, con la esperanza de que me llegase un mensaje de Gustabo, pero no llegó.

NARRA GUSTABO

Ya había pasado una semana desde que Greco se había ido a su casa, y yo no había hablado con él aún.

Seguía teniendo miedo de que pensase que era demasiado infantil y que se burlase de mi.

Pero lo echaba demasiado de menos.

Extrañaba el calor que desprendía su cuerpo por la noche, su aroma hogareño que tanto me relajaba, sus abrazos cuando algo iba mal, y toda su presencia en sí.

La casa estaba vacía sin él.

Así que me atreví a llamarlo, porque así es como se superan los miedos: de golpe.

-¿Gustabo? -En su voz había esperanza, aunque la intentaba ocultar.

-Greco... -Había echado de menos su voz. Más de lo que imaginaba.

-¿Qué pasa, Gustabo? -Parecía dolido.

-Yo... Te echo mucho de menos -Intenté que no se me entrecortara mucho la voz.

-¿Y por qué...? - Pensó un momento en lo que iba a decir- ¿Por qué el otro día parecía que me querías matar?

-Esque... -Suspiré- Creía que te ibas a reir de mí -Dije en un susurro.

-¿Qué? ¿Y por qué haría yo eso? -Estaba desconcertado.

-Porque me viste abrazado a mi peluche...

-Espera, ¿de verdad creías que me reiría de tí por dormir con un peluche? -Preguntó incrédulo. Yo no dije nada, dándole a entender que sí- ¿Por qué? Yo tuve uno hasta los 17 años.

-Sí, pero yo tengo 26- quiero decir, 28. Aún no me acostumbro a esto de haber estado en coma -Lo último lo dije en un susurro, más para mí que para él.

-¿Y qué más da que tengas 28 años?

-Pues que ya soy demasiado mayor como para dormir con peluches.

-Gustabo, los años que lleves vivo no definen lo "infantil" o no que puedas ser. Eso solo depende de tí. Y además, dormir con un peluche no es de niños pequeños.

Ambos nos quedamos en silencio durante unos segundos.

-Entonces... ¿Puedes volver a casa? -Susurré esperanzado.

Gracias a ti [GRECABO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora