El viaje hasta el norte fue largo y silencioso. Estaba tan ocupado pensando en qué decirle a Greco que ni siquiera me di cuenta de que había tanto silencio en el coche.
Cuando por fin llegamos, prácticamente corrí hacia su puerta y llamé.
Un Greco despeinado y en pijama abrió, y sus ojos y boca se abrieron en sorpresa al verme.
Nos quedamos un momento en silencio, mirándonos, asimilando que por fin nos estábamos viendo el uno al otro.
Me di cuenta de que los nudillos de la mano con la que sujetaba el pomo de la puerta se le estaban poniendo blancos por la fuerza que estaba haciendo.
-H-hola Greco -Cuando me escuchó soltó la puerta y dejó su brazo caer a su lado.
Me estaba mirando, pero parecía que en realidad no me estuviera viendo, sino que estaba tan concentrado en sus pensamientos que todo a su alrededor simplemente desapareció para él.
De un momento a otro, pasó a mirarme directamente a los ojos, pero no pude descifrar lo que había en ellos, quizá demasiadas emociones.
Me acerqué despacio, como si al hacer algún movimiento demasiado brusco se pudiese asustar e ir, y lo abracé por la cintura. Enterré mi cara en su camiseta blanca de pijama y no dije nada. Simplemente me quedé ahí. Solo estábamos él y yo en mitad de la noche, en la puerta de su casa, despues de no poder mantener una buena conversación desde hacía más de un año y medio.
Horacio no estaba ahí, le había dicho que se quedase en el coche, porque necesitaba hacer esto yo solo.
A él le costó unos segundos reaccionar y abrazarme, pero al final lo hizo y hundió su cabeza en mi cuello.
No sabía qué decir, y parecía que él tampoco, así que nos limitamos a simplemente abrazarnos.
-No te haces ni una idea de lo que te he echado de menos, Gustabo -Dijo aún sin separarse de mí.
-Yo también Greco, aunque supongo que mucho menos, teniendo en cuenta que casi todo el tiempo he estado en coma.
-¿Por qué te fuiste? No sabía nada de tí, pensaba que te había pasado algo -Dijo, y el dolor que reflejaba su voz me partió el corazón de nuevo.
-Lo siento, de verdad, pero necesitaba mantenerlo controlado para no hacer algo malo a alguien de los que quiero y no volverme loco. Este mes ha sido una tortura, Greco. No ha sido nada fácil lidiar con esto yo solo, pero fue mi decisión, y ahora ya estoy bien -Eso no era del todo verdad, pero no se lo iba a decir a nadie.
Greco deshizo nuestro abrazo y me agarró la cara con sus manos.
-Gustabo, estoy dispuesto a escucharte, pero no te quiero presionar, cuando sientas que estas listo para contármelo estaré aquí para escucharte.
-Lo sé Greco... Y creo que estoy preparado, si tienes un hueco libre -Dije con una sonrisa y él rió un poco.
-Desde luego -Contestó y me hizo un gesto para que entrase a su casa. Ni siquiera me acordaba de que estábamos fuera.
-Voy a avisar a mi hermano, me ha traído él y está dos calles más arriba esperando en el coche -Le dije y le mandé un mensaje a Horacio diciéndole que podía volver a casa.
Greco se sentó en el sofá, y yo, que estaba de pie delante de él, llevé mis manos a mi cintura y levanté una ceja.
-Oh no, así no es como se hacen las cosas -Le deje con tono serio fingido.
-¿Qué? ¿Y cómo las quieres hacer?
-Espera un momento -Dije y fui a su habitación y cojí algunas mantas que encontré y unos cojines y volví al salón con él- Toca hacer un castillo de mantas.
Él rió y se levantó del sofá para ayudarme a hacer el castillo de mantas. Esa era una de las razones por la que quería tanto a este hombre.
-Vale, esto ya está. Puedes empezar -Dijo cuando ya habíamos terminado de colocar todas las mantas y los cojines.
-Vale... Ya te conté la primera vez que salió a la luz, pero aún no sabes cómo apareció.
NARRA GRECO
Su mirada se ensombreció y se puso a mirar un punto fijo, igual que el día en que me contó cómo había conocido a Horacio, por lo que supe que lo estaba volviendo a recordar.
-... realmente yo tampoco lo sé al 100%, pero creo que se empezó a crear el día en que mataron a mis padres, y con cada noche que pasábamos en las calles, pasando frío y sin nada caliente que llevarnos a la boca, se iba haciendo un poquito más fuerte, hasta que finalmente salió ese día, protegiéndome para que yo no recordase todo lo desagradable que debí pasar, pero con el tiempo en vez de ser bueno y limitarse a protegerme, fue volviéndose malo y empezó a hacer daño.
>Al principio eran cosas a penas notorias, un puñetazo a los abusones, un insulto a los que nos miraban mal... Parecía que lo hacía en defensa popia. Pero con el paso del tiempo acabé haciendo daño a la única persona que quería: Horacio. Solo fue una bofetada en la mejilla porque no estaba de acuerdo con algo que yo había hecho, pero en ese momento empecé a temer que le pudiese hacer algo demasiado malo, hasta que pasó. Una tarde, cuando yo tenía unos 19 años y Horacio 16, le pegó una paliza. Horacio siempre fue más alto y grande que yo, y también más fuerte, pero él sabía que si me pegaba al día siguente me dolería a mí, no a él, así que simplemente no hacía nada más que intentar detener los golpes, pero él no se detuvo y Horacio acabó en el hospital.
>Para entonces ya conocíamos a Conway, y cuando le hice eso a Horacio, lo dejé a su cuidado y yo me fui a un manicomio. Fue el peor año de mi vida. Ese sitio de paredes blancas, donde todos se desahogaban con nosotros, de todas las maneras posibles. No eran tontos, tenían dos o tres personas para desquitarse, y las iban cambiando cada semana, así si venía un inspector o alguien a revisar ese lugar, ellos solo decían que había habido una pelea, y como supuestamente todos nosotros estábamos locos, si llegábamos a confesar algo no nos creían, y luego nos caía castigo doble.
>Lo único que sé con seguridad es que si entrabas ahí, salías con más traumas de los que tenías cuando llegaste, y cuando al fin me dieron el alta, tuve que ir a una clínica de verdad donde me dieron unas pastillas que me ayudan a controlarlo, pero por supuesto a ningún doctor le dije lo que pasaba en ese sitio.
>Y con esto no quiero decir que todas las clínicas mentales sean malas, sino que hay algunas que nos son lo mejor que digamos.
>Por eso me tuve que ir. Hace un tiempo te hice prometer que si le volvía a hacer daño a Horacio me internaras en un manicomio, ¿recuerdas? Y a decir verdad, no estaba listo en lo absoluto para volver a un sitio de esos, por eso en cuanto me di cuenta de que había vuelto, tuve que alejarme de todos e intentar retenerlo por mi cuenta.
>Como te dije la otra vez, esto no se lo puedes contar a nadie, por favor Greco.
Ahora me estaba mirando a los ojos, que seguían inexpresivos. Asentí.
-No te preocupes, puedes confiar en mí, pero quiero que me digas algo... ¿Él tiene nombre? -Su mirada se oscureció por un segundo y luego un destello de ansia apareció en su mirada.
-Pogo. Mi nombre es Pogo.
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...
Nada que decir.
Bueno, sí, que por fin hay reencuentro entre estos dos, y aunque en realidad no llevan sin verse el año y medio, sino desde que Gustabo despertó, esto ha sido para los dos el verdadero reencuentro porque no habían podido siquiera abrazarse de verdad... No se si me explico, pero bueno.
Y, aunque me odieis ahora mismo, lo cual es probable, aún así os quiero <3
Bueno,espero que os haya gustado.
Nos vemos en el siguiente capítulo,
Chaooooo <3
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Gracias a ti [GRECABO]
Fiksi PenggemarLo único bueno en la vida de Gustabo es su hermano, no de sangre, Horacio. Pero su vida no es precisamente sencilla para él. Gustabo tiene un trastorno de doble personalidad, y psicológicamente no está muy bien, pero eso no lo va a demostrar jamás...