Capítulo 49

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Greco y yo nos separamos, y yo me senté en el borde de la cama junto a él y me apoyé la cabeza en su hombro.

Su aroma me daba confort y comodidad.

Se estaba convirtiendo en alguien demasiado imprescindible en mi vida, y eso me emocionaba y aterraba a partes iguales.

Hasta ahora con la únca persona que me había sentido así era con mi hermano, y que con Greco sintiese lo mismo me daba muchísimo miedo.

Porque si llegaba a confiar demasiado en él, podría acabar haciéndome mucho daño.

Y no creía poder soportar otro golpe así.

-Deberías volver abajo antes de que esos dos empiecen a sacar teorías locas -Dije con la voz más animada que pude poner.

-Tienes razón, cuando Volkov está con tu hermano deja de ser el ruso sin sentimiemtos a ser una maruja del Sálvame -Reí un poco.

No tenía ánimos para nada, pero de alguna forma Greco consiguió sacarme una sonrisa.

Greco salió de mi habitación y yo aproveché para abrazarme a mi conejo de peluche.

No pude evitar que una pequeña parte de mi pensara que esos comentarios negativos llevaban razón, así que me repetí las palabras de Greco en mi mente para intentar auntoconvencerme de que esa parte de mi estaba equivocada.

Me costó un rato, pero al final acabé durmiéndome.

Cuando me desperté, estaba en medio de la cama tapado con una manta, y la cama seguía hecha.

Repasé la habitación con la mirada, y entonces vi a Greco, sentado en la silla que había en la habitación, en una posición que no parecía demasiado cómoda.

Sonreí como un tonto al verlo ahí y darme cuenta de que se había dormido en esa silla para no tener que despertarme y que me puso una manta por encima.

Pero mi sonrisa se borró rápido cuando caí en la cuenta de que Greco me había visto abrazado a mi peluche, y que seguramente ahora pensaría que yo era un crío inmadiro que aún dormía abrazado a un peluche.

Me entró pánico de que despertara y me dijera cualquier cosa relacionada con eso, así que guardé a mi peluche en el cajón, me vestí sin hacer ruido y salí rápido de la habitación.

Aún no había nadie en el salón, por lo que aproveché para salir a la calle.

En un trozo de papel les dejé una nota diciendo que había salido y que volevría enseguida, porque sabía que si mi hermano no me encontraba en casa, se preocuparía demasiado.

Salí del portal y empecé a correr hacia ninguna dirección concreta.

Hacía demasiado que no salía a correr, por lo que no aguanté mucho sin cansarme y tener que ir andando, pero correr me ayudaba a despejar la mente.

Cuando corría por carreteras por las que no habían muchos coches, me permitía meterme en el mundo de mis pensamientos, intentar ponerle solución a mis problemas, pensar sin interrupciones y disfrutar de un poco de paz y soledad.

De vez en cuando venía bien aislarse del mundo por un ratito.

Me fui en dirección al norte, donde había mucha menos gente y menos coches, escuchando música con mis auriculares y perdido en mi propio mundo.

Casi me atropella un coche al cruzar una calle, pero por suerte o por desgracia, eso no pasó.

Cuando ya llevaba un buen rato corriendo, emprendí el camino de vuelta para volver dando un paseo.

Gracias a ti [GRECABO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora