Capítulo 8

290 35 2
                                    

Me equivoqué.

Horacio sí llego para cenar.

Y encima sí que estaba preocupado.

-¿Seguro que estás bien Gus? -Preguntó por decimoquinta vez desde que llegó.

-Sí, no te preocupes, en serio.

-Esque me siento culpable. Desde que empezó a llover me preocupé, pero sé que no quieres que nadie lo sepa, y no se me ocurría ninguna excusa, lo siento de verdad.

Me acerqué a él y puse mis manos en sus mejillas para mirarlo directamente a los ojos.

-Escúchame Osito, está bien, llamé a Greco y él estuvo conmigo toda la tarde. En serio, estoy bien, ¿vale? -Él asintió y lo abracé.

-Espera, ¿cómo que Greco? -Dijo con un tono pícaro.

-Sí, no sabía qué hacer cuando empezó a llover, y no quería fastidiarte la tarde, así que llamé a Greco. Por cierto, ¿sabes que tiene un perro y vive en Paleto?

-¿Greco? ¿Y qué hace en Paleto?

-Ni idea, él me dijo que le gustaba más el monte que la ciudad, pero no entiendo cómo puede ir todos los días desde Paleto hasta comisaría.

-Igual tiene un piso en la ciudad y se queda ahí entre semana.

-No lo sé. Se tiene que encargar de su perrita, ella sí que está en Paleto.

-Puede tener a alguien contratado para que la saque y la dé de comer.

-Joder macho, ahora me ha dado curiosidad. Ya se lo preguntaré en cuanto lo vea.

-Vale. Por cierto, me ha hablado Emilio. Mañana nos dicen si hemos entrado o no.

-De puta madre. Ya tengo ganas de pegar algún que otro tirito.

Los dos reímos.

-Oye, ¿qué tal si vamos a dar un paseo? Hace tiempo que no vamos los dos juntos a dar un paseo bajo la luz de la luna.

-Uff, messirve eh.

-Pues vamos.

Cojí las llaves de casa y mi móvil y salimos.

Fue un paseo muy agradable. Odiaba la lluvia, pero me encantaba respirar el aire limpio que se quedaba después de la tormenta. No tiene mucho sentido, lo sé, pero es lo que hay.

Cuando volvimos a casa nos fuimos directos cada uno a su habitación. Estábamos reventados, hoy había sido un día largo para ambos.

Como siempre y por si acaso, cerré la puerta de mi habitación con llave y sé que Horacio hizo lo mismo.

Cogí mi peluche y lo abracé.

Siempre hacía eso por las noches, desde que tengo memoria.

Es un conejito marrón, aunque no tiene forma de conejo porque tiene las patas y los brazos como los de un himano, pero no tenía ni manos ni pies y sí unas orejas muy largas.

Fue un regalo que me hizo uno de mis tíos cuando nací. Entonces era casi más grande que yo, pero tiene un tamaño normal.

Éste es mi mayor secreto. Solo lo sabe Horacio. Ni siquiera Conway. Es lo que más verguenza me da, y sin embargo a lo que más cariño y aprecio tengo después de Horacio.

Si lo perdiese, me muero.

De momento, es lo único que conozco que es capaz de pararme un ataque de ansiedad. Y Greco. El problema es que mi peluche no puedo enseñarlo en público si no quiero parecer un puto crio de tres años.

[...]

-El tema es... Estáis dentro -Dijo aquel hombre con gorro de pescador y pasamontañas.

Miré a Horacio el cuál se veía muy emocionado, aunque llevábamos máscaras, se lo podía notar en su postura. Lo conocía demasiado bien.

Estábamos en una montaña y había tres personas enmascaradas además de Emilio, que iba sin tapar porque ya lo conocíamos.

Uno de los tres llevaba una máscara de cebra, el otro una de duende de navidad, y el tercero, que es con el que estábamos hablando, un pasamomtañas. Los tres iban vestidos totalmente de negro, y habían venido en helicóptero.

A nosotros nos trajo Emilio en un blindado negro.

-Os llamaremos dentro de poco para daros vuestro primer encargo. Si lo completáis bien, os daremos el siguiente, y así sucesivamente hasta que os ganéis del todo nuestra confianza -Siguió el hombre del pasamontañas.

-Entendido.

-Genial, pues por nosotros ya hemos acabado. ¿Tenéis algún tipo de duda?

Ninguno de los dos dijo nada.

-Genial. Un placer, Horacio y Gustabo. Nos volveremos a ver.

Y con eso empezaron a caminar hacia el helicóptero.

-Vamos jotos, les llevo de vuelta a casa -Nos dijo Emilio.

[...]

Nada más llegar me tiré en el sofá y cojí mi móvil.

-Oye Osito, Conway me acaba de decir que quiere hablar con nosotros.

-Pues vamos, ¿no? ¿Te ha dicho dónde?

-Sí, en la parte de atrás del Yellow Yack.

-Vale, pero conduces tú.

-Esstá bien, vamos.

Cuando llegamos, no había nadie. Estuvimos ahí unos minutos hasta que vino una furgoneta negra blindada y se paró ante nosotros.

Horacio y yo nos miramos extrañados, pero de repente bajaron un hombre y una mujer enmascarados y nos pusieron un trapo en la boca.

No se qué era eso, pero seguro que un tipo de droga, porque me dormí y cuando me desperté estábamos los dos en la furgonetas atados con el cinturón de seguridad.

En frente nuestra aún estaban los dos enmascarados, quienes de la nada se quitaron la máscara. Ahí lo entendí todo.

Jack Conway y Michelle Evans.

Siempre haciendo las cosas de incógnito y encargándose de que nadie los siguiese. Cómo no.

-Bueno, pero si son el viejo y Evans. Ya pensaba que nos íbais a matar -Dije con sarcasmo.

-No se qué me ofende más, si el que pienses que no os podemos matar, o que a mi me llames viejo y a ella Evans -Dijo Conway como el buen dramas que es.

-¿Para qué nos ha secuestrado, viejo?

-Primero: me cago en tu puta madre. Segundo: mañana empezáis como Fred y Dan. A las seis os quiero en comisaría.

-Pero nos tendrá que contar algunos datos importantes para no cagarla ¿no?

-Exacto. Lo primero es la edad...

Estuvimos cuatro putas horas aprendiéndonos las historias de Dan y Fred.

Esto iba a ser complicado...

___________________

Bueno, un capítulo más.

Qué os ha parecido?

A mi sinceramente me esta gustando como avanza la historia.

Poco a poco vamos descubriendo más sobre Gustabo. Y sí, digo vamos porque yo tampoco se lo que va a pasar.

Espero que os haya gustado.

Nos vemos en el siguiente capítulo,

Chaoooooo <3

Gracias a ti [GRECABO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora