Capítulo 64

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Cuando Greco volvió a casa, aún estaba despierto.

Estaba demasiado decepcionado conmigo mismo por haberme vuelto a enamorar, y también demasiado desconcertado por la reacción de Sebas.

Lo había intentado, pero no podía dormir.

Greco entró en mi habitación, con la preocupación plasmada en la cara, y se acercó a mí para agarrarme la cara y mirarme a los ojos.

Nunca me cansaría de ver lo bonitos que eran los suyos.

-Gustabo, ¿estás bien? Mathias me ha dicho que has salido antes del trabajo porque te encontrabas mal y... -Le puse las manos en las muñecas para que se calmara, con una sonrisa divertida por su actitud. Aunque la sonrisa no duró mucho.

-Sí, tranquilo, estoy bien, pero... -Suspiré- Greco... Me he declarado a Sebas -Abrió los ojos como platos.

-¿Cómo? -Dijo como si no se lo creyese o hubiese oído mal. Se me empañaron un poco los ojos, por lo que giré la cabeza. Él dejó caer sus manos a su regazo. Pestañeé para alejar al humedad de mis ojos.

Asentí con la cabeza.

-Pero... No ha ido como esperaba -Esbocé una sonrisa triste.

-¿Qué ha pasado? -Dijo, pero fue más bien un susurro apenado y preocupado.

-Yo... Le dije que me gustaba, y él... -Paré de hablar. La ira empezó a aflorar en mi interior. Entendía que yo no le gustara: él era alto, guapo, fuerte, tenía una melena pelinegra siempre atada en una coleta y un carisma que atraía a cualquiera, y yo... Yo no era nada de eso.

Era imposible que alguien así se fijase en mí, pero tampoco era como para reaccionar así, riéndose de mí en mi cara y luego actuando como si nada.

-¿Qué te dijo? -Preguntó y enseguida adoptó una posición un poco más agresiva- No te habrá hecho daño, ¿verdad? -Negué con la cabeza.

-Él... Solo se rió de mí -Bajé la cabeza. El enfado dio paso a la vergüenza, y unas lágrimas amenazaron con salir.

Draco, que hasta entonces había estado tumbado en una esquina de mi habitación, se levantó y vino hacia nosotros para que le acariciásemos.

-Hola bonito -Le dije con voz suave y el típico tono cursi que se le pone a los perros o niños pequeños.

Le acaricié la cabeza y él me empezó a lamer la cara. Eso me hizo reír porque me hacía cosquillas.

Di dos golpecitos en la cama con mi mano para que el perro se subiese. No tardó mucho en hacerlo y tumbarse encima mío.

-Te quiero, Gustabo -Escuché decir a Greco a mi lado.

-¿Qué? -Pregunté con el ceño fruncido.

NARRA GRECO

Pensé en no decirle nada. En negar con la cabeza y restarle importancia con un gesto de mi mano, pero ya estaba bien de ocultar lo que sentía.

-Que te quiero, Gustabo -Se quedó quieto sin decir nada, con los ojos abiertos y el ceño fruncido, como si hubiese visto un fantasma.

-Y-yo ta-también te quiero -Dijo dudando. Aparté un momento la mirada antes de volverla a centrar en la suya, decidido.

-No, Gustabo. No te quiero de esa forma. Te amo, Gustabo. Desde hace demasiado tiempo. Y he intentado no hacerlo, de verdad, pero no he podido. Cada día que pasa me siento más atraído hacia tí. Y sé que ahora mismo me estarás odiando, pero necesitaba confesártelo -Siguió quieto.

Gracias a ti [GRECABO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora