Capítulo 44

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En cuanto llegamos a casa, tanto mi hermano como yo nos fuimos directos a la cama.

Habíamos cenado por ahí con Volkov, Kylie y Greco, y ambos estábamos reventados.

Me tomé la pastilla y me dormí rápido: mañana sería un día largo.

Cuando me desperté y bajé al salón, no había ni rasto de mi hermano, lo que me preocupó bastante, y me puse aún más nervioso cuando recordé lo que hizo Pogo la última vez que pasó eso, y que acabé en el hospital.

Me senté en el sofá y Draco se me subió en el regazo.

El perro debería de estar en casa de Greco, pero como esa semana Greco había estado prácticamente todo el tiempo en el hospital conmigo, Draco aún seguía aquí.

Eso me recordó a que tenía que avisar a Greco y a Volkov para que viniesen esa tarde y así poder contarles mi idea.

Ya tenía claro lo que quería: Poder dejar a Pogo libre sin que se haga con el control de mi cuerpo.

No sabía si iba a funcionar, pero podía intentarlo.

Me había quedado perdido en mis pensamientos, lo que agradecí cuando apareció Horacio por las escaleras.

-Buenos días Gus -Dijo alegre como siempre.

-Hola Horacio.

-¿Tienes hambre? -Asentí con la cabeza y mi hermano se metió en la cocina.

-Por cierto, esta tarde voy a decirles a Volkov y a Greco que vengan. Necesito que los tres me ayudéis con una cosa.

-Claro, cuando quieras -Dijo.

-Vale, pues después de desayunar los llamamos.

-Vale.

La mañana transcurrió deprisa.

Mi hermano y yo salimos a dar una vuelta con Draco por el parque, donde un monton de chicas y algunos chicos prácticamente se nos comieron con la mirada.

A nosotros siempre nos había gustado hacer que no nos dábamos cuenta de cómo nos miraba la gente, aunque la mayoría eran muy obvios.

Lo que la gente no sabía era que mi hermano estaba saliendo con Volkov, y que yo no estaba interesado en una relación con nadie... Por ahora.

Por eso nos divertíamos al ver a la gente, porque se pensaban que podían conseguir algo con nosotros cuando no era para nada posible.

Y para los que digan que a eso se le llama dar falsas esperanzas y que está mal, que sepan que nosotros nunca hemos dicho a nadie que estemos libres o que estemos disponibles y abiertos para una relación, así que las concluciones y las esperanzas las sacaban ellos solitos.

No era nuestra culpa estar buenos, ser guapos y atractivos, y tener un carisma de la ostia.

[...]

Por la tarde, una vez que Greco y Volkov ya estuvieron en casa, les expliqué todo. Creo que no les gustó mucho:

-¿Pero tu te has vuelto loco Gustabo? -Preguntó mi hermano sacado de quicio- ¿Me estás diciendo en serio que pretendes dejar libre a Pogo y esperar que no intente controlarte?

-En realidad lo que quiero es saber controlarlo, no dejarlo libre y ya está -Dije tranquilo.

-Ya, claro, y cuando no lo consigas y esas pastillas dejen de hacerte efecto, querrás otras más fuertes y volverás al hospital porque tu cuerpo no las soporta -Seguía enfadado.

-A ver... Ahí Horacio tiene razón -Lo apoyó Volkov- Puede que salga mal y se haga más resistente a las pastillas.

-Pero si precisamente lo quiero intentar para no tener que tomar más pastillas. Es posible que los primeros días esté mal, pero creo que puedo aprender a controlarlo... Con vuestra ayuda, claro.

Gracias a ti [GRECABO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora